En 1939, Perú ganó el primer título sudamericano de su historia tras una célebre victoria sobre Uruguay, que empezó a edificarse con un gol cuya autoría, por décadas, se atribuyó a un jugador que no lo convirtió. La historia de Víctor Bielich, trágicamente fallecido apenas a los 23 años de edad, es acaso la más famosa que esconde un arco del Estadio Nacional de Lima con más de un enigma entre sus redes.
Por alguna razón, el arco sur del Estadio Nacional de Lima ha sido protagonista de goles en partidos disputados por la selección peruana que han quedado envueltos en misterio. El primero de agosto de 1969, Pedro Pablo ‘Perico’ León anotó allí por Eliminatorias ante Argentina el que dicen fue uno de los tantos más hermosos de la selección blanquirroja: Héctor Chumpitaz le lanzó desde su propia área un pase largo de más de 70 metros que el moreno delantero de Alianza Lima amortiguó con el pecho y, antes de que la pelota cayera al suelo, se la cruzó por arriba a Mario Agustín Cejas. Sin embargo, el video de ese golazo –que los ya abuelos relatan con emoción– jamás ha podido ser observado por las generaciones posteriores; la dictadura militar de Juan Velasco Alvarado, de corte izquierdista, prohibió la importación de diversos productos al Perú, entre ellos las videocintas. Por tanto, durante los años setenta, los canales de televisión regrababan encima de las pocas videocintas que tenían los diversos eventos que se producían, que en épocas de desfiles y convulsiones sociales eran bastantes. Así, el gol de Perico, que tampoco ha sido encontrado en archivos fílmicos argentinos, parece haberse perdido para siempre.
Atrás en el tiempo, el 22 de febrero de 1953, el mismo arco recibió otro gol que pasó a la posteridad. Era un día especial para el Estadio Nacional: por primera vez Perú jugaba allí luego de su reinauguración un año antes –se habían sustituido las dos antiguas tribunas de madera del coloso de la calle José Díaz por cuatro tribunas de cemento para albergar a cincuenta mil espectadores–. Sin embargo, Bolivia amargó la fiesta con un triunfo por 0-1 que se decidió a cinco minutos del final del partido. Para la prensa peruana, el tanto fue autogol del volante Luis ‘Joe’ Calderón –quien de ahí en adelante quedó estigmatizado por esa jugada– pero para los reportes bolivianos el gol fue anotado con golpe de cabeza de la máxima figura altiplánica, Víctor Agustín Ugarte. Los registros de la Confederación Sudamericana de Fútbol confirman a Ugarte como autor del tanto, aun cuando las fotografías del día siguiente en los medios limeños muestran imágenes del supuesto autogol como una jugada no precedida de un cabezazo, sino de un balón que rebotó en el palo y salió hacia afuera. ¿Por qué la discordancia? Las especulaciones hablan de un intento del periodismo peruano de restar méritos al triunfo de un rival débil que había golpeado el orgullo del país anfitrión, al punto de considerar la derrota como «la tragedia deportiva más grande de la historia patria». Otros, más conspiracionistas, van más allá y conjeturan que fue parte de una campaña que buscaba desestabilizar, a como diera lugar, al DT inglés William Cook, a fin de procurar –como finalmente ocurrió– que fuera sucedido por el argentino Ángel Fernández Roca, de muy buenas relaciones públicas con la prensa peruana. El video, desde luego, tampoco existe.
Pero, por encima de esas confusas historias, hay otro gol en el arco sur del Estadio Nacional que se ve envuelto en un halo de misterio. Y que esconde paradojas en torno a la breve, pero futbolísticamente intensa, vida de su protagonista. Su nombre era Víctor Bielich, autor en 1939 de uno de los goles más famosos de la historia del balompié peruano que él, por cierto, jamás convirtió.
La incógnita
Víctor Bielich Roca era el más rubio de sus hermanos, nacidos cerca del corazón de la Lima antigua, en una casona del Jirón Washington. Por eso, “porque parecía un italianito”, le pusieron de sobrenombre ‘Pichín’. Y con ese apodo alcanzó reconocimiento en las canchas desde sus inicios en el club infantil Piloto Olímpico hasta su debut en Primera División, en 1937, con camiseta de Universitario de Deportes.
Al año siguiente, en 1938, Bielich pasó al Deportivo Municipal, el llamado club “millonario” de la época, y que en dicha temporada obtuvo el primer título de su historia. En el equipo de la franja, apodado así porque viste la misma camiseta de la selección peruana, pero usa pantalón azul oscuro, pasó a ocupar la posición de insider derecho en el ataque, tras haberse iniciado por el flanco izquierdo. Y fue en esa posición que llegaron los llamados para integrar la selección peruana, primero en los Juegos Bolivarianos de 1938 –ganados en fútbol por Perú, que obtuvo en esa competición el primer título de su historia– y luego en el Sudamericano de 1939.
En el torneo, Bielich formó parte de un quinteto de ataque de polendas. Lo integraban, como puntero derecho, Teodoro Prisco Alcalde; ‘Pichín’ iba como insider derecho; como centrodelantero, el gran Teodoro ‘Lolo’ Fernández, ídolo máximo de Universitario y principal referente de gol peruano; como insider izquierdo, Jorge ‘Campolo’ Alcalde, hermano de Prisco y, como él, símbolo del Sport Boys; y en la punta izquierda, Arturo Paredes, también de las filas rosadas del Boys. Ausentes del torneo Argentina y Brasil, Perú arrasó con Ecuador, Chile y Paraguay antes de llegar a la última jornada igualado con Uruguay para definir el título.
El 12 de febrero de 1939, Perú recibió a los uruguayos en el antiguo Stadium Nacional desbordado. Y comenzó a resolver la historia a su favor apenas a los 7 minutos de juego, en el arco sur. Prisco Alcalde escapó por derecha y sacó un centro templado al área charrúa. Las crónicas de la época coinciden en que dos futbolistas saltaron al cabezazo: ‘Campolo’ Alcalde y Bielich. La fotografía más famosa de aquel momento, de hecho, muestra a ‘Pichín’ impactando la pelota con la cabeza hacia el arco del portero Horacio Granero.
¿Qué pasó en esos segundos entre el cabezazo de Bielich y el ingreso de la pelota al pórtico uruguayo? Hay discrepancias. Algunas crónicas reportan que el balón recibió un segundo cabezazo de ‘Campolo’, antes de que ingresara al arco. Otras, que tras el testarazo de Bielich, Granero intervino y cedió un rebote que Alcalde tocó para marcar el tanto.
La confusión, sin embargo, no existe en los registros de la Confederación Sudamericana de Fútbol. Ellos siempre sostuvieron que Alcalde, quien a los 35 minutos –sin discusión de por medio– anotó el segundo gol del local, marcó esa tarde un doblete que le otorgó al fútbol peruano el primero de sus dos títulos continentales en el nivel de selecciones. Pero la sabiduría popular, no obstante, dejó a Bielich como autor del tanto, y esa creencia se trasladó a muchos libros que, por décadas, se reprodujeron en el Perú. Eso también tiene un porqué.
La tragedia
Poco más de un año después de aquella tarde feliz, en la noche del 9 de marzo de 1940, un rapto de tristeza se apoderó del fútbol peruano. Víctor Bielich y el zaguero Jorge Parró volvían de Chincha, ciudad a 200 kilómetros al sur de Lima y caracterizada por su población afroperuana con dotes físicas privilegiadas para la práctica del deporte. Ambos habían sido encomendados por Deportivo Municipal para viajar a observar a un futbolista llamado José Montero, de forma de enrolarlo al equipo. Pese a su negativa inicial, insistieron y lograron convencerlo. Pero nunca llegaron a Lima.
En la carretera Panamericana Sur, el vehículo que conducía a los tres futbolistas se estrelló a toda velocidad contra un camión que estaba detenido en medio de la pista, al que no divisaron por la oscuridad de la noche. Montero falleció en el acto y Parró quedó tuerto al perder un ojo producto del impacto; Bielich, con apenas 23 años de edad, ingresó a una agonía que se prolongó cuatro días hasta que falleció producto de las secuelas del accidente.
El fútbol peruano perdió en trágicas circunstancias a uno de sus talentos más brillantes. La gran pompa que rodeó a su entierro fue acompañada de titulares grandilocuentes y biografías que incluían, por supuesto, la atribución a Bielich de la autoría de aquel tanto que abrió el camino del triunfo ante Uruguay el año anterior. Y así quedó escrita la leyenda que se prolongó por décadas, y que la práctica contemporánea del copy paste permite aún encontrar en algunos rincones del ciberespacio.
Sin duda, eso no retacea méritos a Víctor Bielich, un auténtico héroe blanco y rojo. Porque entregó su vida por el fútbol y por una franja de esos colores en el pecho: no la de la selección, sino la del Deportivo Municipal, uno de los clubes peruanos más queridos, que tiene en él al primer gran símbolo de su historia y a quien, quizás, debería recordar de modo más frecuente. Porque, encima, la intempestiva muerte de ‘Pichín’ provocó que su equipo tuviera que echar mano, para cubrir su puesto en el ataque, de un jovencito llamado Roberto Drago Burga: ‘Tito’, el máximo ídolo de la historia de Municipal, y quien importó para ese equipo el apodo de ‘Academia’ cuando se marchó a jugar a Racing Club de Avellaneda a mediados de los años cuarenta. Un legado que, sin dudas, vale más que un gol en un arco sur que nunca ha querido dejarse ver con claridad.
Roberto Castro (@rcastrolizarbe) es el Director de DeChalaca (@DeChalaca). Este texto fue publicado en la Revista De Cabeza.
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