Dicen que la pelota no se mancha, que la política no tiene espacio en la cancha. Sin embargo, la pelota siempre rueda y a veces, a pesar de los puristas, la política se cuela. Sebastián Ramírez fue más allá y sumó la música a la ecuación para traernos un texto que ilustra cómo el famoso cántico futbolero “Decime que se siente” y su cántico antecesor hicieron parte de un importante panorama político.
Un himno manchado por la coyuntura
Buenos Aires, Argentina, marzo 24 de 1976. El nuevo régimen militar encabezado por Jorge Rafael Videla proclamaba un Proceso de Reorganización Nacional, que significaría la muerte, detención y desaparición de un gran número de sus opositores. Un manto negro y sangriento caía sobre la nación.
Sin embargo, como suele pasar con el fútbol, que inocentemente ha sido condenado a esconder, maquillar o decorar las más grandes barbaries humanas, para entonces también se cocinaban las expectativas del Mundial del 78’. La Selección Argentina tenía, desde el principio, en el papel, cara de campeón: arriba, un Mario Alberto Kempes brillante que venía de anotar 52 goles en el Valencia y que se convertiría en el goleador del certamen; en el medio, el Beto Alonso, que ya mostraba ínfulas de ídolo en River; atrás, el gran capitán Daniel Pasarella; bajo los tres palos, el ‘Pato’ Filliol, el mejor arquero argentino de todos los tiempos; y afuera, desde la raya, el barco lo comandaba el flaco y romántico César Luis Menotti.
El contraste era dramático. Por un lado, el terrorismo de Estado recorría las calles. Y por el otro, la esperanza de un título escarbaba en las pasiones más profundas de un pueblo fanático del fútbol y exaltaba las motivaciones, esas mismas que llenarían de papel picado cada una de las canchas donde jugara Argentina durante la Copa. Incertidumbre y esperanza dividían los corazones en el invierno de 1978.
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Arrancó el Mundial y qué mejor analgésico para un pueblo maltratado que el estadio lleno, la pelota rodando y el equipo ganando. La euforia era desbordada y entonces apareció un cántico, que a pesar de tener un origen inocente y bienintencionado, parecía ignorar a los opositores del régimen que habían sido secuestrados y estaban desaparecidos. Además parecía mirar de soslayo una realidad denunciada por un grupo de madres plantadas frente a la Casa Rosada, que desesperadas exigían respuestas acerca del paradero de sus hijos. El “Vamos, vamos Argentina”, aunque constituía la única voz proveniente del pueblo, paradójicamente, como dice el escritor Fernando García en su artículo El Hit de la Selección, se convirtió en un símbolo del régimen. Los presuntos escándalos de corrupción y amaño del régimen durante la competencia hicieron que –como dice el mismo García– el Mundial del 78’ se convirtiera en el triunfo maldito del fútbol argentino. Pues bien, el cántico que acompañó el triunfo se manchó también.
Así, durante los partidos de la Selección Argentina se comenzó a popularizar una canción que estaría presente en las tribunas durante más de tres décadas.
Aquí la letra del himno maldito que acompañó a la albiceleste durante 35 años:
Vamos, vamos, Argentina
Vamos, vamos a ganar
Que esta barra bullanguera
No te deja, no te deja de alentar
Perón decime que se siente
Para la primera década del nuevo siglo, la Selección Argentina ya ostentaba dos campeonatos del mundo – el último en México 86 de la mano de Diego Maradona – y alardeaba de haber eliminado a Brasil en los octavos de final de Italia 90, con un gol de Claudio Caniggia. Por otra parte, con la victoria en las elecciones presidenciales de 2003 de Néstor Kirchner la filiación al peronismo aumentó y se dio inicio a la agrupación política La Cámpora, dedicada a apoyar las gestiones de gobierno de los Kirchner. Para popularizar la causa, el puñado de jóvenes se valió de una vieja canción de rock de los años 60’s: Bad moon rising de Creedence Clearwater Revival. Sostuvieron su melodía y modificaron su letra para apoyar el proyecto peronista. El resultado:
Vengo bancando este proyecto
Proyecto nacional y popular
Te juro que en los malos momentos
Los pibes siempre vamos a estar
Porque Néstor no se fue
Lo llevo en el corazón
Con la jefa, los soldados de Perón.
A mediados de 2006 la canción comenzó a difundirse y, con el paso del tiempo, las hinchadas de los equipos argentinos popularizaron cada vez más sus propias versiones. La hinchada de San Lorenzo fue la primera en importarla al fútbol, luego vinieron las demás.
Cada hinchada sacó su versión hasta que los colores y las rivalidades se desvanecieron en junio 2014. Todos con la albiceleste entonaron una sola versión. Sí, esa versión que recorrió el mundo… Su letra proclama la “paternidad” que los argentinos tienen sobre los brasileños, una paternidad que de remitirse a las estadísticas se desbarataría rápidamente:
Brasil, decime que se siente
Tener en casa a tu papá
Te juro que aunque pasen los años
Nunca nos vamos a olvidar
Que el Diego te gambeteó, el Cani los vacunó
Están llorando desde Italia hasta hoy
A Messi lo vas a ver, la copa nos va a traer
Maradona es más grande que Pelé.
Entonando su nuevo himno como caballito de batalla, los argentinos se dedicaron a inundar las calles con banderas y la ilusión de llevarse la Copa. Nada más dulce que sacársela al vecino en su casa. Una ilusión a la que le crecieron piernas y cabeza cuando Brasil cayó 7 a 1 contra Alemania, y que se puso de pie cuando los albicelestes clasificaron a la final después de 24 años. Sin embargo, una volea de Götze fue suficiente para sentarlos de un golpe. Sería esta la primera de tres finales perdidas en línea.
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Así, con la versión adaptada para apoyar a la Selección Argentina durante el Mundial de Brasil 2014, la hinchada gaucha reemplazaba el “vamos, vamos”, contaminado por los horrores de la dictadura, por un cántico de origen peronista. Más allá de su afiliación política, salta a la vista como el fútbol y la política tienen una relación estrecha en Argentina. Ayer se cantó una con trasfondo videlista, hoy se canta una que nació en cuna peronista. El argentino las canta igual, sin saber que detrás de la música y el fútbol a veces merodea la política. Estos dos cánticos, son solo un pequeño abrebocas del universo político que esconde la pelota.
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