Leo Messi es patrimonio del fútbol

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Siempre decimos que ya estamos cansados de hablar de él, que todo lo que se puede decir ya se ha dicho, que no más, que ya estuvo, que por favor. Y entonces él lo vuelve a hacer…

 

Argentina está en el Mundial gracias a él y a pesar de su país, de la corrupción de la AFA, de los dos cambios de técnico, de que sus compañeros no están a su altura y de una Eliminatoria paupérrima. Después de que pasó lo que pasó, si Argentina quedaba por fuera no había espacio para la sorpresa. Era algo que se presumía natural, lógico. Lo que pasa es que Leo es ilógico. Messi es, como dice Juan Pablo Varsky, “la rutina de lo extraordinario”, lo anormal dentro de lo normal y lo normal dentro de lo anormal.

 

Hoy, los argentinos, incluso los pelirrojos mala sangre que siempre lo han puesto en duda, agradecen que sea argentino, que a pesar de todo haya decidido jugar para Argentina. Más les vale porque sin él se habrían ido a la B, estarían fuera del mundial. Lo saben los jugadores, los periodistas, los oficinistas, el entrenador, lo saben todos, lo sabe Di María, Mascherano, lo sabrá el mismo Messi. “Vení, vení, saltá conmigo, que de la mano de Leo Messi todos la vuelta vamos a dar”, cantaron juntos en el vestuario cuando se acabó el partido.

 

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A los colombianos, a los brasileros, a los alemanes y a los lituanos, por otro lado y legítimamente, les puede tener sin cuidado que Argentina esté en Rusia. Pero lo de ayer, si a uno le gusta el fútbol, no merece menos que un agradecimiento. Uno genuino. Ayer fue con Argentina, cabalgando como el último de los mohicanos hizo tres goles; pero noches como esa han sido la norma en su carrera. Usted puede estar convencido de que Pelé o Maradona o el que sea, en su punto más alto, haya sido mejor que Leo, eso está bien, pero tendrá que reconocer que ninguno de ellos fue tan bueno durante tantos años.

 

Ya son diez, diez años seguidos en los que semana a semana nos sigue sorprendiendo, una y otra, y otra vez más. Noticia han sido las veces en las que jugó mal. Ya son diez años en los que el que no se rindió a sus pies, por lo menos gastó varias horas de su vida hablando de él, rajando de él, pero de él y de él.

 

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Independiente de si usted lo admira o lo desprecia, solo imagine el día en el que no esté más; en cinco o diez años cuando en una sala de prensa abarrotada el 10 anuncie que no va más, que adiós al fútbol profesional. Imagínelo. El fútbol seguirá, pero no será el mismo. Vendrán otros, otros muy buenos, pero ninguno como Messi. Los que digan lo contrario son víctimas de un engaño, de la ilusión óptica en la que él mismo nos sumergió con su zurda. Nos acostumbró a algo que es finito. Algo que tiene los años contados y que nunca antes se había visto en la historia. Cuánto tendrá que pasar para que nazca otro igual. Otro genio capaz de gobernar el fútbol como Messi lo ha hecho.

 

Por eso Messi no es del Barca, ni de Argentina, Messi es de todos. Es patrimonio del fútbol y de la historia del deporte, como los Federers, los Bolts, los Schumachers, los Jordans y los Woods. Mucha razón le cupo a Sampaoli cuando dijo que “Messi no le debía un mundial a Argentina, sino que el fútbol le debía un mundial a Messi”.

 

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Foto:

The Sun


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