Después de unos años difíciles en Inglaterra y España, ahora, en Alemania, el fútbol le sonríe a Chicharito Hernández
Javier Hernández Balcázar tenía 21 años y apenas había tenido una buena temporada en el primer equipo del Guadalajara cuando se anunció su paso al Manchester United. Tal vez fue por eso, por lo precipitado que pareció su fichaje, que desde su arribo a Europa en 2010 la desconfianza del público en sus aptitudes ha sido una constante. Al Manchester United y al Real Madrid, dos pesos pesados del fútbol mundial, llegó con la obligación de demostrar su valía, como si de entrada ya estuviera debiendo algo. En Manchester, primero, tuvo que convivir con la presión de demostrar que su fichaje no era un desatino de Ferguson y en Madrid, después, tuvo que luchar contra la creencia de que no valía para un equipo como el Real Madrid. Ahora, en Alemania, a punta de goles está demostrando que eso de “encontrársela siempre” es cuestión de método y no de suerte.
Javier, entonces, no la tuvo fácil. A diferencia de lo que debería suceder con los delanteros, los goles que marcó -muchos de ellos decisivos- no lograron disipar la nube de desconfianza que lo persiguió amenazante durante sus primeras dos etapas en Europa. Desde su llegada a Old Trafford en 2010 hasta la marcha de Sir Alex Ferguson en junio de 2013, Chicharito marcó un total de 50 goles en 116 partidos (0,43 goles por partido). Un número nada despreciable, sobre todo si se tiene en cuenta que tan sólo en 71 fue titular. Pero ni así logró comprar el cartel de delantero indiscutible, ni tampoco la confianza de David Moyes. Con la llegada del nuevo técnico la participación y la producción goleadora del mexicano se redujo considerablemente: durante la temporada 2013/14 jugó 36 partidos, fue titular en apenas 12 y marcó 9 goles. Abandonó Manchester con dignidad, después de haberle competido el puesto a delanteros de la talla de Wayne Rooney, Dimitar Berbatov y Robin Van Persie.
Al Manchester United y al Real Madrid, dos pesos pesados del fútbol mundial, llegó con la obligación de demostrar su valía, como si de entrada ya estuviera debiendo algo.
En Madrid la cosa no cambió mucho. En España jugó poco, pero el tiempo escaso fue, paradójicamente, la herramienta con la que sacó a relucir una de sus más grandes virtudes: la eficacia. Con Ancelotti participó en 33 partidos, siendo titular en tan sólo 12 de ellos. En total, jugó 1361 minutos y marcó 9 goles: un gol cada 151 minutos. En contraste, Benzema, la razón aparente de la suplencia del mexicano, marcó cada 167 minutos. Chicharito necesita, pues, pocos minutos para marcar al ritmo de los más grandes. Su falta de continuidad nunca le pesó y cuando tuvo que entrar cumplió con creces. Siempre que jugó lo hizo con humildad, compromiso y profesionalismo. De nuestras retinas nunca se borrará el gol al Atlético de Madrid con el que clasificó al Real Madrid a semifinales de la Champions League. Pero en el fútbol moderno y más en el patio de Florentino Pérez, la sola épica no es suficiente. Además, la tribuna nunca le perdonó haber sido el reemplazo de Álvaro Morata, hijo pródigo de la casa blanca…Chicharito, al final, se tuvo que ir.
De vuelta en Manchester Van Gaal le bajo el pulgar y Javier tuvo que migrar a la Bundesliga, al Bayer Leverkusen, un club chico si se le compara con el United o el Madrid. En la ciudad de la aspirina Chicharito ha recibido la confianza que antes le fue negada. Llegó como la apuesta de gol del técnico Roger Schmidt y, por primera vez, no le debe nada a nadie. Finalmente el delantero mexicano ha encontrado un contexto idóneo para desplegar al máximo todas sus condiciones futbolísticas, habilidades que ya había demostrado, pero a cuenta gotas en España e Inglaterra. Chicharito ya no es más el eterno suplente, el actor de reparto, finalmente logró convertirse en la voz líder, en el “Rockstar” de su equipo.
Además, la tribuna nunca le perdonó haber sido el reemplazo de Álvaro Morata, hijo pródigo de la casa blanca…Chicharito, al final, se tuvo que ir.
Los minutos y la confianza, pero también la idea de juego de un equipo ultra-agresivo, han agudizado el instinto de este asesino con cara de niño. Ya sea en el habitual 4-4-2, con Kiessling como segundo delantero, o en el esporádico 4-5-1, el mexicano es siempre la baza en ataque de Schmidt. Ofensivamente, el equipo gira en torno al “7”. La apuesta es ejercer una presión alta prolongada –que arranca él mismo–, recuperar el balón en campo contrario e inmediatamente aprovechar los desmarques y las diagonales del mexicano, que es un experto ocupando los espacios que le abre el segundo delantero. Su velocidad, su intuición y su habilidad para jugar siempre al límite del fuera de lugar y recibir detrás de los defensores, lo convierten en el mejor socio de grandes pasadores como Bellarabi o Çalhanoğlu.
A pesar de que así se haya insaturado en el imaginario de los aficionados, Chicharito no es un delantero de área clásico. Si bien tiene un buen juego aéreo y suele aparecer por la mitad, cazando algún rebote o llegando de atrás para empujarla, su zona de influencia es mucho mayor que las dieciséis con cincuenta. Su constante movilidad y su habilidad para trazar diagonales habitualmente lo llevan recibir la pelota en sectores laterales, circunferentes al arco. Desde ahí también, y sin ver la portería de frente, es capaz de apretar de primera el gatillo. Chicharito se siente cómodo dentro y fuera del área. Cuesta trabajo pensar en algún otro delantero que tenga tal inteligencia para atacar el espacio.
Los minutos y la confianza, pero también la idea de juego de un equipo ultra-agresivo, han agudizado el instinto de este asesino con cara de niño.
Su compromiso con el equipo, sin embargo, no viene exclusivamente en forma de desmarques y goles. Más de uno de los 26 goles (en 38 partidos) que lleva en el presente curso ha sido consecuencia directa de la agresividad y la intuición con la que él mismo presiona la salida de la primera línea rival. Con él arranca y termina la idea de Schmidt. Kleine Erbse (chicharito en alemán), como le dicen los hinchas, ya es el jefe del Leverkusen. Un jefe que lidera desde su actuar, mandando un mensaje de solidaridad, profesionalismo y compromiso con la idea de juego.
“No es tan bueno, sólo tiene suerte” o “Chicharito siempre se la encuentra” son frases torpes, que hasta hoy, han descrito el paso del mexicano por el fútbol europeo. Es que con Chicharito se ha sido injusto, lo hemos sido nosotros, los aficionados, y el fútbol, que es caprichoso. En los últimos años, quizá por su irregular participación en el Manchester United y su paso rocoso por el Real Madrid, se ha cometido el error de contemplar a Chicharito con un halo de pesar y condescendencia. Como si cuando habláramos de él, estuviéramos hablando de otro y no de un delantero soberbio, que tiene dos mundiales encima y que está en camino a convertirse en el máximo goleador de la selección mexicana.
Aunque es verdad, y esta vez lo digo en serio: Chicharito siempre se la encuentra. Afortunadamente algo que se repite “siempre” deja de ser una casualidad y migra al plano de la causalidad. Para encontrársela siempre hay que tener algo especial y Chicharito lo tiene. Lo habrá notado Sir Alex Ferguson, que alguito sabe de este negocio. ¡Vaya que no se equivocó!
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