El empate frente al Manchester United dejó al Leicester a un pasito del título. Si el Tottenham no gana el lunes, los “Foxes” se coronarán campeones sin jugar
Se nos atragantó el grito de “Leicester campeón”. Se nos atragantó porque al frente se paró un gran Manchester United. Tal vez no el mejor, no el de la ¨clase del 92¨, pero sí uno bueno, una de las mejores versiones del equipo empantanado y frío que ha sido en las últimas temporadas. Los “Zorros” de Ranieri, por el contrario, no estuvieron en su mejor día. No fueron ese equipo al que nada parece inquietarlo en defensa, tampoco pudieron explotar su talante contragolpeador, pero su fuego sagrado y su compromiso con la causa fueron argumentos suficientes para cosechar un empate que supo a victoria.
En el papel, Van Gaal dibujó un 4-3-3. Micheal Carrick jugó siempre delante de la línea de cuatro y fue el encargado de darle equilibrio al equipo. Fellaini y Rooney jugaron de interiores: el inglés fue el abanderado de la creación del equipo y el belga tuvo la orden de romper por adentro y explotar su altura en el área del Leicester. Por afuera, de extremos, jugaron Martial y Lingard, y en punta estuvo el juvenil Marcus Rashford.
Por el lado del Leicester no hubo sorpresa alguna, no la ha habido desde que arrancó la temporada. El líder solitario de la Premier es el equipo que menos hombres ha usado y el que menos cambios ha hecho en su once inicial. Su 4-4-1-1 fue el mismo de siempre y su idea de juego también. Porque si algo tiene este equipo es una idea de juego claramente definida. No importa si juega Vardy o Ulloa, o si lo hace Schlupp en vez de Albrighton, al final, todos están comprometidos con una propuesta que se sustenta en la solidaridad, en el compromiso defensivo y en la explosión ofensiva.
El más veces campeón de Inglaterra salió a la cancha con brío, como si se rehusara a conceder una vuelta olímpica ajena en el “Teatro de los Sueños”. A los ocho minutos de juego, después de un centro de Antonio Valencia, Martial, que arrancó siempre desde la banda izquierda, apareció libre y venció a Schmeichel. En ese momento, se nos hizo un nudo en la garganta a todos los amantes de este deporte que deseamos ver al Leicester campeón. El equipo no se encontraba, la presión alta del United desnudaba las limitaciones técnicas de sus jugadores e impedía la salida limpia del balón. Además, dada la ausencia de Vardy, el equipo no podía hacer valer uno de sus más poderosos recursos: el juego largo al espacio.
Pero este equipo no necesita ni del balón, ni de la estética, ni tampoco de sus mejores jugadores para hacer daño. No, este equipo lo que tiene es convicción y oficio. Entonces, cuando las cosas peor pintaban, apareció Morgan y de cabeza le volvió a dar vida al sueño. Lo del capitán es increíble. Morgan es quizá el jugador más tosco de toda la Premier League, es capaz de fallar un pase a tres metros, en vez de guayos se calza dos baldes y su figura nos hace pensar, no en un futbolista, sino en un boxeador. Sin embargo, a punta de convicción, liderazgo y goles determinantes, ha sido incluido en el once ideal de la liga. Su nombre, sin duda, retumbará para siempre en los corredores del King Power Stadium.
En la primera mitad del segundo tiempo, el United estuvo alicaído. La precisión del primer tiempo se esfumó, los jugadores ofensivos se desaparecieron y Rooney no encontró socios en la mitad de la cancha. De repente, el partido se empezó a hacer cómodo para el Leicester. El dinamismo de Kanté y el desparpajo de Mahrez comenzaron a florecer y De Gea tuvo que intervenir para evitar el gol del título. Pero la superioridad visitante no duró mucho. Con la entrada de Mata, la mitad de la cancha volvió a ser roja. Fellaini pudo soltarse mucho más y el plan del equipo fue bombardear el área rival con centros, para aprovechar así la estatura del belga. Los últimos veinte minutos del partido se pasaron como años para el Leicester y el arquero Schmeichel se volvió a ratificar como uno de los grandes responsables de este milagro.
El pitazo final fue un alivio para todos, para los jugadores, para Ranieri, para los hinchas y para los románticos, que desde hace varias jornadas esperamos ansiosos el desenlace de este sueño que ya parece ser una realidad. Ahora, sólo nos queda rezar para que el Tottenham gane mañana, pues de no hacerlo el Leicester se coronaría campeón sin jugar. ¡Qué no sea así! Es que esta historia es demasiado linda como para que nos priven de ser participes de la celebración.
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Twitter: @martinlleja