Yo quiero el grupo más fácil del sorteo, ¿y qué?

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Para los machitos que quieren jugar contra Alemania en grupos.

 

Cuando hablamos de ellos, lo hacemos en primera persona: “Perdimos con Inglaterra”, “empatamos con Alemania”, “clasificamos a Rusia”. Es algo extraño, pero es así: desde el lenguaje, y de ahí para arriba, nos apropiamos de la Selección Colombia. Los sentimos tan nuestros, tan importantes, que tácitamente los cargamos con responsabilidades que no le corresponden ni a Monseñor Pedro Rubiano.

 

Por eso, en vísperas del sorteo del Mundial, como si se tratara este de un concurso de valores supremos y no de un torneo de fútbol, aparecen los mismos de siempre: los machitos que se ufanan de querer un grupo difícil y sostienen que desearle un grupo fácil a Colombia es “un complejo de país tercermundista y mediocre”.

 

Como si un grupo con Alemania, Dinamarca y Corea del Sur nos hiciera menos mediocres o subdesarrollados que uno con Rusia, Túnez y Arabia Saudí. Las cosas como son: Colombia es un país tercermundista juegue con quien juegue y si nos comparamos con la tradición de las grandes selecciones del mundo nuestra historia mundialista está apenas por encima de lo mediocre.

 

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Después, pero no mucho más atrás e igual de irritantes, vienen los del famoso: “no importa el grupo que nos toque, para ser campeón hay que ganarle a todos”. Mintiendo de frente predican su verdad. Al revés, lo ilusionante del Mundial es que para ganarlo, precisamente, no hay que ganarle a todos. De hecho, hay que ganarle a 7 (de 32) y qué mejor que evitar a equipos complicados, aunque sea en primera ronda.

 

Los que hablan de mediocridad y complejos de inferioridad seguramente se sienten muy envalentonados por nuestro quinto puesto en Brasil 2014. Pero que no se olviden que nuestro grupo fue un peluche esponjado. Imaginen que en vez de Japón nos hubiera tocado con México y en vez de Grecia, con Holanda (o Inglaterra o Italia o Portugal o Francia, todas en el Bombo 4). Otro gallo habría cantado. No lo dude. Casos como el de Costa Rica son excepcionales.

 

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Complejo de inferioridad, más bien, es creer que somos un mejor país, con gente más determinada y menos mediocre por jugar contra selecciones poderosas en primera ronda. Tamaña estupidez. Ni el mundial es tan importante ni nuestra actuación en él (¿nuestra actuación?) nos define como país. ¿Qué creen? Alemania, que lo ha ganado cuatro veces, que es una potencia económica famosa por su gente trabajadora y eficiente y que llega como campeón defensor, está rezando por evitar a España o a cualquier otro coco en grupos. Allá nadie se cree mejor o peor por eso. Ellos solo quieren ganar y saben que un grupo fácil lo hace más probable. Punto.

 

Dejémonos de cuentos chimbos. Ojalá nos toque un grupo cagado y que luego en octavos nos toque contra Costa Rica; y en cuartos, contra Irán; y en semis, contra Túnez. Ojalá la final fuera con Arabia Saudita. Luego, siendo campeones del mundo, no seremos ni menos mediocres ni más virtuosos ni menos tercermundistas. Seremos más felices y habremos tenido un mes de locos.

 

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