Caleños, peleen por su fútbol

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Un tiroteo a las afueras del estadio y una vergonzosa invasión de campo obligaron a la alcaldía a no prestar el Pascual Guerrero para la semifinal. Una pena. Esta carta, amigos caleños, es una invitación para que se unan y peleen por su fútbol.

 

Carta abierta a los caleños:

 

Antes de ahondar en el mensaje que quiero transmitirles, quiero desvincularme de cualquier sospecha posible. No estoy detrás de ninguna agenda política, ni defiendo los intereses de algún grupo o persona frente a este tema. Sencillamente amo el fútbol y me amarga lo que está pasando en Cali.

 

Soy bogotano —rolo como dirían ustedes—, conozco muy poco Cali, solo he ido una vez, pero siempre he tenido una fijación especial por el fútbol del Valle del Cauca. Habrá que hacer estudios de cierto vuelo académico para entender el porqué, pero en su departamento florecen jugadores de un molde especial.

 

Un típico jugador del Valle del Cauca es un cocktail con ingredientes muy interesantes. El jugador valluno tiene la fortaleza física propia de las razas de la región y las poblaciones del pacífico. Los delanteros suelen ser verdaderas gacelas y su biotipo permite desarrollar especialmente ciertas virtudes. Jugadores potentes, rápidos, con cualidades físicas sobresalientes respecto a jugadores de otras regiones del país.

 

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Además de estas ventajas físicas, el jugador valluno técnicamente es muy rico. Más que canteras, las escuelas de formación del Valle parecen talleres artesanales. Da envidia la facilidad con que producen jugadores con una soltura y una delicadeza admirable para manejar el balón. De adolescente salí campeón de Bogotá y clasifiqué con mi equipo para jugar unos nacionales. En la fase de grupos nos tocó contra el equipo del Valle del Cauca. Perdimos, pero lo que más me llamó la atención es que máximo uno o dos de nosotros tenía una capacidad técnica comparable con la de cada uno de los 22 de ellos.

 

A la fortaleza física y la riqueza técnica, el jugador valluno por la enorme pobreza y desigualdad social de la región —intuyo—, especialmente en zonas rurales, tiene una llama interior que hace hervir su espíritu de futbolista. Ver al balón como una salida para burlar la necesidad, el hambre y la frustración ha sido la fuerza que muchos cracks usaron para gambetear el destino. El fútbol como una forma de emancipación.

 

Ustedes son un pueblo hecho para jugar a la pelota. Si no, explíquenme por qué Bogotá, a pesar de que tiene cuatro veces la población de Cali y maneja la mitad del PIB del país, a la hora de fabricar jugadores parece un taller de mecánica de barrio, mientras que en comparación ustedes se asemejan a una fábrica italiana de la más alta tecnología.

 

Por lo anterior, por todos los jugadores del Valle que han hecho grande a la Selección, y por otras razones igual de poderosas, me da rabia y tristeza de ver como unos delincuentes les están robando su fútbol. La semana pasada vimos desencajado al alcalde Maurice Armitage. La situación lo superó y valientemente tomó la decisión de prohibir el ingreso al Pascual. Una tristeza.

 

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Después de estar cinco años quemándose en las brasas del infierno de la B, el América está a 180 minutos de poder disputar la final. ¿Quién lo hubiera pensado? Tendrá que superar a un buen Cali. A la mejor versión de la era Cárdenas. Un buen momento de Sambueza, el ´Poeta` Benedetti, Duque, y compañía. Que linda serie. Para ella, el Pascual merecía ponerse su mejor traje —el que las polillas ya empezaban a comerse—. Pero los violentos no dejaron.

 

El América perderá una taquilla millonaria y los aficionados una fiesta espectacular. Sin embargo, lo peor puede estar por venir si ustedes no se organizan como futboleros y como sociedad civil comprometida. El gobierno, la Dimayor y la alcaldía deben estar a la altura, sin duda, pero estos delincuentes deben sentir la censura pública y moral de la ciudad.

 

Que el Deportivo Cali y el América pierdan porque la pelota no entra, o porque Millonarios, Junior o cualquiera los supere en la cancha, pero no porque unos pocos usan el fútbol para desahogar sus miserias.

 

Reúnanse entre las barras pacíficas, hagan juntas y grupos de acción, movilícense en redes sociales, censuren y denuncien a cualquiera que vaya al estadio a intimidar a los demás. En esta lucha, pónganse la misma camiseta. La vida importa más que el rojo más vivo y el verde más brillante. Sacudan su coraje y peleen por su fútbol que se los están robando.

 

Ustedes son un pueblo nacido para jugar a la pelota. Este partido no lo pueden perder.

 

Atentamente,

 

Un amigo de Bogotá.

 

Twitter: @sebastiannohra

 

Foto: deportesrcn.com


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