Los 10 mandamientos del clasiquero

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Se viene el clásico capitalino y no podíamos olvidarnos de lo peor que tiene: los clasiqueros. 

 

1) No pagarás una boleta. Para el clasiquero la boleta siempre está muy cara. Siempre. Eso sí, cuando le hace saber al mundo que su club lo quiere robar en la cara, lo hace con botella en mano. Hay para la fiesta, para la botella de más, pero no para el equipo… Así van las prioridades.

 

2) Hincharás por otro equipo. El clasiquero se acomoda. El escudo, para él, no es sagrado ni excluyente ni inmodificable. ¿Que es de Millos pero la novia es caleña y el Cali sale campeón? No hay problema, nada pasa, se le verá con la cara pintada de verde, pleno, en el bus de la victoria.

 

3) No te incomodarás. El clasiquero, claro, no se puede mojar, ni insolar… ni hacer filas de más de cinco minutos. Si el día está gris, medio nublado (como Bogotá siempre), se siente plenamente justificado para no irse a “empapar” al estadio. Si hace sol, no va a ir a “insolarse”. Si el clima está a su gusto, prefiere quedarse en casa porque su tiempo vale demasiado como para a desperdiciarlo en una fila.

 

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4) No verás fútbol colombiano. El clasiquero nunca va al estadio porque se sabe superior al nivel de nuestro fútbol. El FPC no está a su altura, no le da la talla. Arrogante y sin sonrojarse se siente justificado cuando alega no perderse de nada, cuando decide dejar de ver a John Fredy Duque por ver a Toni Kroos.

 

5)Tirarás la casa por la ventana. Dos veces al semestre (cuando el clasiquero va al estadio), va con todas las de la ley: Lechona y Águila Cero en una mano, cinco palitos de queso y maíz pira en la otra. El Bon Bon Bum en boca no puede faltar. En la salida, claro, se gane o se pierda, despotrica por los precios y el platal invertido.

 

6)Nada ha de gustarte. El clasiquero, por definición, es destructor. Implacable con los directivos, con la hinchada, con los jugadores, con el color del uniforme. Sí, al clasiquero no le sirve nada, y es capaz de soltar, con ironía clasiquera: “si Millonarios no trae a un jugador de peso no me va a tener sentado en las tribunas”.

 

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7) No comerás cuento del entrenador. El clasiquero es más sabio que Menotti, Guardiola y Mourinho juntos. Si el técnico es extranjero, por definición, es un “paquete chileno”. Si es colombiano, un mediocre sin remedio. Mirando por encima del hombro, con ese cinismo tan suyo, explica que no va al estadio para ahorrarse la rabia que le produce “el incompetente argentino” que ha venido a robar al club.

 

 

8) Serás “el montador”. Que su equipo gane o pierda al clasiquiero lo lleva sin cuidado. El resultado no cambia ni su domingo ni su lunes ni su semana. Pero eso sí, es el primero en alardear en redes sociales, montándosela a sus amigos del rival, generalmente con enunciados fallidamente humorísticos e irónicos.

 

9) Serás la envidia de todos. El clasiquero, por alguna razón, es dueño y señor de una prenda que es la envidia de todos: la camiseta con la que Leider Preciado calló a los comandos, el saco oficial de Héctor Burguez o los guantes de Camilo Vargas cuando hizo el gol de cabeza. En los clásicos, sin creer en nadie, lo exhibe como el que no quiere la cosa.

 

10) Te venderás como “hincha a muerte”. El clasiquero vive sin vergüenza. Imposta. Mientre de frente. No le tiembla una ceja al venderse como hincha fiel, como “hincha a muerte”… a pesar de no haber pisado el estadio en los últimos dos años.

 

Para terminar: El clásico en 6 humillaciones. 


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