Equipos eternos: El Madrid del pasillo

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No hay nada como humillar al enemigo. El 2-6 fue doloroso, el 5-0 ni hablar, pero nada, absolutamente nada, es comparable con el pasillo de 2008.

 

No hay humillación más grande en el fútbol que tener que hacerle un pasillo de honor al eterno rival; verse obligado a aplaudirle con la cabeza gacha. Es festejarle el título a otro y admitir, al mismo tiempo, el propio fracaso. Esto fue lo que les tocó a Puyol, Xavi Hernández, Lio Messi y compañía cuando visitaron el Bernabéu en mayo de 2008, tres días después de que el Madrid se coronara campeón de liga.

 

Mou o Pep, Messi o Cristiano, Real o Barca… nada que hacer, es inevitable hablar de uno y dejar de lado al otro. Este Madrid eterno no fue el mejor ni el más vistoso. Tampoco el más ganador. De hecho, se trata de un equipo maltratado, que atravesaba una crisis institucional muy profunda y cuyo mérito más grande fue haber sido capaz de humillar al eterno rival. En un siglo marcado por el dominio liguero del Fútbol Club Barcelona, el “pasillo del campeón” de 2008 es, sin duda, uno de los momentos más dulces en la memoria de la hinchada merengue.

 

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La 2007/08 fue una temporada en la que muchos creyeron que el Madrid había perdido su grandeza. Los galácticos eran cosa del pasado. Después del título de liga de 2007, Roberto Carlos, Beckham y Fabio Capello hicieron las maletas. Quedaron, eso sí, Raúl, Casillas y Guti, además de unos pocos vestigios de la era galáctica para intentar demostrar lo contrario.

 

‘San Iker’ era el dueño de la porteria. Iker Casillas versión 2008, señores, el mismo que un mes y pico después levantó la Eurocopa con la Selección Española de Luis Aragonés. Bernd Schuster, que reemplazó a Capello, tenía una defensa tremenda para respaldar al santo: Fabio Cannavaro –C’è Cannavaro, ¡c’è il capitaanooo! …C’è Cannavarooooo– y el ‘Gringo’ Heinze eran los centrales. Por las bandas iban los capitanes del actual Madrid, que para entonces eran dos “chavales cojonudos”: Segio Ramos, por la derecha, y Marcelo, por la izquierda. Ese día del pasillo, a pesar de que ya la liga estaba definida, la única variante en defensa fue que Pepe jugó en vez de Cannavaro.

 

Schuster cambió un poco su dibujo habitual en el mediocampo. Normalmente alineaba solo a dos de ellos, pero ese día Guti, Mahammadou Diarra y Fernando Gago fueron los tres titulares. El actual capitán de Boca tenía entonces 21 añitos y ya estaba al frente del cuarto de máquinas del Real Madrid. El calidosísimo Wesley Sneijder flotaba delante del trivote, acompañado en algunas ocasiones por su compatriota y amigo, Arjen Robben, y en otras, por uno de los primeros “próximos Ronaldinhos”: Robinho. Los holandeses fueron los elegidos para el Clásico, dos ejemplos de que hay vida después del Madrid; que James les pegue una llamada y los invite a una cerveza, de ellos hay mucho que aprender.

 

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El cambio de dibujo táctico relegó a uno de los delanteros al banquillo; el gran Ruud van Nisterlooy y su olfato goleador le dieron el puesto a Raúl para que mandara a callar por enésima vez al Barcelona. Y surtió efecto. El 7 del Real Madrid puso la primera piedra de una noche para el recuerdo. Robben puso el segundo de cabeza. Higuaín y van Nisterlooy no quisieron quedarse por fuera del baile de los delanteros y entraron en el segundo tiempo para apuntarse el tercero y el cuarto. Solo Henry, que descontó en el 87’, pudo disimular la paliza. 4-1: la última goleada del Madrid al Barcelona.

 

Este Real Madrid es eterno por haber humillado al Barcelona. Por hacer que Eto’o se tragara sus palabras, pues fue el Barcelona, cabrón, el que tuvo que ir a saludar al Campeón en su casa. El camerunés ni siquiera fue, pues sabía lo que le esperaba. Un Madrid que sin ser el más vistoso, estaba decidido a ganar a toda costa. Cambie el nombre de Eto’o por el del esposo de Shakira y el de Schuster por el del ‘Calvo’ y se dará cuenta de que la historia, burlona hasta más no poder, se repite cada tantos años. Hoy, otra vez, el Barcelona se ve obligado a aplaudirlo en silencio.

 

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