Guardiola, el ricachón

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Quienes hemos estado atentos a la carrera de Pep sabemos que estamos asistiendo a la versión menos guardiolista de Guardiola.

 

Después de su retiro como jugador, el Pep entrenador —a lo mejor sin pretenderlo— llegó a incomodar, a remover cimientos y a sacudir el inmovilismo. La disidencia y la rebeldía tienen un costo grande, por eso la fuerte resistencia contra un innovador que defiende y desarrolla sus ideas con la vehemencia y la pasión con la que Guardiola lo hace.

 

Por un lado, Guardiola ha logrado ganarse un respeto grandísimo inmersas en el mundillo del fútbol: entrenadores, formadores, jugadores, directivos y estudiantes. Por otro lado, su figura ha generado entre periodistas, aficionados y algunos sectores de opinión un rechazo y una antipatía sin precedentes.

 

En ese debate, que es mucho más del periodismo que de quienes trabajan directamente con la pelota, han surgido muchas teorías dudosas de su capacidad: que es un entrenador sobrevalorado, que sin Messi hubiera sido un entrenador promedio, que los árbitros le ayudan, que su discurso sobre la posesión es una idea caduca, que nunca ganaría con equipos menores, etcétera, etcétera.

 

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Hoy, los autores y defensores de dichas teorías están sentados en primera fila esperando una mala temporada del Manchester City para caerle a palos a Guardiola y, pegándose golpecitos en el pecho, salir a darse la razón. La presión aumenta como en una olla a presión y parece que está comenzando a condicionar al entrenador.

 

La sombra de su Barcelona se convirtió en un fantasma que lo persigue a todas partes. Está tácitamente en todas las ruedas de prensa, en los análisis y en artículos que se escriben sobre él. Pero exigirle a Guardiola que replique su Barcelona en Alemania, Inglaterra o en cualquier otra parte es tan ridículo como exigirle a un gran director de cine que todas sus películas sean tan buenas como la mejor; o a un gran escritor, que todas sus novelas tengan el genio y el nivel de su mejor libro.

 

El nivel de crítica y exigencia del que hablamos ha desembocado en una situación límite. El Guardiola de Inglaterra ya tiene el agua al cuello. Al día de hoy, si el City gana menos de dos títulos importantes se considerará un fracaso absoluto. Para muchos será la prueba inequívoca de que Guardiola es un entrenador del montón.

 

El problema es que el quiere ganar la Premier y la Champions, pero también quiere ganar ese partido particular que tiene con la historia y con aquellos que pretenden minimizar su legado.Y la presión ya es mucha, y cada día mayor. Entonces, para ganar ese partido, estamos viendo a un Guardiola dispuesto a todo.

 

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Yo he sido y soy un profundo admirador de sus equipos y de su ideario, pero no me gusta este Pep despilfarrador, todopoderoso, que parece un banquero.

 

La preparación de su Manchester modelo 2017/18 rompe récords de inversión cada semana. Entre Bernardo Silva, Ederson, Walker, Mendy y Danilo ya van 235 millones de euros invertidos. Pep, que es dueño de uno los olfatos más agudos para ver el juego y descubrir talento joven, compró en la misma semana, por un total de 110 millones de euros, a los dos defensores más caros de la historia. Y no estamos hablamos de Marcelo, Roberto Carlos o el Dani Alves del 2010; estamos hablando de Walker, un muy buen lateral de Tottenham, pero nada más que eso.

 

Mientras el Madrid compró a Varane por siete millones, el Barca a Umtiti por 30 y el Bayern a Hummels por 38, Guardiola pagó 55 por Stones, un central que no ha demostrado estar ni dentro de los diez mejores del mundo.

 

El éxito de sus equipos ha contado con el liderazgo de estrellas muy bien complementadas por jugadores que aparentemente no copan portadas ni titulares de prensa, pero que han terminado siendo fundamentales en la construcción de su propuesta. Jugadores como Kimmich, Keyta, Cuenca, entre otros, cuyo crecimiento tuvo su firma. Prefiero ver la cristalización de esas apuestas, antes que pagar 57 millones de euros por un jugador que no ha demostrado que los vale.

 

Desencanta ver a este Guardiola de chequera infinita pagando lo que sea y como sea con tal de armar su equipo. Dirán algunos que si a otros entrenadores les ofrecieran gastar lo que el City a Pep estos harían lo mismo. Posiblemente sea cierto. Pero es precisamente por eso que los que decimos que Guardiola es un entrenador especial sentimos que la fuerza de su discurso se disipa con este nivel de derroche.

 

Seguramente veremos a un Manchester City más fuerte para defender y más letal para atacar. El equipazo que está armando es un serio candidato para ganar la Premier y la Champions. Mérito tendrá si lo consigue, pero no es agradable asistir a esta versión tan extravagante de Guardiola.

 

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Foto: libertaddigital.com


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