Nacional: el trampolín de Rueda a la Selección

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Cuando hizo maletas y se fue de Medellín, el hincha de Nacional creyó que no habría vida después de Juan Carlos Osorio. Fueron tres años gloriosos llenos de títulos y buen fútbol. Cuando se fue Juan Carlos ya no era suficiente ganar dos de tres ligas. No. El hincha quería algo más, pero en su imaginario no existía un técnico con la grandeza suficiente para rellenar el hueco. Y entonces llegó Reinaldo…

 

En Colombia lo conocíamos, pero miente el que diga que lo tenía por el genio que es. Había sido dos veces mundialista y sin embargo pensábamos en él como un entrenador ultradefensivo de fútbol juvenil. “Lo mejor que ha hecho —repetían los más cínicos — fue dejarnos por fuera del Mundial de Alemania”.

 

Recién aterrizado en Medellín fue cauteloso. Con un equipo ordenado y equilibrado ganó la Liga Águila en su regreso al fútbol colombiano. Después, al grupo del segundo semestre se le notó más trabajo. Con el periodo de adaptación que todo entrenador necesita, su propuesta carburó y vimos a un Nacional extraordinario levantar la segunda Copa Libertadores de la historia del club. La Suramericana también estuvo cerca, pero una canallada del destino les impidió jugar la final.

 

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Y después vino la noche. A sus problemas de salud —una terrible artrosis de cadera— se le sumaron la trágica derrota en el Mundial de Clubes y la eliminación en liga contra Santa Fe. El 2017 lo comenzó sin poder entrenar ni dirigir, viendo los partidos por televisión. Seis jugadores titulares se le bajaron del barco. El equipo se cayó y la buena campaña en la liga local no fue suficiente para compensar el fiasco de la caída en fase de grupos de Copa Libertadores.

 

Fue un semestre duro. Contra Millonarios y Cali el título estuvo cerca de escaparse. Por eso la voz quebrada cuando dijo que su ciclo estaba cumplido. Por eso las lágrimas de desahogo y cansancio, lágrimas de frustración y nostalgia, de despedida. Para Nacional fueron seis títulos en dos años y para el fútbol colombiano, un privilegio haber podido disfrutar de él semana a semana. Al que llegue, llámese Lillo, Guardiola o Mourinho, llámese como se llame, le va tocar trabajar mucho para estar a su altura.

 

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“Mi único error fue ilusionar al país”, dijo cuando lo echaron como a un perro de la Selección Colombia. Había recibido un equipo que era último en la eliminatoria y lo dejó a un punto del repechaje. El fútbol colombiano fue injusto con él. Haber ido al Mundial con Ecuador y Honduras no fue suficiente, tuvo que venir hasta acá y construir al mejor equipo que ha dado nuestro fútbol en la última década para que le comenzaramos a creer…

 

Pero ahora vaya y descanse, Reinaldo. Usted, y solo usted, debería coger a la Selección cuando Pékerman haya hecho lo suyo. El fútbol siempre da revancha.

 

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Foto:

El País


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