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Ay, José Néstor, cómo nos pones a sufrir. Cuando teníamos todo listo, 1-0 con otro gol de Yerry, los polacos haciéndonos el favor, lo único que tocaba era aguantar, meter huevo’ y corazón, colgar los once jugadores del palo, ¿en qué estabas pensando? A lo bien, ¿qué esperabas, viejo ‘Pek’, para hacer los cambios? Era el minuto 80, don José, estábamos a diez de pasar primeros, así que dinos, por favor: ¿qué carajos esperabas? ¿Por qué, Pékerman, por qué no hacías los cambios?
Si la historia hubiera terminado distinto, te lo hubiéramos reprochado hasta el final. “Viejo lento, viejo cobarde, viejo marica, viejo cacorro”, la gente te hubiera caído encima y, lo más grave de todo, hubiera ignorado una verdad del tamaño de Rusia: ¡es tuya, toda tuya, Don José!
Otra vez, pusiste en la cancha lo mejor que tenías a disposición. Los dos zurdos para ponernos a soñar y, para escoltarlos, –así hubiera jugado solo 3 minutos del Mundial, así todo Colombia te estuviera pidiendo a Barrios, así una equivocación suya nos hubiera complicado el camina’o en Rusia– pusiste a la ‘Roca’ Sánchez, tu hombre de confianza.
En la Copa dominada por la máxima “el Mundial no espera a nadie”, tú sí esperaste, tú no dejas a nadie atrás.
Cuando las cosas se pusieron complicadas, con la lesión de James, no perdiste la paciencia. No te temblaron los huevos y mandaste a Muriel a que debutara en un Mundial, cuando apenas iba media hora del partido más importante de la historia de nuestro fútbol. Respondió. Claro que respondió. Respondió a tu confianza con entrega y sacrificio.
Otro que respondió –y con creces– fue Juan Fernando Quintero, el mejor jugador de Colombia en el Mundial.
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Además de que lo llevaste a Rusia, lo pusiste a hacer de James en el primer partido, lo pusiste a conspirar con James en el segundo y le entregaste toda la responsabilidad en el tercero; lo aguantaste, viejo, lo aguantaste los 90 minutos en el partido más físico y jodidamente complicado de toda la Copa Mundo. Ese gordito que, supuestamente, “no es capaz de jugar más de 70 minutos”, hoy se dejó todo y en el 74 –¡el 74!– metió un centro perfecto que Guachené mandó a guardar. Toda tuya, Pek.
Y después de ese gol, cuando nos tenían metidos y nos provocaba arrancarnos las pestañas del desespero –y nadie, nadie nos podía hacer entender tu demora con los cambios– , decidiste aguantar. El primer cambio fue hombre por hombre –Lerma en lugar de Mateus– y todos, ingenuos como niños, no entendíamos por qué diablos no cambiabas el dibujo, parqueabas la buseta y cerrabas el partido.
El desespero fue peor cuando te gastaste el último cartucho cambiando delanteros. ¿No era mejor meter un rompe-piernas? Al parecer no. Borja entró fresquito, complicó a los defensas senegaleses y desahogó a los nuestros. Cerraste el partido con un delantero centro. Mucho capo. Mucho genio.
Eso, a fin de cuentas, es lo que importa. Cerraste el partido, nos metiste en octavos y –por segundo Mundial consecutivo– nos dejaste primeros de nuestro grupo. Ay, viejo ‘Pek’, sí, cómo nos pones a sufrir… pero, también: ¡cómo nos pones a soñar, carajo! ¿De verdad, de verdad, todavía hay gente tan miope como para caerte encima?
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