Lahm: el alemán menos alemán

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Quien vio los inicios y el fin de la carrera de Philipp Lahm ha visto mucho. Pero sobre todo, vio a uno de los mejores laterales de la historia. Conozca los secretos de un jugador único. 

 

En la Euro 2000, organizada por Bélgica y Holanda, Alemania estuvo en el grupo A con Inglaterra, Rumania y Portugal. La participación bávara fue un desastre. Quedó última con un punto. Empató contra Rumania, perdió 0-1 con Inglaterra y Portugal le metió un baile inolvidable.

 

La eliminación en Francia 98 había sido un aviso y la eliminación trágica en la Euro dos años después fue una confirmación. ¿Qué hicieron? Se miraron el ombligo y entendieron que el problema era estructural. Entre tantas virtudes que tienen los alemanes hay una que brilla especialmente: su capacidad reformista.

 

La Federación Alemana de Fútbol reunió a dirigentes importantes y miró al futuro. Se cambiaron los marcos de organización de los clubes, se decidió potenciar las escuelas de formación, buscar jugadores jóvenes talentosos y profesionalizar más a los entrenadores. Hasta entonces, el modelo de formación imperante era un contexto difícil para un Philipp Lahm. Alemania empezó a buscar y a apreciar un estereotipo de jugador al que antes despreciaba.

 

En medio de esos años de transformación, potenciados por la llegada de Klinsmann y Löw a la Selección en el 2004, apareció en las categorías inferiores del Bayern Múnich un menudo y talentoso lateral que no tenía cuerpo de alemán.

 

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¿Por qué Philipp es especial?

El Bayern lo incorporó a sus divisiones menores cuando tenía once años. Venía del Gern München, un club de fútbol de su natal Gern, donde había jugado desde los seis años. Para entonces era un volante ofensivo que jugaba por detrás de los delanteros.

 

Lahm deslumbró desde que llegó. Uno de sus primeros entrenadores, Hermann Gerland, dijo que “nunca había visto algo así, un chico que no cometía ningún error, que jugaba un fútbol natural, que aportaba en cada balón y que nunca ponía en aprietos a sus compañeros”. Esta confesión podría ser perfectamente el apartado de una crónica de alguno de los 765 partidos que jugó Lahm en su carrera.

 

Philipp escaló por el resto de categorías juveniles y llegó al segundo equipo del Bayern con 17 años, en el fue capitán en el segundo año, siendo campeón juvenil en el 2001 y 2002.

 

Debutó en el primer equipo en la temporada 2002/03, pero jugó muy pocos minutos ese año. Los laterales titulares del Bayer eran Willy Sagnol y Bixente Lizarazu. El club sabía que tenía un diamante y que no debía frenar su progresión. Se fue cedido al Sttutgart y allí jugó fue titular del 2003 al 2005. Fue una decisión redonda de la dirección deportiva del club muniqués. En Sttutgar se terminó de pulir un fenómeno. ¿El resultado? Un lateral top para los próximos doce años.

 

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Más allá de los números, en los que siempre nos fijamos (24 títulos; ocho Bundesliga, una Liga de Campeones, un Mundial), Lahm ha sido un jugador sobresaliente en todo. Hoy en día, siempre que se emplea un lateral con perfil cambiado se debe a una emergencia, por lesión o por sanción. El caso de Philipp Lahm es una locura. Siendo muy diestro rindió a un nivel extraordinario en ambas bandas. Su capacidad para entender el juego e interpretar correctamente cada situación lo hicieron un lateral en el primer y el último cuarto, pero un volante más en la mitad de la cancha.

 

En el Bayern tuvo ocho entrenadores y durante su carrera en el club pasó de una banda a la otra según el gusto del DT al mando. En 2011,  la aparición de David Alaba en el primer equipo lo mandó definitivamente al lateral diestro. Sin embargo, con la llegada de Guardiola en 2013, se abrió un paréntesis interesantísimo en su carrera.

 

El equipo campeón de Heynckes jugaba con doble cinco en la mitad; Luis Gustavo y Schweinsteiger. Pep, eterno amante del mediocentro único como tercer central, no quiso alejar tanto a Kroos y Bastian del área. ¿La solución? Poner a Philipp Lahm de mediocentro. Philipp lo hizo a un nivel altísimo. Su capacidad para encontrar a compañeros libres y girar sobre sí mismo le aseguraban al equipo salida limpia. Un experimento sensacional que nos dio más luces a cerca del fenomenal lateral. Para el siguiente año, Guardiola trajo a Xabi Alonso, un maestro de la posición y Lahm volvió al lateral derecho.

 

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En febrero de este año, cuando Lahm anunció que no iba más, Guardiola dijo que el fútbol va a echar de menos a un futbolista que puede jugar en diez posiciones. “Fue un honor increíble ser su entrenador y estoy triste porque, honestamente, creo que tiene más fútbol en sus piernas, de pronto no más en su cabeza. Uno de los mejores jugadores que entrené”, se despidió Pep.

 

A mitad de temporada Lahm anunció su retiro. Nos quedaban cuatro meses para disfrutarlo y para averiguar si podía ser posible que un defensor completara quince años en la élite sin ser expulsado. Esa es una de las muchas explicaciones que nos debe Lahm. La estadística es inverosímil. Después de jugar más de 700 partidos se retira sin una sola expulsión en su carrera.

 

Se retira uno de los grandes orgullos del fútbol alemán. Capitán por muchos años del Bayern y Alemania. Brasil 2014 fue la consagración de un sueño que tuvo toda su vida. Philipp admite haber visto de niño más de cien veces la imagen de su ídolo, Lothar Matthäus, alzando la Copa en Italia 90. Con fútbol y buen ejemplo, Philipp entró a la selecta lista de icónicos capitanes de la selección alemana. Hoy reposa en la historia junto a Matthäus, Klinsmann, Beckenbauer, Fritz Walter y Oliver Kahn. Pero paradójicamente se retira siendo un capitán poco alemán. Muy distinto al molde de los otros símbolos.

 

Philipp representa la cristalización del proyecto reformista que Alemania inició en el amanecer del siglo XXI. Un gran capitán, pero el menos alemán de los alemanes.

 

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Foto: losandes.com.ar


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