Millos, su presidente mudo y los violentos

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Otra vez los violentos de siempre se pusieron de ruana el Campín. No entienden que a quien más le hacen daño es a Millonarios.

 

Desde hace años se dice que el principal patrimonio de Millonarios es su hinchada. Que no abandona, que siempre está. En la riqueza y en la pobreza. Que es más fiel que Sancho Panza. Que se ilusiona con poco. Que con tres buenos partidos ya se cree el cuento. Todo eso es cierto. Los hinchas menores de 30 de Millos merecen la medalla de la paciencia y la fidelidad en su grado más alto.

 

En 29 años el equipo solo ha ganado un título de liga. En los últimos 20 ha llegado a una sola final (¡tres veces menos que La Equidad!) y, aun así, semestre a semestre el equipo cuenta con uno de los mejores promedios de asistencia. Cuando hay proyectos ilusionantes (2007 y 2012, por ejemplo) tiene la mejor taquilla. Pero recientemente ese último refugio de orgullo azul se ha visto opacado por dos razones: la libertad que tienen los hinchas violentos para delinquir y la falta de diligencia de un presidente que no transmite nada.

 

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Vamos por partes. En agosto del 2016 unos impresentables invadieron la cancha en un partido que Millonarios perdía 0-1 al minuto 42 contra el Bucaramanga en El Campín. La Dimayor sancionó al club con 18 millones, decretó una victoria del Bucaramanga y dejó a Millonarios sin público por cuatro partidos. No contar con el ingreso de las taquillas de cuatro partidos produjo un vació financiero en el presupuesto del 2016. Estamos hablando del 40% de los ingresos de ese rubro. Por culpa de unos violentos el club tuvo menos músculo para traer refuerzos para el 2017.

 

El 7 de agosto de este año en el juego contra Junior en El Campín, la Blue Rain, una de las barras bravas, protagonizó otro papelón. Riñas y peleas al interior de la barra en pleno partido. Golpes a agentes de la Policía. La Dimayor cerró esa tribuna por el resto del semestre. El último show fue este domingo. Al minuto 5 del segundo tiempo en el partido contra el Pasto, los Comandos Azules prendieron bengalas, intentaron invadir el campo y obligaron al árbitro a parar el juego por unos minutos. Andrés Cadavid capitán y corazón de este Millonarios salió al final del partido a decir lo obvio: que la violencia y la impaciencia de unos pocos afectan al equipo y al club en general. Que todos queremos ganar, pero que ese no es el camino.

 

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Lo preocupante es que para corregir esta situación estamos en manos de nadie. Primero, los violentos son individuos incorregibles. En caso de que lo fueran, no son Millonarios ni el fútbol los responsables de hacer pedagogía y reconducir la conducta social de unos indeseables que pasan por encima de todo y de todos. Las universidades, las cárceles, las familias y las políticas públicas están para eso. Pero, ¿por qué los hinchas de bien y el club tienen que cargar con las conductas de esta gente? Mientras no se inventen mecanismos de sanción y control rigurosos seguiremos dependiendo de la paciencia de esta gente.

 

Segundo, la falta de liderazgo y gestión de Enrique Camacho, el presidente de Millos y de su junta es irritante. Camacho no tiene la culpa de que un pequeño porcentaje de la afición de Millonarios sea violenta, pero tiene el poder y los medios para tomar medidas; hacer sentir su voz, liderar campañas, hacer hashtags en redes, imponer sanciones, abanderar la lucha contra los violentos del Campín y del país, cerrar tribunas, hacer alianzas con la Policía, crear mecanismos de sanción social, incentivar el buen comportamiento… la lista puede ser infinita.

 

Basta con darse una vuelta por las redes sociales de algunos clubes de Europa (Manchester City, Borussia Dortmund, PSG, Sevilla) para ver la cantidad de iniciativas y actividades que hay entre el club y sus aficiones. Es cuestión de liderazgo, diligencia e innovación. Es cuestión de espíritu.

 

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Pero el club está presidido por un señor mudo. Una momia. A su falta de carisma, Camacho le suma una estrategia de comunicación insulsa, mísera, silenciosa. La sensación que transmite es que el club es absolutamente incapaz e impotente de reducir así sea mínimamente el tema de la violencia. No hace nada. Ni con acciones ni con símbolos. La inoperancia es total.

 

La conclusión es que jugadores, hinchas de bien —que son la inmensa mayoría— y cuerpo técnico están en manos de nadie. El tema de la violencia es delicado. No solo por las sanciones económicas, también indispone al jugador, le genera una presión extra e innecesaria. El equipo no va a jugar mejor con bengalas, riñas e invasiones.

 

Si usted es hincha de Millonarios, de los de bien, de los deseables, no sea mezquino, no pida el cielo. Con la nómina que hay Russo hace más de lo que puede. Siga teniendo paciencia que su corazón ya tiene callo, y siga yendo al Campín a alentar, a acompañar. Siga siendo el Sancho Panza de toda la vida. Quizá algún día el Quijote va a convertir los remolinos de viento en títulos y vueltas olímpicas.

 

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Foto: tiempo.com


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