Nada es ajeno al paso del tiempo. Alejandro Escorcia no es ninguna excepción y su fútbol menos. En estos versos el autor explora esas cosas que le hicieron darse cuenta de la mortalidad de su juego.
LA EVIDENCIA
mi lengua enredada en mis tobillos
el diseño del elástico que la pantaloneta le tatúa a mi cintura
la clásica ‘amarrada’ de tenis cada diez minutos
el morado que mañana tendrá el chino que me tiró el caño
el Di María gordo que juega a mi lado (yo soy el Pipa)
las putas pepitas negras dentro de las orejas tras la caída
la enorme brecha entre mi alta precisión y mi pobre cambio de ritmo
el aire de agrandados que respira el equipo contrario
la contradicción de estirar en la ducha mientras pienso tengo que bajar la cuenta del agua
las quejas por el horario de las 10pm
el sueño doloroso encima de mi escritorio después del horario de las 10pm
la creciente presencia de calvos en los partidos
todas estas cosas son la evidencia de que estoy envejeciendo
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