De CR7 a CR9: la Evolución de una Leyenda

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El fútbol ha tenido jugadores que han marcado época. Jugadores con un nivel y un talento casi utópico. Pero lo que ha hecho a Cristiano diferente a los demás, mejor que todos, es su regularidad. Su carrera nunca abandonó la excelencia. Esto ha sido posible, en gran parte, gracias a una sorprendente capacidad de evolución y transformación.

 

En el verano de 2009 se pagaron 96 millones de euros por Cristiano Ronaldo. Florentino pagó lo que pagó para arrebatarle la hegemonía al mejor Barcelona de todos los tiempos y encontró en Cristiano a un comandante capaz de hacerle contrapeso a la influencia mediática y futbolística de Messi. Nunca un jugador había sido tan económico. Hoy, siete años después, tras haber ganado todos los títulos posibles a nivel de clubes, con centenares de goles en la bolsa y tres balones de oro en su haber, es fácil decir que es uno de los mejores futbolistas de la historia.

 

¿Pero qué lo hace tan genial? Hablar de sus récords o de sus títulos, de sus goles o de su talento, todo eso, sería quedarse en el lugar común. El secreto de los más grandes, de los jugadores que logran perpetuar el éxito durante tantos años, además de la ambición –que a Cristiano le sobra–, es la habilidad para reinventarse y adaptarse a los diferentes momentos y circunstancias. Cristiano, por supuesto, no ha sido la excepción.

 

Este Cristiano versión 2016 no es el mismo Cristiano de 2008. Cristiano ya no es la pluma regateadora que llegó de Manchester y conquistó la banda izquierda del Madrid a punta de cabalgatas. No. Siete años después, Cristiano ha renunciado al regate y al desborde, para acercarse al área y seguir dulce con el gol. El de hoy se parece más a un delantero centro que a un extremo endiablado.

 

¿Quiere ver la primera versión de Cristiano? No se pierda su debut para el United:

 

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Cristiano siempre fue extremo y al Madrid llegó para jugar en la banda. Sin embargo, en su primer año, Pellegrini lo recibió con un 4-2-2-2 en el que debía oficiar de segundo delantero y tenía libertad para tirarse a la izquierda. Aunque el esquema asociativo de juego interior corto del chileno no le favorecía, y a pesar de una lesión que lo apartó varias fechas de las canchas, Ronaldo dio una pequeña muestra de su enorme potencial goleador: 33 goles en 35 partidos.

 

Mourinho corrigió y lo ubicó por izquierda en su 4-2-3-1. El equipo se construyó por y para Cristiano: un sistema diseñado para explotar el talante contragolpeador de su mejor hombre. Con Xabi Alonso, un excepcional francotirador; y Mesut Özil, que tiene un guante en el pie izquierdo y dos ojos en la nuca, el insumo estaba garantizado. Por la banda opuesta, Di María oficiaba de actor de reparto y arriba, Benzema, con su inteligencia y su generosidad, era el distractor perfecto.

 

En esos tres años con Mou, Cristiano explotó como goleador marcando 168 goles en 164 partidos (30,7 % de los goles del Madrid). Una cifra escandalosa para un jugador que, hasta el momento, no había sido delantero centro, ni mucho menos un referente de área. Adicionalmente, esta súper-versión del portugués no sólo era determinante en el área rival, también mostraba un compromiso táctico destacable. Nunca, como con Mourinho, se le vio a Cristiano tan comprometido en defensa, marcando al lateral rival o presionando arriba hasta la línea de fondo. Estaba entero, era un Cristiano de ida y vuelta, letal en ataque y responsable en defensa: el extremo perfecto.

 

Así jugaba el Madrid de Mou: Contragolpe perfecto al Ajax

 

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En la primera temporada con Carletto Ancelotti, Cristiano se mantuvo en la banda izquierda. Pero tras conquistar la Undécima –hizo 17 goles en esa edición– y ganar su tercer Balón de Oro, algo comenzó a cambiar. En su segunda temporada al mando, dadas las recurrentes y largas lesiones de Bale, Ancelotti optó por un planteamiento inédito: jugar con cuatro mediapuntas. James, Isco, Kroos y Modric dotaron de fluidez y buen juego a un equipo en el que Ronaldo habitualmente jugó de segundo delantero. Se cansó de hacer goles. En 54 partidos marcó 61, de los cuales sólo ocho estuvieron precedidos por más de un toque de balón. El extremo regateador parecía estarse transformando en un nueve convertidor.

 

Y la tendencia se ha mantenido con Zidane. El paso del tiempo es ineludible, incluso para Cristiano Ronaldo. El desgaste físico y los años han mitigado sus desbordes verticales hacia el área. También su uno-contra-uno se ha visto afectado: a lo largo de sus siete temporadas en la Liga BBVA su media de regates por partido decayó paulatinamente de 7.93 (2009/10) a 3.64 (2015/16). Con 31 años de edad es innegable que su regate, sus firuletes y su chispa en el uno-contra-uno se han ido extinguiendo.

 

Su juego ha ido cambiando, evolucionando. Como un depredador que se adapta a las circunstancias para aumentar sus posibilidades de capturar a su presa, Cristiano ha entendido que sus características son cada vez más las de un nueve de área que las de un gambeteador; se ha dado cuenta que es cerca al arco rival y no pegado a la cal donde mejor puede explotar su tremendo potencial goleador. Es en la finalización donde sigue siendo determinante. Cada vez es menos el extremo veloz como un rayo y  más un segundo delantero con mucha movilidad, pero que siempre está cerca al área, merodeando, listo para marcar. De CR7 a CR9.

 

Es el comandante que, por edad, ya negocia su ascenso a general. Y todos sabemos como son los generales: hacen poco e influyen mucho. Así es Cristiano Ronaldo.

 

(Messi también se ha transformado, ¿quiere saber cómo?: Messi, el Quarterback)

 

En el Derby de Madrid jugó de único punta y anotó un Hat-Trick:

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