Los pecados capitales de Maturana

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No se equivoquen: no solo los números echaron a Maturana. 

 

Los números hablan por sí solos: 8 puntos en 19 partidos, un rendimiento del 31,6%, un equipo eliminado de los 8 con varias fechas de antelación y un escenario complicado en la tabla del descenso del próximo año. La salida de Pacho Maturana está justificada, idependientemente de si renunció o lo renunciaron.

 

La plantilla del Caldas es muy regular. El gran José Fernando Cuadrado acompañado de nombres desconocidos en todas las líneas y algunos extranjeros que ni fu ni fa. Los nombres pesado no aparecieron nunca. Michael Ortega está en un (eterno) bache futbolístico, Elkín Soto va de salida y Johan Arango es el jugador intermitente que siempre ha sido. No hay mucho. Es cierto. Pero Maturana sabía lo que tenía y aun así decidió embarcarse en el proyecto. Además, tampoco es una nómina tan mala como para ocupar un deshonroso puesto 18. ¿Será más discreta que la del Cortuluá, el Pasto, el Bucaramanga, el Huila, Jaguares o Tigres? Yo diría que no.

 

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Ahora, con o sin recursos, lo cierto es que Pacho suma un nuevo fracaso en su historia reciente como DT. Otra vez se fue por la puerta de atrás sembrando cizaña en los medios locales y con frases destempladas y refritas del estilo “me voy aprendiendo todos los días”. La prensa quedó enardecida y la hinchada desilusionada. Para muchos es difícil entender la millonada que dilapidó el Caldas en la contratación y el salario de Pachito.

 

No dejaremos de reconocer sus aportes al fútbol colombiano, sus títulos y el protagonismo que tuvo en la internacionalización de nuestro fútbol. Sin embargo, sus últimas experiencias en el banco dan fe de un fútbol que ha cambiado y de un técnico que se ha quedado anclado en sus conceptos. Ideas en su momento revolucionarias y que le rindieron frutos durante esas décadas, pero que hoy ya no encajan.

 

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Algunos románticos afirman que el fútbol es uno solo y que lo único que ha cambiado es el nombre que le damos a los conceptos. Pero no hay que entrar en un debate profundo para reconocer que en su último paso por los banquillos, Pacho, obstinado, obvió prácticas que son innogociables en el fútbol moderno.

 

A su proyecto, Maturana invitó a un preparador físico con un gran bagaje académico, pero que nunca había tenido experiencia en fútbol profesional. Además, las directivas lo acusaron de no haber preparado bien los partidos; esto es, entre otras, estudiar al rival a cabalidad. Un pecado capital en el fútbol de hoy, sobre todo si se dispone de ayudas audiovisuales y tecnológicas.

 

Otros errores como insistir con un esquema defensivo y conservador en casa y no haber sabido potenciar a los jugadores jóvenes que venían de la cantera –uno de los principales motivos por los que lo trajeron– también propulsaron su salida.

 

Su Caldas fue un equipo lento y sin ambición. Al Pacho de antaño se le reconoció por ser un gran motivador, a este no se le vio eso por ninguna parte. El manejo de grupo fue otra de sus condenas. Nunca supo transimitirle a los jugadores lo que pretendía.

 

Aunque nos duela, el gran Maturana parece un técnico anclado en el pasado, uno que nunca encontró el momento correcto para decir adiós. Esta última y desafortunada experiencia en el Once Caldas lo hizo ver más cercano a la generación de Gabriel Ochoa —un sabio que hace años dio el paso al costado– que a un Juan Carlos Osorio —referente del presente y futuro táctico del fútbol colombiano—.

 

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Foto:

Caracol


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