Mil veces ‘Carletto’

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Carlo Ancelotti superó los 1000 partidos como entrenador.  En Hablaelbalón no pudimos pasarlo inadvertido y se lo celebramos haciendo un recorrido por los momentos cumbre de la carrera de un entrenador que está por encima de lo humano y lo divino.

 

Con la sonrisa de un viejo bonachón, que ya todo lo vivió y ya todo lo sabe, ‘Carletto’ brilla con luz propia en el Bayern. Parece una estrella de Hollywood. A nadie le queda mejor el chaleco de un grande de Europa que a él. Pero para llegar hasta acá, Ancelotti tuvo que sortear una carrera larga y compleja.

 

Tuvo que perder muchísimo. Logró dejar de lado la potente influencia del Milan de Sacchi, abandonó la ortodoxia y se hizo flexible. No se casó nunca con una única fórmula. Dirigió a los mejores. Fue tres veces campeón de Europa y se hizo políglota. Son 1000 partidos en la élite. Su biografía es un tomo de mucho valor. Pesado.

 

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Sacchi y Zidane: dos figuras clave

El Milán de Arrigo Sacchi, a finales de los 90`s, fue uno de los equipos más importantes de la historia del fútbol. Cambió el paradigma. Combatió y superó el 5-3-2 que se había impuesto en el Calcio con un 4-4-2 de pressing alto, juego entre líneas y espíritu notablemente ofensivo.

 

Este equipo, bicampeón de Europa, marcó al fútbol y sobre todo a un tal Carlo Ancelotti, quien fuera su mediocentro. La sombra de ese Milan lo ha acompañado durante toda su carrera de entrenador.

 

Su primera oportunidad en primera fue en el banco del Parama en 1996. Nevio Scala, su antecesor, consolidó un 3-5-2 con el que el equipo conquistó una Copa Uefa y vivió los mejores años de su historia. ‘Carletto’ llegó y pateó la pizarra. Trató de hacer del Parma una reproducción del 4-4-2 del Milan de Sacchi.

 

En el mediocentro jugaban Sensini y Dino Baggio, Crippa por izquierda y Stanic por derecha. Arriba tenía dos puestos para tres nombres: Crespo, Chiesa y Gianfranco Zola. Los dos primeros eran delanteros puros y el tercero un mediapunta. Y como para entonces ‘Carletto’ era esquemático y poco flexible, terminó sacrificando a un talento de la dimensión de Zola.

 

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La temporada siguiente, el Parma tuvo la oportunidad de fichar a Roberto Baggio, uno de los mejores delanteros de la historia. Pero en la figura que Ancelotti tenía en su cabeza no había cabida para un atacante que esencialmente era un segundo delantero. Ancelotti se fue del Parma sin ganar y dejando varios cadáveres por tratar de llevar a cabo su rígida propuesta.

 

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Del Parma pasó a la Juventus, en donde estuvo por dos temporadas. En su primer año respetó el esquema que heredó de Lippi. Pero para la temporada 99/00, ‘Carletto’ rompió los códigos de su partitura. Tenía a Zidane, Del Piero e Inzaghi y no quiso volver a sacrificar genios en detrimento del sistema. Desde entonces hasta hoy, Ancelotti se ha dedicado a lo que mejor sabe: potenciar fenómenos. Esa temporada la Juve jugó con un 4-3-1-2 con Zidane en la creación, Del Piero de media punta e Inzaghi en punta.

 

De repente, la magia y el apoteósico talento de Zidane (y de Del Piero y de Davids y de Inzaghi) lo obligaron a abandonar la ortodoxia. Seguramente poner a ‘Zizou’ como su segundo en el Real Madrid fue su manera de agradecérselo.

 

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El Milan y su árbol de Navidad

Ancelotti llegó al Milan en noviembre del 2001. En seis temporadas y media ganó dos Copas de Europa, una Serie A, un Mundial de Clubes y una Copa Italia. En aquella etapa tuvo siempre un equipo descomunal: delanteros letales, volantes talentosísimos y una defensa que marcó época.

 

En sus primeros meses se enfrentó a una encrucijada, cuya solución terminaría siendo una de las decisiones más geniales de su carrera: la conversión de Pirlo a mediocentro. Inicialmente jugó con un 4-3-1-2 en el que Gattuso jugaba en la mitad y Andrea era el suplente de Rui Costa en la mediapunta. Pero para la temporada siguiente, el italiano se negó a borrar a Pirlo. Repitió sistema, pero esta vez lo puso de cabeza de área y lo arropó con Seedorf y Gatusso; arriba jugaron Shevchenko e Inazaghi y detrás de ellos, Rui Costa. Aquel equipo, irregular en Liga, pero furioso en Europa, terminó levantando la ‘Orejona’.

 

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Foto: ISF

 

El siguiente verano llegaron Kaka y Cafú. El Ancelotti del Parma, seguramente, habría sentado a Rui Costa o a Inzaghi. Pero bajo la premisa de tener cómodos a los mejores, ‘Carletto’ logró mantener por cuatro temporadas una base de jugadores extraordinarios.  El sistema oscilaba entre el 4-3-1-2 y el 4-3-2-1 y fue entonces que se acuñó su famoso Árbol de Navidad:  Rui Costa y Kaká juntos en la creación o Kaká solo con Shevchenko e Inzaghi por delante.

 

Fue un equipo leyenda que llegó a dos finales de Champions. Ambas contra el Liverpool. La primera la perdió inexplicablemente en Estambul, pero dos años después, en 2007, el arbolito sí dio frutos.

 

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Real Madrid: de la décima al buen juego

Después de dirigir al Chelsea y al PSG, donde ganó una Premier y una Ligue 1, ‘Carletto’ llegó en verano del 2013 a dirigir al más grande de los grandes buques. Heredó un equipo con la mentalidad y la raza de Mourinho.

 

Con el flamante fichaje de Bale bajo el brazo, Carletto volvió a acudir a su máxima de jugar con los mejores. Para soldar con hierro el nacimiento de la BBC,  ‘Angelito’ debía darle paso a Gareth Bale y jugar de interior. Aunque sus características hacían dudar de verle brillar allí, el viejo zorro italiano, a puro pragmatismo, rearmó el rompecabezas y puso a los mejores. Construyó un 4-3-3 con Casillas; Marcelo, Ramos, Pepe, Carvajal; Xabi Alonso de mediocentro, Modric y Di María de interiores; Bale, Cristiano y Benzema.

 

Con un equipo que otra vez se olvidó de la liga para pelear en Europa, se ganó la décima en una final épica contra el ‘Atleti’. Di María fue el mejor jugador de la final y Bale metió el gol ganador. ‘Carletto’ se dio palmaditas en el pecho. Su experimento funcionó.

 

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Paradójicamente, el mejor Real Madrid de Ancelotti no fue el equipo de la décima sino el que se vio de septiembre a diciembre en su segunda temporada. Di María, incómodo de interior, se peleó con el club y se fue al Manchester United. Llegaron Kroos y James. El colombiano debía jugar, pero con un excelente último pase, una gran pegada y mucho gol, no debía hacerlo tan lejos del área como Ángel. Ancelotti armó un 4-4-2 con Bale y James por las bandas, con la orden de jugar de afuera hacia adentro, para cederles el carril a Marcelo y Carvajal.

 

Con  Bale lesionado, el equipo viró a jugar con cuatro volantes que se hicieron futbolistas siendo mediapuntas. Inédito. Un lírico 4-4-2 con Modric y Kroos sosteniendo el juego con clases magistrales de fútbol-control. Isco por izquierda y James por derecha, Cristiano y Benzema arriba.

 

Al ritmo de estos cuatro violines, el Madrid consiguió 23 victorias en línea y ganó el Mundial de Clubes. Aunque luego cayó en picada (y padeció el triplete del Barcelona), esos tres meses fueron un regalo. Tan sólido como armónico, Ancelotti construyó el Real Madrid más estético de la última década.

 

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Foto: Marca

 

El lunar de Carletto

La metáfora que mejor explica la tarea de un entrenador es la de la frazada corta. Cuando la cobija es corta se debe elegir entre cubrir la cabeza o cubrir los pies. El reto de un entrenador está en elegir con precisión en que momento cubrir cada parte sin dejar congelar la otra, pues no alcanza para todo.

 

Con esta metáfora en mente y tras revisar los 22 años de carrera del italiano, debemos decir que Ancelotti ha sido incapaz de construir proyectos regulares por dos o tres temporadas. Su propuesta no se sostiene en el tiempo. Además, cuando ‘Carletto’ cubre la cabeza, se olvida de los pies: pelea la liga o la  Champions o la Copa, pero nunca las tres.

 

Su gestión montaña rusa en el Milán, su salida en blanco de la Juve (con enormes jugadores), sus dificultades de adaptación en el Parma y sus decisiones de cal y de arena en el Chelsea y el PSG comprueban la teoría. Aunque ha ganado tres Champions, en veinte años al mando de peces gordos, solo ganó tres ligas. Hay que decirlo: en la competencia de la regularidad, la de miércoles-domingo-miércoles domingo, Carlo tiene números en rojo.

 

Pero, ¿y qué?, a Ancelotti no se le mide con calculadora. El debate del éxito le es ajeno. Todos los grandes equipos lo desean y parece que por todos pasará en algún momento.

 

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Foto:

MojehMen


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