La Copa América Centenario es sinónimo de plata, para nadie es un secreto. Se celebra, en tierra norteamericana, los 100 años de vida del Campeonato Sudamericano de Selecciones, el torneo que le dio vida a la CONMEBOL. No se imagina lo que dicen los número cuando se comparan con los de Chile 2015.
Para los amantes y los verdaderos apasionados del fútbol, la pelota y esos 90 minutos en la cancha, o frente al televisor, son un espacio donde el resto del mundo no existe. La pasión desborda cualquier tipo de problema cotidiano. Sin embargo, no es un secreto que el fútbol se ha convertido en un negocio y que sus motivaciones económicas son más fuertes que nunca.
Si bien estamos hablando de un espectáculo de masas, quizá la segunda más grande del mundo después de la religión, no existe ninguna explicación distinta al dinero para la realización de una Copa América en Estados Unidos. Lo que le falta a los ´gringos´ de gambeta, picardía y pasión en la cancha, lo compensan con un inmensurable talento para los negocios y el mercadeo.
Está claro que Estados Unidos es un país todo menos futbolero, pero si algo está más claro aún, es que culturalmente son los reyes del espectáculo y unos magos para monetizar el deporte. El amplio horizonte lucrativo que tiene el fútbol en Estados Unidos se vio delimitado en el amistoso de pretemporada que enfrentó al Real Madrid y al Manchester United.
Se registró una asistencia récord de 109.000 espectadores, algo así como llenar 3 veces el Campín. Para un amistoso. De pretemporada.
Es precisamente por esta capacidad de arrastrar multitudes y generar ingresos que, usted y yo, amigo, hoy estamos viendo la Copa América Centenario por TV y fuera de Sudamérica por primera vez en la historia. Y esto no es un tema de pasión, es un tema de ingresos.
Para que usted se pueda hacer una idea del talento ´yankee´ para los eventos deportivos, tenga en cuenta que la pasada Copa América en Chile registró 655,902 espectadores, a un promedio de 25.227 para los 26 partidos, mientras que en la actual edición se espera superar ampliamente más de 1.5 millones de espectadores en los 32 partidos. Al menos esta es la proyección de los organizadores del torneo.
Y querido lector, es cierto que las boletas están demasiado caras y que los estadios se ven medio vacíos por televisión. Lo hemos leído en distintas columnas (resalto la de Barraza) y lo vemos en televisión. Pero los organizadores están consiguiendo lo que quieren: dinero. Pues tan solo al terminar los partidos de primera ronda -según las cifras oficiales- el promedio de espectadores estuvo sobre el 60%. Se vendieron 326,544 boletas, más de la mitad que en toda la edición anterior, donde por cierto, los estadios estaban a reventar.
Sí, la organización no ha sido prolija del todo (a Chile le cambiaron la mitad del himno por Pitbull, a Uruguay se lo deben entero). Pero sean cuales sean los cuestionamientos a la organización, y a pesar de la pobre estética de los estadios a medio llenar, los funcionarios de la CONMEBOL deben estar saltando en una pata de la felicidad por el potencial de las enormes cifras de asistencia, sobre todo teniendo en cuenta que en esta edición se jugarán 6 partidos más. Incluso en encuentros entre selecciones que pueden ser consideradas poco atractivas, las boletas se están vendiendo por cerca de cinco veces más de lo que se venderían en Suramérica.
Y es por esto que, más allá y sin dejar a un lado el análisis económico, esta es una Copa América que se siente extraña para los futboleros y amantes de este deporte. Se siente ajena, se siente distante.
No hay ruido ni algarabía sudaca, hay chants del crowd latino.
Pues mientras que las comunidades latinas de Estados Unidos, donde México y Colombia también pueden ser consideraras como locales, tendrán la oportunidad de ver uno que otro partido directamente en los estadios, la gran masa crítica de aficionados y seguidores se quedó sin la oportunidad de hacerlo. Ni los costos ni las distancias lo permiten.
Así que más allá de las sumas y las restas, de los ingresos y del mercadeo, debo llegar a la triste conclusión que nuevamente los dirigentes se han salido con la suya. Esta fue una Copa América pensada con la billetera, motivada por la rentabilidad que genera el deporte más bonito del mundo y capitalizada culturalmente por las mentes maestras del espectáculo. Nos queda el contentillo de saber que muchos de los autores intelectuales están ahora siendo investigados en el FIFA Gate.
Por eso, amigo futbolero, no nos queda otra que disfrutar la Copa por TV y vivirla junto a Hablaelbalón. Para que siga estimulando su imaginación en el tiempo de reposición, aquí puede ver una lista completa de los escenarios de la Copa América Centenario y su capacidad:
Rose Bowl (Pasadena, CA) 92,542,
MetLife Stadium (East Rutherford, NJ) 82,566,
NRG Stadium (Houston) 71,500,
Orlando Citrus Bowl (Orlando) 70,000,
Lincoln Financial Field (Philadelphia) 69,596,
Gillette Stadium (Foxborough, MA) 68,756,
Levi’s Stadium (Santa Clara, CA) 68,500,
CenturyLink Field (Seattle) 67,000,
University of Phoenix Stadium (Glendale, AZ) 63,400,
Soldier Field (Chicago) 61,500.
¿Se imagina como se van a ver finales en los libros contables?
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