Gutiérrez nunca juega. No puede. Hace unos años un balazo le jodió la pierna izquierda. Por andar donde no debía, dice él. Casi le quitan la pierna, estuvo de buenas. Le gusta ir al parque a leer, ahí se concentra. Siempre lleva un libro. Le gusta porque también puede escuchar los partidos; tiene esa habilidad de poder leer y escuchar al mismo tiempo. A veces, recordando sus épocas de defensor, se levanta a dirigir. Grita, y su grito parece una bandada de pájaros negros que huyen de la muerte, como él.
“Un poco de todo. Sobretodo historia. Biografías de gente que ha marcado al mundo. Tratar de entenderlos. Este es un libro de la Segunda Guerra Mundial. Lo compré hace poco y ya voy por la mitad.” Lleva una cadena de plata, un cuaderno porque a veces también le da por escribir, y se sienta a leer, a escuchar las risas de los niños en los columpios que quedan detrás de la cancha; el sonido del balón que se estrella contra el palo; las campanas de la iglesia a tres cuadras.
Gutiérrez ya no juega. Ya no puede. Una noche se puso a pelear y preciso, la pierna izquierda, él que era buen pateador. Casi siempre cobraba los tiros libres en banquitas. “Donde ponía el ojo, ponía el balón”. Entraba en los segundos tiempos, a rematar. No tenía tan buen físico. Pero era un gran cobrador. “Ni siquiera era que le pegara duro. Tenía esa suerte de goleador. Era más bien el efecto que le daba a la pelota. Como que cogía una curva rara. Pero casi siempre la metía. ” Luego estuvo unos meses hospitalizado. La bala le alcanzó a joder parte de la rodilla y la tibia. “No lo volvimos a ver. Como no, estaba vuelto mierda. No podía casi ni caminar”.
Después de unos dos años volvió. Llevaba un maletín negro. Estaba todavía algo triste. Pero se sentó a ver el partido. Luego como que se le quitaron los ánimos y empezó a llevar libros. Y ahí se quedaba, todo el día, página tras página. De vez en cuando se levantaba y caminaba por el parque o se ponía a dar indicaciones de las jugadas, reviviendo ese amor por el fútbol.
Siempre está ahí, entre las palabras. Habla muy poco. Inclusive habla más con él mismo que con los amigos. “A veces viene con una mujer. Creemos que es su novia, pero no dice mucho.” A Gutiérrez le gusta el fútbol, pero ahora le gusta más la lectura y sentarse a recibir el sol. “Se siente uno acompañado cuando se sienta a leer en el parque. Y hasta se emociona con alguno de los partidos que se arman, es cierto, me han dado ganas de patear el balón, de volver a la cancha, pero ya no es lo mismo. Prefiero quedarme acá, con todas estas historias.”
Fotos por: José Fernando Bueno.