A raíz de las pastillas encontradas en el vestuario del Medellín en el estadio de Bucaramanga, nos acordamos del Bidón de Bilardo, el crimen perfecto del fútbol.
Italia 90. Octavos de final. Argentina-Brasil. Brasil-Argentina. Estadio Delle Alpi.
La Argentina de Maradona, Caniggia, Basualdo y Goycochea sufrió mucho para pasar de ronda. Después de perder en el debut con Camerún –papelón imborrable–, ganarle a la Unión Soviética y empatar con Rumania, llegó a octavos como uno de los mejores terceros: fea etiqueta para un equipo que contaba con el Diego.
La Brasil de Taffarel, Dunga, Careca y Branco, en cambio, ganó sus tres partidos. Como además era el actual campeón de América, enfrentó el clásico de Sudamérica con el rótulo de favorito bien clarito en la frente.
Eso lo sabían Bilardo y su cuerpo técnico. Lo sabía Argentina toda. Y lo comprobaron los asistentes al Delle Alpi que vieron como el palo –el travesanio diría Maradona después– le negó una y otra vez el gol a los de ‘Verdeamarelo’.
El 0-0 se mantuvo entonces hasta el 39, el minuto de fuego de esta historia…
Ricardo Rocha, central de Brasil, rompe a la mitad de la cancha y se lleva con todo a Pedro Troglio, centrocampista argentino. Troglio se queja, y se queda en el piso bramando de dolor. El médico de la albiceleste entra para atenderlo, secundado por Miguel di Lorenzo Galíndez, el masajista, que lleva consigo una neverita anajaranda en la que se lee Gatorade.
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Como hace calor, un calor infernal, y como no existían los minutos “de enfriamiento” que hoy evitan que los futbolistas mueran deshidratados, tanto los argentos como los brasileros mendigan como perros el agua helada almacenada en bidones adentro de la neverita. Galíndez le entrega un bidón verde a Ricardo Guisti, mediocentro de su país, mientras Pedro Monzón, central argentino, saca a su vez un bidón verde y bebe un sorbo rápido, que escupe inmediatamente por instrucción afanada del masajista, que luego le entrega una botella transparente de la que sí puede beber.
Minutos después, con Troglio listo para volver al ruedo, antes del cobro argentino, Branco, fiero defensa brasilero, le pide a Guisti un chorro de agua de su bidón verde. El argentino, generoso, buen tipo, hidrata al rival. Fútbol solidario. Fútbol fraternal. “El deporte más lindo de todos”.
En los 55 minutos restantes, sin embargo, Branco se siente un poco raro. Extraviado. Como somnoliento. Fueron 55 minutos en los que pareció que en el agua del Bidón hubiera algo extraño. Como si fuera agua con Ryphol, el fármaco que le recetan a la gente angustiada con problemas para dormir. El lateral izquierdo, gran arma de Brasil, claro, no volvió a dar pie con bola…
Argentina ganó y la verdad, como en las grandes trampas del cine, nunca salió a la luz. Y entonces se hizo mito: El Bidón de Bilardo; el crimen perfecto, y el mejor, que ha conocido este deporte. Enhorabuena, Salvador.
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