Hay que matar a Omar y a Mayer

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En la última década, nadie trato mejor la pelota en Colombia que estos dos fenómenos. Sin ellos, Mayer y Omar, los mejores años de la historia de Santa Fe y la caprichosa estrella 14 de Millos no se hubiesen dado. Pero el fútbol moderno nos pasó por encima hace rato y al 10, a nuestro amado enganche, debemos enterrarlo. 

 

Nadie me podrá señalar de tener animadversión contra la figura del enganche. Con mayor o menor fortuna, de eso jugué toda mi vida. Desde el colegio, a los siete años, hasta hoy, en los torneos de rodillones — donde con cierto optimismo, uno cree que le queda algo por dar—, he jugado ahí. Cuando encargaban los uniformes me adelantaba para poder decir: “talla S y la 10 para mí”. Sin embargo, a mis 27, con más minutos en el sillón que en la cancha, creo que matar al enganche es un paso obligado en la evolución del fútbol colombiano.

 

No es un tema sencillo. El 10 ha sido un símbolo, un faro de nuestro fútbol; un rasgo que ha distinguido nuestra manera de vivir este juego. Para siempre estarán en el pesebre de nuestra historia las figuras de Giovanni Hernández, David Ferreira, Mayer Candelo, Valentierra y Macnelly Torres, entre muchos otros. Y por supuesto los dos mejores: el ‘Pibe’, el volante de creación por excelencia en Colombia y el mundo, y James, un poco más físico, pero dueño de una zurda artesanal.

 

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Si nos vamos al fútbol de pueblo y de barrio, el 10 es una institución. Todos tenemos un amigo que es el enganche del equipo. Suele ser siempre el talentoso, el ‘calidoso’, el que la pisa mejor que todos, pero también el que menos corre. Juega parado en la mitad cuando el equipo defiende y además, por partido, busca dos o tres veces el lujo personal antes que la mejor decisión para el colectivo.

 

Valderrama junto a Simeone. El ´Pibe`fue el ícono de la Selección Colombia en los noventa. Foto: foxsportsla.com

 

En una cancha de micro, de fútbol once, en un pueblo de tierra caliente o en un colegio de la sabana, así es nuestro 10. Lo tenemos en nuestro ADN. Al jugador colombiano, amateur o profesional, le encanta el juego corto, de paredes, de circulación. Nos gusta el juego vistoso, de talento y picardía. Somos de caños, sombreros, tacos, de torear al rival. Así somos, y eso, en sí mismo, no tiene nada malo.

 

No obstante, en la vida el progreso debe ser una permanente búsqueda. Tenemos que identificar las cosas en las que podemos mejorar para empezar a perseguir los pasos del fútbol de más alto nivel. Comparemos un Millonarios-Santa Fe con un Bayern Münich-Borussia Dortmund, y obviemos por un momento las diferencias estéticas. Olvidémonos de las aficiones, los uniformes, la infraestructura y la prolijidad de la puesta en escena. Fijémonos solamente en el juego y veremos que la mayor diferencia es la del ritmo: la velocidad de la circulación y de las transiciones. Ellos juegan a 300 y nosotros a 80. En eso no hay discusión.

 

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España y Alemania, los países cuyo fútbol más ha crecido en la última década, han convertido sus escuelas en verdaderos talleres de formación de mediocampistas de altísimo nivel. Desde hace mucho tiempo, los mejores mediocentros e interiores son europeos. Salvo Casemiro y Vidal, ningún volante latinoamericano es titular en un equipo top. Eso no es casualidad. No nos podemos mentir. Nos hemos jactado diciendo que el talento está acá, pero ellos, con metodología, fabrican a los mejores.

 

Si Kroos, Isco, Xavi o Draxler hubieran nacido en Colombia serían los enganches del Envigado, el América o Millonariosa Isco le diríamos ‘Pachito’ y a Kroos, ‘Toño’. Pero se habrían quedado ahí, no habrían trascendido. En Europa, a pesar de tener esa naturaleza, ellos no cumplen con el rol del clásico 10. Esto, porque el 4-3-1-2, que se juega con un enganche, que cuando no se tiene el balón hace que el equipo juegue con uno menos, y en ataque se le responsabiliza demasiado de la creación de juego, está en mi opinión, mandado a recoger.

 

 

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Alguno me contestará diciendo que mire a Özil, a James o a algún otro. Lo bueno es que sus casos refuerzan mi tesis. Si quieres ser enganche, o eres Özil o eres James. Si no, no existes. Tienes que hacer como Modric o Fábregas que retrocedieron 20 metros y se han visto obligados a incorporar el despliegue brutal que exige el fútbol moderno. Son pocos, muy pocos, los equipos que juegan con un 10 clásico en Europa. Xavi, uno de los mejores volantes creativos de la historia, corría como ninguno en la cancha. Era un jugador útil con y sin balón. Presionaba, robaba, hacía los apoyos…

 

Mesut ha sido uno de los mejores volantes creativos de los últimos años. Foto: thesun.co.uk

 

El 10 colombiano debe evolucionar. Y esto de ninguna manera va en contra de la estética o el buen juego. Por el contrario. En el fútbol moderno, cada vez más, es imposible separar la defensa del ataque. Hoy, los mejores volantes son volantes totales.

 

Mayer y Omar están en otra liga. Hace años se ganaron el cielo y nuestro respeto. Pero no pueden seguir siendo el paradigma del volante creativo. Hay que matarlos. Que vivan, eso sí, y para siempre, en los libros y el recuerdo de todos los amantes de fútbol colombiano.

 

P.D. : No tenemos nada contra Mayer Candelo y Omar Pérez. Son dos genios irrepetibles. Alguna vez escribimos esto sobre ellos: Mayer: patrimonio del FPC Para siempre Omar

 

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Foto:

goal.com


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