Tendrán su revancha

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Hoy me levantó otra noticia de muerte y tragedia. El avión del Chapecoense se estrelló y de 81 personas de la delegación solo sobrevivieron cinco. No entiendo qué me pasa. Noticias como esta las escucho todos los días, pero hay algo distinto en la muerte de un equipo de fútbol. Hay algo que toca las fibras íntimas de mi ser. Por alguna razón los conocía y algo me duele.

 

Escuché de ellos por primera vez cuando jugaron contra Independiente de Avellaneda. Un equipo chico, de nombre impronunciable, que soñaba conquistar el continente. Los vi por primera vez contra el Junior de Barranquilla y mis prejuicios se desvanecieron. El Chapecoense llegó a la final. La ‘cenicienta’ tendría que bailar con Atlético Nacional, el Rey de Copas. Un desconocido con hambre de gloria.

 

Así los conocí, como el que conoce al amigo del amigo del primo. Pero los conocía. No pude ahorrarme las lágrimas. ¿Se cayó su avión en Rionegro? ¿Cómo así? Si los aviones nunca se caen. Primero pensé en la tragedia del Manchester United. Después, aún incrédulo, googleé la estadística anual de siniestros aéreos. De cada dos millones de vuelos, uno termina mal. Dicen los medios que el equipo tuvo que reprogramar su vuelo por temas burocráticos. ¿Cómo iban a saber que ese era el número 2.000.000?

 

Pensar que hace una semana, cuando en Wikipedia revisé quiénes jugarían contra Nacional, por ninguna parte se veían esas pequeñas cruces negras que hoy señalan la inexistencia. Así, oscura, me llega la tragedia a la distancia. No imagino lo que se vive en Chapecó.

 

Desde pequeño pienso en los brasileros como personas que aun en la tristeza suenan alegres. Hay una solemnidad en su música. Una sabiduría rítmica que llevan a la cancha. Hoy la tragedia los supera. Me abruma saber que el momento más esperado de sus vidas les quedó pendiente. Hay algo solemne en eso, quizá demasiado.

 

Escribe un amigo desde su amor y desasosiego:

 

“Ojalá que el cielo exista. Ojalá que la vida no sea solamente esta fragilidad, esta ruleta rusa, este accidente de avión. Ojalá que sea cierto eso del orden divino. Que ese Dios que lo ve todo desde arriba y que todo lo puede, tenga un plan mejor para los 75 muertos del avión de Chapecoense.

 

Y entonces, ya en un lugar mejor, que ese puñado de jugadores alcanzados por la muerte, lejos de sus familias y más próximos a Dios, tengan revancha. Que el paraíso sea para ellos una hermosa cancha de fútbol de césped perfecto. Y así, liberados de las ansiedades mundanas, cuando les venga en gana, puedan jugar a la pelota.

 

Que puedan divertir, con su jogo bonito, a los demás residentes que, fascinados desde las gradas le agradecerán a Dios haber llamado, en un mismo día, a tantos cracks.”

 

Sus palabras son una brisa en este momento de asfixia. ¡Que esa sea su revancha! Sorrir pra não chorar (reir para no llorar) dice Cartola…

 

En la tristeza los recordamos con su alegría:

Foto:

 

 


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