Le contamos cómo Santa Fe le ganó el clásico a Millonarios y lo dejó por fuera de los playoffs de la Liga Águila
La garra y sobretodo, las ganas de joder al azul
Para Santa Fe la importancia de este clásico trascendía los tres puntos que estaban en juego. Sin opción alguna de clasificar, por lo que se jugaba era otra cosa: joder a Millonarios. Y así lo demostraron desde el arranque del partido, adueñándose del balón y desplegando una intensidad altísima. En la mitad de la cancha, Baldomero, Roa y Gordillo supieron anular cualquier intensión de construir desde la mitad de un Millonarios que, a diferencia del rival, entró dormido a la cancha. Al minuto 11 la superioridad de Santa Fe se materializó en un centro desde la derecha que Moya metió al arco sin ninguna oposición.
Con el resultado a favor, Santa Fe continuó aprovechando la somnolencia de Millonarios y le sumó al dominio en la mitad, los despuntes por las bandas de Pajoy y Herrera que le ganaron constantemente la espalda a Román y Banguero. Más allá de cualquier planteamiento de Bedoya y Agustín Julio desde la raya, lo de Santa Fe fue sobretodo la motivación y las ganas de que el némesis de siempre no clasificara. Quizás los únicos lunares fueron las dos opciones que Roa y Morelo perdonaron y con las que el primer tiempo hubiera podido terminar 2 o incluso 3-0.
Millonarios por su parte, superó lo que había hecho contra Lara en Venezuela hace dos semanas y se adjudicó el peor primer tiempo en la era Russo. Igual que en la Libertadores, lo que más pesó fue la ausencia de los que siempre cumplen, porque a estas alturas el hincha de Millos sabe que pedirle un buen centro o desborde a Éliser es inútil; pero ver en cambio, a Duque tirando cambios de frente que aterrizan en Oriental general y a Macalister resbalándose y errando pases de 3 metros, sin dudas terminó de nublar el panorama del partido.
Ni los pela’os, ni los de la 15
Sumado a la puteada que seguramente retumbó en las paredes del camerino de Millonarios, Russo mandó al segundo tiempo dos cambios en el equipo. Henry Rojas por el lesionado Macalister -aunque si no hubiera sido obligada, la sustitución también era lógica desde la impotencia creativa de Mac- ; y Carachito por Carrillo, donde fue evidente el peso que causó en el imberbe volante la inexperiencia en este tipo de partidos. Porque también Román y Salázar, los otros pelados que no estuvieron el histórico 17 de diciembre, se vieron superados por el contexto a la hora de tocar el balón.
Pero la solución tampoco llegó con el ingreso del Caracho y Henry, ambos testigos directos de la 15. De hecho los dos, en vez de brindarle un respiro al equipo en cuánto a ideas desde la mitad de la cancha, terminaron embarrándola más y le regalaron a Santa Fe un par de oportunidades que, de no ser por Fáriñez, hubieran sentenciado el clásico.
Todo estaba servido
Con la noticia de que solo empatando Millonarios se metía en los ocho, los de Russo entraron en la zona del cómo sea y quemaron sus últimos cartuchos a punta de pelotazos. Santa Fe a su vez, veía como con el pasar de los minutos, se hacía realidad su cometido inicial de joder a los vecinos, por lo que afianzaron su actitud férrea en defensa y terminaron de instaurar la sólida muralla para proteger el arco de Rufay. Como si de una final se tratase, los 11 (que después fueron 10 y al final 9) de rojo defendieron con uñas y dientes todos y cada uno de los balones que llovían desde los guayos de De Los Santos, Carachito y Henry Rojas.
Al final, las ganas de Santa Fe de aguar la fiesta del rival (y de un atisbo de venganza, por qué no) terminaron superando a un Millonarios que sufrió las consecuencias de su irregularidad, falta de plantel y desconcierto que han protagonizado todo lo que llevan de año.
Foto:
El Tiempo