Recordando a Iván Rámiro, nuestro eterno capitán

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Es un ejercicio feliz y bonito recordar a Ivanra, nuestro eterno capitán. 

 

Lo primero que hay que decir de Iván Ramiro Córdoba –aunque los millenials desconozcan su historia y su apellido los remita a un defensa casi del montón que jugaba con esparadrapo en la nariz– es que fue, junto a su parcero Yepes, el gran conquistador nuestro en Europa.

 

Gracias a él, al fútbol de élite le empezó a quedar claro que los paridos en este trópico sí son capaces de convertirse en superestrellas. Superestrellas en el buen sentido de la palabra: futbolistas trascendentes, líderes innatos, capaces de meterse en el corazón de los clubes grandes para siempre.

 

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Lo suyo en el Inter fue el prólogo de lo que vino después con Amaranto Perea en el Atleti, Ospina en el Niza, Falcao en el Porto ( y en el Atlético y en el Mónaco), James en el Bayern, Bacca en el Sevilla, Cuadrado en la Juventus –la lista podría seguir–.

 

Oriundo de Rionegro, antes de hacerse futbolista, Ivanra fue un estudiante juicioso que en las vacaciones recogía café con su papá… hasta que en el 93, con 17 añitos, debutó como profesional en Rionegro F.C de segunda división.

 

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Foto: goal.com

 

Su primera temporada fue un suplicio. Suplente siempre, se recorrió el país en buses destartalados y confirmó en carne propia que eso de que la B es un auténtico infierno tiene todo de verdad. Pero Córdoba aguantó, feroz y sin doblarse, aferrado al optimismo del juvenil que sabe que algo grande está por llegar.

 

Y así fue. En Bolivia, en el Sudamericano Sub-20 del 95, aunque Colombia la pasó mal y quedó eliminado en grupos, Ivanra fue uno de los referentes y empezó a perfilar su liderazgo avasallante. Además, en el país del Diablo Echeverry jugó al lado de Yepes, en lo que fue la primera exhibición de una de las mejores duplas en la historia de la Selección Colombia.

 

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Lo suyo con Mario Alberto fue amor a primera vista. Adolescencial e indestructible. Tanto que en el Rionegro se dieron cuenta y, para no romperle el corazón, lo ficharon al terminar el sudamericano. ¿El resultado? En su primera temporada juntos el equipo la rompió toda y por primera vez llegó a las finales. Cómo es de lindo el amor.

 

Desde ahí, su ascenso fue más rápido que un pique de Salah. Saltó a Nacional, en donde estuvo dos años y ganó una Copa Interamericana, luego fue a San Lorenzo, también por dos temporadas, para finalmente, en el 99, con 23 añitos y después de rechazar una oferta del Real Madrid (pues Ivanra, gracias a los inverosímiles goles del Tino en el Parma era un enamora del Calcio ) terminar en el sueño de su vida: el Inter de Milán.

 

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Lo que vivió en el Inter es bien sabido por todos (tomen nota millenials). Y es insuperable. En sus 12 años de estadía jugó 455 partidos –¡455!–, hizo 18 goles y lo ganó todo. Todo: 5 copas de Italia, 4 Supercopas Italianas, 5 Scuddettos, 1 Champions y 1 Mundial de Clubes. Compartió camarín con los mejores: Verón, Zannetti, Eto’, Crespo, Ibrahimovich (complete usted con el que se vaya acordando) y por varios años llevó la cinta de capitán.

 

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Ah –para los que no se acuerdan o creen que su participación fue simbólica – como si fuera poco, Ivanra también hizo parte del Inter legendario que se ganó el triplete con Mou. Si bien antes de esa temporada de oro, por sus pocos minutos, estuvo a punto de ser transferido al Chelsea, al final el portugués ordenó retenerlo y lo convirtió en pieza clave del mejor Inter del siglo XXI. Tanto que José lo llamó a la final de Champions en el Bernabéu con sus dos piernas lesionadas, solo como dosis de éxtasis para la hinchada neoazurra, que agradeció ver alzar la copa a su capitano.

 

 

Su capítulo con la Selección Colombia también es conocido por todos, y tanto empáticos como apáticos de la Selección, tienen fijo en la memoria su sostenido perfecto, cuando oyó el silencio, antes del cabezazo que se tradujo en el 1-0 con el que le ganamos la final de la Copa América del 2000 a México. Sí, esa Copa fue una mierda (manchada toda por la violencia y sin Argentina), pero es la única que tenemos por mostrar y en ella, escrita, see lee perfecto: Iván Ramiro Córdoba.

 

 

Se retiró en 2012, lleno por dentro y como alcalde de Milán. En su caso, perdonen la cursilería, recordar es vivir.

 

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Foto:

Calendariocolombia.com


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