Alexis y las miserias de nuestros dirigentes

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Alexis Mendoza se bajó del barco. Se bajó porque no se sintió respaldado por la dirigencia del Junior. A falta de una estructura organizacional coherente y de garantías suficientes que sustentaran un proyecto deportivo a largo plazo, quizás el respeto y el amor por la camiseta eran lo único que lo mantenían aferrado. Pero esta vez se colmó el vaso. Fuad Char, el monarca del equipo, lo cogió de chivo expiatorio y lo señaló como el responsable de haber truncado el fichaje de Teófilo Gutiérrez. Alexis, humilde y digno como es, en silencio, dio un paso al costado.

 

La renuncia del mejor técnico que ha tenido el Junior en años vuelve a desnudar las falencias de nuestro fútbol. Son las de siempre, no son técnicas, ni tácticas, son organizacionales. Tenemos buenos jugadores, pero pésimos dirigentes. Proyectos deficientes, sin proyecciones financieras, mucho menos deportivas.

 

El caso del Junior es el de un equipo grande que representa a una porción grande del Caribe colombiano, pero que se administra no como la institución que es (o debería ser), sino como el hobby de una de las billeteras más grandes del país: la de Fuad Char. Como se trata de un hobby y no de una estructura empresarial seria, con procesos y protocolos de toma de decisión, en Junior se hace lo que Don ‘Fuá’ quiera y cuando lo quiera. Como él pone la plata, también es él el que decide.

 

Pero el modelo de ‘equipo hobby’ no es el único que tenemos en Colombia. El otro extremo –porque aquí somos de extremos– es el de tratar a los equipos como cualquier otra empresa privada. Apostándole a la rentabilidad y rezagando la ambición deportiva, olvidándose que los equipos de fútbol, antes que nada, son organizaciones que viven de la ilusión de cientos de hinchas que sueñan con títulos y gloria.

 

Este último es el caso de Millonarios. El equipo se saneó económicamente, se convirtió en una sociedad anónima y estableció modelos jerárquicos y burocráticos sanos. Millonarios es una estructura organizacional rentable, que prioriza sus esfuerzos empresariales en el fortalecimiento de una marca poderosa y lucrativa, pero que se ha olvidado de apostar por lo deportivo. Los esfuerzos por cosechar títulos son tímidos y poco ambiciosos. Se olvidaron que para ganar hay que arriesgar.

 

Aquí, o tenemos hobbys o tenemos negocios, no tenemos empresas deportivas. Organizaciones rentables, que floten sin ayuda, que sean lucrativas para sus inversionistas y que satisfagan la ilusión de los hinchas. Un club de fútbol es algo especial y gestionarlo requiere de estrategias especializadas. Se trata de encontrar un equilibrio entre la pasión inherente al fútbol y la rigurosidad que exigen los negocios. En Colombia son muy pocos los que lo entendieron y uno de ellos jugará este miércoles la final de la Copa Libertadores.


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