Se busca: Wilberto Cosme

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Wilberto Cosme no era Lewandowski, pero fue clave para la estrella 14 de Millos. Hoy está desaparecido. Ayúdenos a encontrarlo.

 

Vino al mundo en Padilla, Cauca y se hizo futbolista en Bogotá, la ciudad y el equipo de la B que lleva su nombre. Debutó en 2005, a sus 21 años, ni muy joven ni muy viejo y aunque técnicamente no deslumbraba a nadie, su fortaleza física, su velocidad y su olfato p’al gol le compraron un puesto en primera.

 

En 2006 llegó al Real Cartagena que el año anterior había perdido la final de la liga con el Cali. De ahí en adelante, y hasta el 2010, su historia —como hoy— es difusa. Un paso fugaz por Huila y puros ires y venires de y hacia Bogotá F.C., su cuna y el club del que con alrededor de 80 goles sigue siendo el máximo goleador histórico.

 

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En 2010, con 26 años y ya muy lejos de ser una promesa, Wilberto —sabrá el diablo quién lo puso allá— aterrizó en el América. Fracaso. Como el hijo pródigo siempre vuelve a casa, Bogotá le abrió las puertas. Luego en 2011 pasó a La Equidad y allí, aunque no marcó una época, encontró algo de regularidad, gritó un par de goles y llegó a la final contra Nacional.

 

Millos, que es Millos, lo trajo. En el primer semestre de 2012 pasó desapercibido. En El Campín se hizo famoso por sus fallos clamorosos. Como siempre, todos pedían su cabeza, pero el club mantuvo y en el segundo semestre, aunque mantuvo sus fallos clamorosos, se hizo querer. Fácil, salió campeón.

 

Hernán Torres jugaba con dos puntas. Wason era más posicional, salía del área a pivotear, a juntar jugadores. La virtud de Cosme era que tiraba 250 diagonales por partido. El pie Mayer lo dejó mano a mano infinitas veces. Hizo 7 goles, fue el goleador del equipo, pero pudo haber hecho 70. 80. En Millos recuerdan con cariño el gol que le hizo al Medellín en la final, sus goles carambola, los que hizo en Suramericana y todos esos que seguro iban a entrar e inexplicablemente terminaron por fuera.

 

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Cuando anunciaron que se iba para el Querétaro a algunos les dolió, pero no se lo recriminaron. “No saben la que les metieron a esos mexicanos”, se murmuraba en los pasillos del club. Tenerlo a Wilberto era un parto: un grito de gol cada cinco putazos. Y allá estuvo. En México, luego del cuento de hadas azul, vino la dura realidad. Goles hizo —al fin y al cabo era lo que sabía a hacer—, pero nunca encontró regularidad. De Querétaro, pasó a Chiapas y de ahí a Puebla, en donde salió campeón de la Copa México en 2015.

 

Y se esfumó. De ahí pasó a Perú, al imponente Real Garcilaso. Allí hizo goles, como siempre. Igual, no se mantuvo. Dicen que el 2017 lo jugó en Pasto, dizque que hizo un gol. Ver para creer.

 

Decir que está joven sería mentir. Tiene 33 y a los jugadores de sus características los años les pesan especialmente. Sus mejores años los tiene por detrás, entonces, si se lo encuentra no le mienta, no le de falsas esperenzas. Dígale, más bien, que deje de inventar, que empaque las maletas y se devuelva a Bogotá. A su amado Bogotá, allá sigue y seguirá siendo leyenda.

 

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Foto:

Colombia.com / EFE


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