La redención de Martín Palermo

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Este cuento hace parte de “La no historia del fútbol”, el primer libro de cuentos de fútbol  que se estará publicando en Hablaelbalón. Sobre lo que pasó por la cabeza de Palermo en su noche más oscura. 

 

Cuarenta millones de corazones argentinos latían al ritmo de la respiración de Martín Palermo. Ellos sentían entre las venas una fuerza centenaria que los llevaba hacia adelante, a la victoria. Palpitaban con el mismo ímpetu de cuando conquistaron dos mundiales, el mismo que les gritaba: “Vamos a ganar, vamos a ganar porque somos Argentina ¡Carajo!” Cuarenta millones de pares de ojos clavados sobre el 9 de San Palermo mientras tomaba impulso para cobrar su segundo penal de la noche.

 

Tomé impulso y le clavé los ojos al balón. Vamos, me dije, tú eres Martín Palermo. ¡Por Dios! No vas a errar dos penales en la misma noche. Esta noche no. Aquí estamos para cosas grandes. Lo difícil era pensar claro con el resultado en contra, lejos de casa, con la responsabilidad de impedir que se hundiera el barco. Allá en Buenos Aires, en casa, la cosa es diferente porque la barra está contigo. Siempre hay alguien dándote ánimo. Cuando estás por fuera y eres el 9 de Argentina todos te caen porque los chicos quieren que los grandes pierdan. Y al que le preguntés por cómo es jugar de visitante te dirá: “Las gradas quedan tan cerca que te enteras de un montón de cosas que los desconocidos quieren hacerle a tu madre”. Lo digo yo, lo dice Riquelme… y si te quedan dudas lo confirma Maradona.

 

Era el cuatro de julio de 1999, y Martín Palermo estaba listo para cobrar su segundo penal frente a Colombia por la segunda fecha del grupo C de la Copa América que ese año se jugó en Paraguay. A los cinco minutos de juego Martín había fallado el primer penal de la jornada con un disparo que estrelló contra el palo, y cinco minutos después Argentina iba un gol abajo. Por eso tenía toda la presión encima. De él, y nadie más que él, dependía empatar el partido y asegurar el paso de Argentina a la siguiente ronda. Desde Ushuaia hasta Salta hubo un infarto comunal cuando Martín empezó a tomar impulso.

 

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Ya están llegando propuestas de Europa, hay peces gordos en España interesados en mí. ¿Pero quién va a querer a un delantero capaz de errar dos penales en el mismo partido? Van a pensar que soy débil, que me doblo ante la presión. Pero no, van a ver, de Martín Palermo no se ha dicho la última palabra. Ya lo he hecho con Boca, vamos a hacerlo con Argentina. Europa puede esperar.

 

Martín Palermo se perfiló para rematar de zurda y miró al balón como pidiéndole que fuera su cómplice: “Vamos, ya lo hemos hecho antes”.

 

No dejó que nadie más se acercara al balón cuando cometieron la falta, el cobro era suyo. ¿Acaso Maradona hubiera desaprovechado su oportunidad de redención? Sonó el silbato, Martín arrancó la carrera en puntas de pies y cuando impactó el balón –seco, con el empeine– recostó el cuerpo hacia atrás.

 

–A ver, Martín, ¿qué has aprendido? –le preguntó su entrenador cuando jugaba en las divisiones inferiores de Estudiantes de la Plata.

–Que para rematar a media altura hay que inclinar el cuerpo hacia adelante, si uno se recuesta el balón se eleva demasiado –respondió Martín Palermo de quince años.

–Entonces, ¿Qué hiciste mal?

–Recosté mucho el cuerpo.

–Acordate, son fundamentos básicos. Siempre el cuerpo hacia adelante. Ve por el balón y el próximo remate quiero que vaya a media altura contra un palo donde no llegue el arquero.

 

El balón salió con la violencia que Martín, el 9 de Argentina, quería; pero pasó muy lejos del travesaño. De haberlo pateado en 1982, Martín habría sido una ficha clave durante la Guerra de las Malvinas con ese misil de largo alcance.

 

No puede ser, Martín, no podés volverte otro Roberto Baggio.

 

Martín estuvo cerca de desgarrarse la pantaloneta por la fuerza con la que la jaló de la rabia. En el fútbol eso es querer matarse. Y si algo podía salir peor, salió. Colombia anotó dos goles y ya en tiempo de prórroga Argentina tenía el partido perdido. En Jujuy y en todas partes esperaban un milagro que les llegó a medias faltando minutos para que terminara el partido: San Palermo regateó dentro del área y le cometieron el tercer penal a favor de Argentina. No les daría los tres puntos, pero sería el tanto del orgullo. Martín tomó el balón y se fue hacia el punto blanco del penal.

 

Ahora sí, van a ver quién es Martín Palermo. Nadie ha fallado tres penales en un partido.

 

Foto:

Ilustración de Adrián Mangel


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