Franco Armani: la revancha del arquero rechazado

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Esta es la historia de Franco Armani, el soñador que pasó de jugar hace cuatro años en Envigado a salvar a su selección en el Mundial.

 

29 de junio de 2014. Polideportivo Sur de Envigado. Atlético Nacional le ganaba 1-0 a Envigado por la Liga Postobón y un tal Franco Armani dejaba su arco invicto por enésima vez en el año. Solo un clarividente hubiera imaginado que cuatro después estaría en Rusia, en el Mundial, jugando el partido más importante de la selección argentina.

 

Nadie lo hubiera imaginado, mucho menos los hinchas del Ferro Carril Oeste de la Primera B, donde debutó; ellos jamás pensaron que su arquero suplente llegaría a donde llegó. De ahí pasó al Deportivo Merlo, también de la Primera B argentina, donde fue suplente, otra vez. Toda su carrera estuvo en la banca, fue actor secundario, hasta que un partido amistoso contra Atlético Nacional le dio la oportunidad de salir del anonimato.

 

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Empezó de tercer arquero. No le importó: Franco estaba acostumbrado a vivir en la sombra. Debutó en el 2011, luego de una lesión del titular y, aunque su actuación fue digna, siguió en la banca. Jugaba partidos de Copa y alguno que otro partido de Liga, casi todos intrascendentes. El año siguiente se rompió los ligamentos de la rodilla y, a los 26 años, apareció el fantasma del retiro. Volvió. Volvió a la banca, pero volvió. En algún punto del 2013, alcanzó a ser cuarto arquero y pensó en irse… pero aguantó y, en 2014, después de tanto sudor y tanta sangre, contra todo pronóstico, se ganó el puesto.

 

Hace cuatro años, mientras Armani solo pensaba en atajarle balones a los juveniles de Nacional, la selección de Argentina se preparaba para jugar los octavos de final contra Suiza. Con seguridad, apenas se acabó el partido, Franco corrió a revisar las noticias de su selección. Con seguridad, pensó en lo lindo que sería estar ahí, junto a Messi y Agüero, defendiendo los colores de su país. Y, con seguridad, pensó que era un sueño inalcanzable y lo olvidó de inmediato. A lo mejor se dijo: “Primero me llaman a la Selección Colombia que a la Albiceleste”.

 

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Nada. Franco prefirió trabajar que soñar con su selección. Se ganó el cariño de la gente y se convirtió en leyenda de su club. Llegaron los títulos: la Libertadores, ligas, copas y más ligas. Al otro lado, la selección con la que soñaba iba acumulando subcampeonatos. Tres finales perdidas en el mismo número de años. Él disfrutaba de sus mejores momentos en Colombia, mientras su selección se incendiaba. Los héroes con los que siempre quiso compartir cancha se estaban convirtiendo en villanos.

 

A finales de 2017, en Argentina empezaron a mirarlo con buenos ojos. Nunca se habían fijado en él, pero necesitaban una renovación en el equipo y grandes medios de su país lo ubicaron en la Liga Argentina. River Plate no dudó y pagó lo que valía. Se despidió como un inmortal de Colombia y llegó a Argentina como un héroe. Su debut fue todo un show: Mano cambiada arriba, fuerte abajo, salidas rápidas y seguras, pan-pan-pan. Con sus grandes actuaciones llegó el llamado esperado. Iba ir al Mundial, iba a compartir camerino con Messi y Agüero. El sueño estaba a la vuelta de la esquina.

 

El inicio no fue nada bueno. Ni para él ni para el equipo. No jugó los primeros dos partidos y Argentina solo hizo un punto de seis. Los argentinos estallaron contra todos; pedían la cabeza del técnico y de sus compañeros. El arquero titular hizo un papelón contra Croacia y en medio del caos apareció la oportunidad. Su oportunidad. Lo mandaron a matar o morir; salvaba al equipo o compartía la suerte del arquero al que reemplazó. Y lo logró, los salvó. Cuando Argentina estaba a punto de quedar afuera definitivamente, apareció una atajada de esas que llevaba haciendo toda la vida, pero a las que nadie les había puesto atención. Y luego Rojo los metió en octavos. Franco Armani, el soñador del Polideportivo Sur, tuvo su noche. Por fin.

 

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Foto:

ESPN

 

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