Feliz San Valentín, Leo

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El PSG jugó un partido sin precedentes y aplastó al Barcelona. Los de Luis Enrique dejaron una imagen preocupante y la remontada parece imposible.

 

En 23 partidos Emery solo había ganado uno contra el Barca. Por eso, en días en los que su gestión en París estaba en dudas, salió al Parque de los Príncipes con el cuchillo entre los dientes. Y sus jugadores lo respaldaron. El PSG le dio al Barcelona un baile que Messi, Iniesta y compañía nunca olvidarán.

 

La figura del local fue un 4-3-3 que se convertía en un 4-1-4-1 en fase defensiva. Los laterales fueron Kurzawa y Meunier, los centrales Marquinhos y Kimpembe; de cabeza de área jugó Rabiot y un poco más adelantados, de interiores, los talentosísimos Verrati y Matuidi. En punta estuvo Cavani y por las bandas, completando la línea de cuatro, Draxler y Di María.

 

Luis Enrique no inventó y mantuvo el esquema que se ha hecho habitual en su equipo: 4-3-1-2 con Messi jugando por adentro detrás de Neymar y Suárez. En la primera línea jugaron Sergi Roberto, Piqué, Umtiti y Alba; y en el mediocampo estuvieron Busquets, Iniesta y André Gomes, los tres de pésimo partido. Si de alguna manera se puede explicar el resultado final, si es posible, fue porque Busquets estuvo impreciso, Iniesta invisible y Gomes inexistente.

 

Desde el primer minuto los parisinos se creyeron el cuento y avasallaron a su rival contra el arco de Ter Stegen. La presión coordinada y la capacidad de los volantes del PSG para cazar la salida a ras de piso enfrascó al Barca. A los diez minutos el arquero alemán le sacó a Matuidi un tiro a bocajarro y desde ahí dio la sensación de que la noche iba a acabar mal para Luis Enrique. Y antes del minuto veinte se vino el principio de la debacle. Di María, de tiro libre comenzó a ahorcar al Barcelona con un golazo.

 

Después del gol, el PSG se replegó y dejó que el visitante se hiciera con el balón. La presión alta mermó y Emery permitió que Umtiti y Piqué condujeran hasta la mitad. Pero ahí, cuando los volantes del Barca tenían que coger la batuta, se vieron siempre superados por Rabiot, Verrati y Matuidi. Los volantes del PSG hicieron todo lo que los del Barcelona no. Fueron unas fieras en marca, anticiparon, quitaron y cuando tuvieron el balón bailaron ballet.

 

Draxler, a la contra, avisó con una jugadota por izquierda, pero Ter Stegen respondió con otro atajada supernatural. Cinco minutos después, tras una pérdida increíble de Messi, el alemán, esta vez sí, puso el 2-0. El PSG lo mereció y se fue arriba al descanso. En el Barca, Suárez fue un espectador de lujo y Messi fue a París a tomarse la foto con la Torre Eiffel. El amor propio y la gambeta de Neymar no fueron suficientes para sostener a un equipo fracturado.

 

En el segundo tiempo nada cambió. El PSG siguió siendo implacable y el Barcelona un fantasma. Y a los diez minutos pasó lo que tenía que pasar. El 3-0 llegó tras una hermosa jugada colectiva que arrancó con Trapp y terminó en la zurda de Di María. La falta de espíritu del Barca quedó retratada en el retroceso lento de Iniesta. La foto era desgarradora y esta vez el local olió el miedo y no desaceleró. El cuarto llegó al minuto 70, tras una cabalgata de Meunier que Cavani celebró con rabia. El Barca se volvió a ver largo y lento en el retroceso.

 

El primer remate al arco fue de Neymar y llegó a quince del final. En los últimos minutos Messi intentó despertar a su equipo, pero su imprecisión fue evidente. A los catalanes no les salió media. La imagen tras el pitazo final fue la de un equipo superado y fracturado, enfermo, deshuesado. Como si algo hubiera muerto por dentro.

 

Hace nueve años que Messi y sus amigos no se quedan por fuera en cuartos. Si el PSG juega la mitad de bien de lo que jugó en Paris, en Barcelona ni un milagro prolongará la racha.

 

Foto:

as.com


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