El atentado que el fútbol ignoró

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Sí, es cierto que hay cosas más serias e importantes que el fútbol. El que lo ponga en duda quizás ha vivido muy poco todavía. Sin embargo, dejémonos de cuentos: una vida sin ocio sería imposible. Una vida dedicada únicamente a las cosas serias e importantes sería un martirio (cosa que para la que solo pocos hombres y mujeres están hechos). Inmersos dentro de tanta violencia doméstica, tanta pobreza, tanta corrupción, tanta inanición, tantas enfermedades crónicas, tantos desastres naturales, tantos desastres químicos, tanto dictador, tanta democracia fallida, tantos atracos, tanto acoso sexual, tanto dolor inexplicable y explicable, los humanos necesitamos espacio para respirar. El fútbol es uno de muchos (me atrevo a decir que es el más popular). Necesitamos el fútbol para no vivir deprimidos, es verdad, pero hay que entender ciertas cosas: el fútbol nunca va a ser más importante que la vida humana.

 

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¿Por qué hacemos énfasis en algo tan obvio? Porque al parecer no es tan obvio. El atentado al bus del Borussia Dortmund nos desnudó como sociedad. ¿Por qué no se aplazó el partido para la próxima semana? Hubo un atentado contra la vida de los jugadores. Una bomba dirigida a ellos detonó y lastimó a Marc Bartra (dicen que afortunadamente hubo un ligero error en el cálculo pues de haber explotado uno o dos minutos antes la bomba habría herido a muchos más). Diciendo las cosas como son, alguien quiso matar a los jugadores y a la UEFA le tomó 30 minutos decir “Bueno, solo hay un herido, vayan a dormir que jugamos mañana temprano”. ¿Y los demás? ¿Usted hubiera podido dormir en un hotel después de saber que trataron de matarlo? ¿Hubiera podido madrugar al otro día a hacer la labor más exigente de su trabajo?

 

Imagínese cuánta plata cuesta cambiar la fecha con los derechos televisivos, con el personal de logística, con el personal de seguridad. Además imagínese el enredo que formaría en los calendarios europeos, tan milimétricamente calculados para que los jugadores no se sobrecarguen y ninguna competición se sobreponga a otra. Sí, se hubiera perdido mucha plata, y sí, el comité organizador hubiera tenido que trasnochar una semanita entera para reorganizar todo. Pero esto solo prueba que somos tan celosos de nuestro ‘espacio-libre-de-violencia’ que nos hacemos los de las gafas cuando la violencia penetra nuestro ocio. No estamos dispuestos a sacrificar nuestro divertimento. No estamos dispuestos a mezclar lo importante y lo doloroso con el ocio, con el fútbol, así una bomba nos trate de obligar.

 

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El director técnico del equipo, Thomas Tuchel, comentó en rueda prensa: “Fue muy surrealista. En el momento uno trata de entender, trata de ayudar. Al bajar del bus uno llama a su familia para que sepan que está todo bien. Uno trata de calmar a todos, de sostener a todos; uno trata de abrazar a todos. Solo puedo hablar por mi mismo, hoy es el peor día de mi vida”. Bartra también comunicó por redes sociales que fueron los peores 15 minutos de su vida. Nuri Sahin, muy agitado, comentó que nadie podía pensar en fútbol. Todos querían saber: ¿por qué trataron de matarnos? En cualquier empresa el psicólogo de recursos humanos mínimo hubiera dicho: “Gómez, lo trataron de matar. Vaya a un lugar seguro y descanse. Hablamos la próxima semana a ver cómo se siente.” Los futbolistas no tienen ese privilegio. The show must go on. Todo sea para que podamos olvidarnos de que Trumpo soltó la MOAB en Afghanistán o que Kim Jung-On podría comenzar una guerra nuclear. Al menos los hinchas del Borussia alojaron a los hinchas del Mónaco, el único gesto lindo en este papelón que llamamos la ‘industria’ del fútbol.

 

Foto:

BusinessInsider


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