Junior desnudó a Cocca

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Cocca volvió a perder. Junior, que jugó un primer tiempo brillante, desnudó las carencias de un equipo pálido que quedó al borde de la cornisa. Millonarios deberá ganar contra Huila y Medellín si quiere bailar dentro de los ocho.

 

En Barranquilla, Cocca, por primera vez después del mes de descanso, cambió su esquema. Del 4-3-3 cambió a un marcado 4-4-2. Gabriel Díaz y Machado en los laterales; Pedro Franco y Cadavid de centrales; en la línea de cuatro, Maxi Núñez y Barreto por las bandas, mientras que Robayo y Harrison Henao –la gran novedad– fueron los volantes por adentro; arriba, la apuesta siguió siendo la misma: Ayron Del Valle y Enzo Gutiérrez.

 

El cambio de esquema de Millonarios pareció tener su causa en la falta de volumen ofensivo y elaboración de los últimos partidos. En el Metropolitano ya no se vio al Robayo equilibrado, que se metía entre los centrales y cuyo rol era exclusivamente defensivo. El retroceso de Maxi Núñez a la línea de cuatro y la inclusión de Harrison Henao permitió que Millos pudiera sumar un hombre más por el carril central. El plan era que uno de los volantes centrales, o Robayo o Henao, se soltara en ataque y pudiera generar juego interior.

 

Por su parte, Junior salió con un 4-4-2 que se convertía en un 4-2-3-1 cuando el equipo se hacía con el balón: Sebastián Hernández –que arrancó por derecha en la línea de cuatro– se tiraba hacia adentro, mientras que Clemente Palacios y Vladimir Hernández ocupaban los extremos; en la contención quedaban Luis Narváez y James Sánchez; y arriba, el potente Micheal Rangel.

 

Millonarios salió ilusionado a raspar tres puntos en la casa de un Junior virtualmente eliminado. Dos minutos duró la ilusión, pues Cocca ni se terminaba de acomadar en el banquillo y Vladimir Hernández ya cantaba el 1-0. Millos, otra vez, debía remar en contra de la corriente. ¡De no creer!

 

Si para Cocca la cosa se veía mal, Giovanni sonreía con los suyos. Junior salió con agresividad y buen juego, determinado a despedazar el sueño bogotano. James Sánchez y Narváez se hicieron dueños de la media cancha, mientras que Rangel, arriba, pivoteaba hábilmente y generaba peligro en el arco azul. Por la mitad, Sebastián Hernández filtraba balones a placer. En los primeros veinte minutos del partido, Vikonis volvió a demostrar que es un arquero de primera. Sin él estaríamos hablando de una goleada.

 

Pero cuando peor jugaba Millos y mejor lo hacía Junior, apareció la mayor (única) virtud del equipo de Cocca: la efectividad. Tras un bochazo, Ayron Del Valle aprovechó un rebote de Viera y puso el empate. Una opción clara y un gol. ¿La fórmula? La misma de siempre: tirarla larga y rezar para que los delanteros la metan. Sin Del Valle, este Millos ya estaría eliminado. Los volantes siguen sin aparecer.

 

Después del gol vino un espejismo. Los de Cocca adelantaron líneas y lograron alejar a Junior de su campo, pero fue eso, un espejismo y nada más. Faltando cinco para el final del primer tiempo, Junior puso el 2-1 tras una jugada de combinación en la que volvió a quedar clara la parsimonia y la falta de agresividad en marca de Millonarios. En los partidos pasados, la presencia de Robayo por delante de los centrales había impedido que los rivales combinaran en la frontal del área; esta vez Sebastián Hernández recibió solo por adentro y con extrema facilidad dejó a Rangel mano a mano.

 

Y si el primer tiempo fue entretenido, el segundo fue un bodrio. Junior arrancó como una moto, pero las ganas le duraron lo que duró James Sánchez en cancha. Tras la lesión del volante, los barranquilleros fueron perdiendo fuerza paulatinamente y si bien perdieron la pelota, nunca perdieron el control del partido.

 

En la recta final Cocca ingresó a Henry Rojas por Henao y a Macalister Silva por Robayo. Con ellos en campo, el equipo logró adelantar las líneas veinte metros…y ya. Ni con cinco volantes de corte creativo en cancha –Harold Mosquera había entrado por Enzo Gutiérrez en el primer tiempo– Millonarios logró tejer una jugada de peligro. Más allá de alguna escapada en velocidad de Machado por izquierda, el equipo volvió a ser plano e inofensivo. Y sin Vikonis, el marcador se habría visto mucho peor.

 

Si en algún momento el panorama fue esperanzador para Millonarios, ahora, esta derrota termina de desnudar la infinidad de carencias que tiene este equipo. El fútbol, al final, siempre es justo y jugando así, como juega este Millonarios, ningún equipo merece ganar y mucho menos clasificar.

 


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