4 razones para querer con toda el alma que pierda Nacional

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La opinión de los columnistas no refleja necesariamente la de Hablaelbalón. 

 

Antes de leer (insultar y maldecir), quiero dejar claro  que aunque quiero con todas mis fuerzas que el verde pierda esta final, no puedo esconder mi admiración, impotencia y envidia por el club de Ardila Lulle.

 

1. Por simple renovación

Sí, ya sé que parece un argumento vacío, típico de los mediocres o acomplejados que siempre quieren ver al gigante caer por el simple hecho de ser gigante. Quizá. Pero nadie me puede negar que a este fútbol de emociones contadas, que aún defiende el alcahueta sistema de los ocho, no  le viene muy bien una renovación.

 

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Sería el cuarto título de Dayro, el octavo de Macnelly. Foto: Futbolred

 

Si con el sistema actual es difícil que los hinchas -incluso los de Nacional– se comprometan con sus equipos y llenen –jaja- los estadios, imagínense qué va a pasar si Nacional sigue haciendo de la Liga Águila su bundesliga. De los últimos 10 torneos cortos, los verdes se han ganado 6. Ya está bueno.

 

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2. Porque Gamero es un putas 

 

Con su hablado lenguisopa, y su estilo frontal, sin pretensiones ni arribismos, el profe Gamero es la mejor cara del folclore de nuestro fútbol. Va con el pelo suelto, está lleno de pulseras, habla sin complejidades y no hace del fútbol una ciencia oculta; pero no negocia el trabajo y es un tipo muy preparado que desde hace 10 años, cuando salió campeón con el Chicó, ha estado ahí, compitiendo, complicándole la vida a los grandes.

 

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Este es el Rey Midas. Foto: Rincón Vinotinto

 

Además, ser  campeón en esta,  su mejor temporada desde que grita desde los banquillos –con más de 63% de rendimiento  con un equipo alegre y atrevido– sería, por un lado, una gran recompensa a su aguante y recorrido; y por otro, una deliciosa revancha contra el Junior de Barranquilla, que menos de un año atrás lo supo echar como a un perro.

 

Aguante al sonero.

 

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3. Porque este Tolima es generoso 

 

Para que los equipos medianos como el Tolimita no caduquen. Para que sus dueños –ojo senador Camargo– no se den por vencidos y sigan metiéndose la mano al dril con el propósito de consolidar proyectos sostenibles y robustos, tienen que haber resultados. Eso es así. Sin gloria no hay marrano que aguante. 

 

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Así que sería catastrófico que este Tolima –no recuerdo uno igual en calidad y amplitud de nómina–, sea sometido por el imperial Nacional. Aunque nombre por nombre el equipo de Almirón se oye más fuerte  –qué mamera Dayro, siempre Dayro–, competir con Villa y Albornoz por las bandas, Ángelo Rodríguez en modo Suárez, el veneco Orozco en nivel Seijas por la mitad… y Cleider, Carrascal y Marco Pérez de suplentes, es un lujo que solo es posible porque en Ibagué se la jugaron por el equipo e invirtieron.

 

 

Ojalá que ganen para que la caja le cuadre al Tolima, y entonces no pase lo de siempre: adiós Villa, adiós Albornoz, adiós Ángelo, adiós Montero… y borrón y cuenta nueva.

 

4. Porque es el equipo más alegre 

El Nacional de Almirón, quién lo puede negar, ha cumplido con todos sus objetivos: se clasificó a octavos de final de Libertadores como primero de su grupo, salió primero en el todos contra todos, y ahora está en la final.

 

Peeero, desde el ojo subjetivo del hincha, aunque Almirón es comprometido con el balón y lleva como mantra ser el protagonista del juego, y Castellani es un recrack y Bocannegra de central ha sido la gran revelación, la verdad es que veo más fuego, alegría y dinámica en el equipo de Gamero.

 

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¿El mejor Tolima jamás? Foto: RincónVinotinto

 

Hay más vitalidad y sorpresa en las transiciones rápidas del Tolima que en el monopolio, muchas veces sin sorpresa, de Nacional. Hay más fuego en Sebastián Villa que en Lenis, y este Albornoz, si se revela, puede por esta vez estar a la altura de Vladimir. Rentería, el 7, es un jugador que contagia, y el Venezolano Orozco –¡jugando detrás del punta|–, hoy por hoy me excita más que Macnelly Torres.

 

Además, como si fuera poco, Ángelo Rodríguez cierra el torneo mirando a los ojos a Dayro y Montero, humilde, silencioso, merece la gloria.

 

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Foto:

elescenariodelosclasicos.com


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