El Allianz Arena fue testigo de uno de los partidos del 2016. De esos que se quedan con cemento en la memoria. Era la última carta de la era Guardiola para tallar con gloria tanta riqueza táctica, tanto atrevimiento. El Atlético
de Madrid vuelve a su segunda final de Liga de Campeones en tres años. Te guste su juego o no, compite mejor que nadie.
La alineación del Bayern fue la más ofensiva posible. Con sus dos mejores laterales, un pivote llegador -Vidal-, dos extremos eléctricos y con sus dos mejores goleadores. El 4-2-2-2 nos podría dar una pista -recordando que la pizarra de Pep es dinámica e inagotable-: Neuer; Lahm, Javi Martinez, Boateng, Alaba; Xabi Alonso de pivote lanzador y Vidal de llegador; Douglas Costa y Ribéry de extremos, pero recibiendo por dentro para darle el carril a los laterales; Müller detrás de Lewandowski tratando de barrer y arrastrar a los centrales y mediocentros.
Simeone, apostó por el equipo del Calderón, excepto la inclusión de “El Faraón” Godín por Savic. La falta de ritmo y falta de timing del uruguayo fue evidente, aunque sabemos que su jerarquía en los partidos de la verdad, lo puede compensar. Juanfran sobre Ribéry y Filipe Luis sobre Douglas Costa. Augusto cerca a los centrales y Gabi abanderando la presión junto a Torres y Griezmann. Gabi presionaba primero que Koke y Saúl para no descuidar las bandas. Simeone entendió en los 90 minutos que había que sellar con acero las bandas, Müller es más un volante-delantero que un delantero-volante.
El primer tiempo fue un sometimiento de un equipo a otro. Sólo los primeros seis minutos fueron de oler el partido, de acomodarse en la silla, para ya, prender todos los botones. El Atlético empezó a perder balones en la salida, el Bayern lograba posicionarse en campo contrario usando los caminos que Guardiola había escogido. La asfixia parecía inevitable.
Douglas y Ribéry recibían más cerca de Koke y Saúl para conducir de adentro hacía afuera, y así, darle muchos metros a Alaba y Lahm para llegar. Vidal atacaba el área como tercer delantero. Todos los rebotes eran del Bayern, porque cada jugador estaba en su posición. Müller y Lewandowski fijando a tres de los cuatro de atrás. Todas las variables y los recursos del Bayern propulsados por despliegue, continuidad en el juego, siempre con el propulsor prendido.
La invasión bávara era incesante. Nueve jugadores en campo contrario. Solo un central en el propio. Me apoyo en la rueda de prensa de Simeone: “El primer tiempo del Bayern fue de lo mejor que enfrente en mi carrera. Impresionante”.
El Atlético era incapaz de salir, entre otras cosas, porque no tenía ningún volante con demasiada capacidad para romper la presión en el uno a uno -eso explica la inclusión de Carrasco por Augusto-.
El gol llegó al minuto 30 con algo de fortuna, pero con total justicia. He ahí la grandeza del Atlético. Cuando el Allianz derrite el plástico de las graderías, cuando todo esta en contra, cuando Müller esta a doce pasos de inclinar la eliminatoria, sale la cepa y el rostro de este equipo. Aplomo y saber sufrir si falta fútbol. Y eso no se compra, no se consigue en ninguna tienda.
Para el segundo tiempo, Simeone tomó una decisión fundamental y acertada: ingresó a Carrasco por Augusto. Pasó Saúl a jugar de cabeza de área y Gabi más suelto, Carrasco por el lado de Lahm y Koke de interior; 4-1-4-1 para defender y 4-3-3 para atacar. Carrasco le dio la posibilidad al Atlético de avanzar y salir de la asfixia sin tener que combinar. La velocidad y el talento del belga fueron muy importantes. Hubo reacción en el banquillo y en la cancha, pero el asedió muniqués continuaba.
Ribéry se apagó en la segunda parte. Las lesiones y la falta de continuidad impiden ver la versión premium del francés durante 90 minutos. La única oportunidad clara de gol del Atlético le dio el pase a Milán: buen pivoteo de Griezmann para dejarse a sí mismo y a Torres mano a mano contra los centrales, oportuno timing en el pase del “Niño” y frialdad del francés para definir. El plan de Simeone exigía máxima efectividad.
El Bayern supo reaccionar con un gol que engloba su propuesta: Coman desbordando y juntando rivales, cambio al otro sector, recibe el otro extremo, pasa Alaba y la centra, Vidal que llega desde atrás y asistencia de lujo al goleador. Los últimos quince minutos fueron un regalo al espectador. Alonso, haciendo de repartidor para ordenar los ataques, dio una lección. Sabiduría con la pelota y despliegue sin ella, fue el que más corrió del partido: 12,1 km.
Coman tuvo tres balones peligrosos. Los nervios de su juventud le impidieron decidir bien. En el minuto 85, Neuer recordó que Oblak no era el único “mostro” de la cancha, penal atajado y nueve minutos para buscar el milagro. Pero no fue posible. La creencia y la ejecución en el plan del Atlético pudieron con el ímpetu de los minutos finales del Bayern.
Del minuto 1 al minuto 180 vimos un duelo para el recuerdo. Dos equipos muy completos. Cada uno con sus armas y sus matices. Pep abandonará Baviera sin ganar la Liga de Campeones, pero que el ensañamiento no maquille lo interesante que fue su etapa en el Bayern. Hubo tardes memorables. Su propuesta es demasiado atractiva como para juzgarla con una camiseta puesta. Pero esta vez ganó el Atlético, perdió el Bayern, y sobre todo, ganó el fútbol.
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Twitter: @sebastiannohra