Equipos Eternos: La Sub-20 de 2005

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Colombia ha tenido grandes selecciones juveniles, pero ninguna como esta. La Selección Sub-20 de 2005 vivirá para siempre en nuestras memorias.

 

Hago parte de una generación que llegó muy tarde a los momentos de gloria de la Selección Colombia. Cuando Iván Ramiro Córdoba marcó ese gol histórico de cabeza y nos dio la Copa América yo tenía apenas cuatro años y estaba aprendiendo a limpiarme la nariz. El gol de Rincón contra Alemania lo gritó mi papá de la misma manera en que lo hizo con los cinco a Argentina: despreocupado, recién casado y sin hijos. Yo no estaba ni en los planes. Cuando empecé a ver fútbol, por allá en el 2002, me tocó aprender a las patadas que la Selección Colombia no ganaba nada. Nadie tenía explicación, pero para poder disfrutar de un Mundial había que irle a Alemania, Brasil, Italia o, directamente, a Oscar Julián Ruiz, “el representante de Colombia”. Porque de la Selección Colombia, nada; nos quedamos por fuera de tres mundiales seguidos, de los tres primeros que le tocaron a mi generación.

 

Hasta el 2014 tuvimos que vivir de gestas pequeñas, pero que para nosotros significaban el mundo. El Sudamericano sub-20 de 2005 fue uno de los pocos momentos de luz en esa década maldita. Se jugó, recuerden, en las tres capitales del Eje Cafetero: Manizales, Armenia y Pereira. Aunque los mayores ya sabían lo que era ser local, mi generación no y por eso se sintió más especial que nunca. Los estadios se llenaron y la ilusión de ganar algo, así se tratara de un torneo juvenil y clasificatorio, era enorme. Eduardo Lara, que en esos años empezó un proceso muy exitoso en las selecciones juveniles, llamó a un puñado de desconocidos y jóvenes promesas para ver si así podía levantar el “Juventud de América”.

 

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Libis Arenas, que para entonces era una joven promesa y hoy es poco más que un desconocido, formaba en la portería. Los defensas eran, en su mayoría, jugadores que después tendrían un gran papel en la Selección de mayores. Camilo Zúñiga, Cristian Zapata y Carlos Valdés jugaban acompañados de Mauricio Casierra, al que algunos recordarán por su paso por Once Caldas y Millonarios. Adelantico, como eje del mediocampo, estaba uno de los líderes del equipo de Pékerman: Abel Aguilar. Esos cinco eran fijos, titularísimos; pues en la medular rotaban Edwin Valencia y Freddy Guarín, y de la media cancha para adelante había varios magos que le ofrecían un gran número de variantes al ‘Profe’ Lara. La creación podía estar a cargo de Cristian Marrugo y Juan Carlos Toja, o bien de Harrison Otálvaro y Sebastián Hernández. Los cuatro pelados de muy buen pie tuvieron su oportunidad de brillar en ese equipo eterno.

 

La delantera merece un párrafo aparte. Tal vez en ese momento no lo supiéramos, pero estábamos frente a un grupo de jugadores que de ahí en adelante nos patrocinarían muchas fiestas y gritos de gol frenéticos. Falcao, Dayro, Wason y Rodallega… entre las seis duplas que se pueden conformar con estos cuatro, no se sabía, de verdad, cuál era la más temible.

 

Colombia empezó el torneo jugando contra Bolivia. El primer tiempo parecía un capítulo más de esa película dramática que nos había tocado vivir esos años. La sub-20 estaba jugando un fútbol soso y le costaba ganarle, por enésima vez, a un equipo al que estábamos esperando meterle una goleada de antología. Con el marcador 1-0 Lara decidió mover la banca y sacó a Falcao para que entrara Rodallega. Quién diría, entró el morochito de las trenzas y empezó a cambiarnos la historia. Hugol metió cuatro esa tarde, ¡cuatro!, y después de golear a Bolivia nos creímos el cuento.

 

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Le ganamos también a Perú y Venezuela y empatamos contra la Argentina de Messi antes de pasar a la segunda ronda del torneo, el famoso hexagonal final. Era nuestro, estábamos convencidos. Le remontamos un 2-0 a la Chile de Matías Fernández, le metimos tres a la Uruguay de Godín y le ganamos a Brasil (¡Ay cómo se disfruta ganarle a los brasileros!). Solo Argentina, que volvió a quedar conforme con el empate, nos impidió ganarle a todos. El título fue una realidad cuando le ganamos por segunda vez a Venezuela en la última fecha del hexagonal con goles de Marrugo y, cómo no, Rodallega. El de las trencitas terminó goleador con 11 goles. Colombia era una fiesta; para entonces vivíamos de hazañas minúsculas, no lo olvidemos.

 

De verdad, digo, no lo olvidemos. Porque hoy, ya adultos los niños que entonces nos sentimos dueños del mundo y viejos los que nos lo hicieron sentir, hay que reconocer que esa fue la primera piedra de algo mucho más grande. Rodallega, mártir del proceso, se quedó en el camino, así como Toja, Libis y algunos otros. Sin embargo, nadie les quita el mérito de haber sido la base del mismo equipo que años más tarde nos puso a celebrar de verdad.

 

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Foto:

El Universal


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