Una lesión misteriosa puso en jaque la carrera de Jackson Martínez.
Lo último que se supo de Jackson es que el Guangzhou Evergrande, uno de esos clubes chinos que creen que todo lo pueden a punta de billete, le rescindió unilateralmente el contrato. Esa es la forma elegante de decirlo. A calzón quitado, a Jackson lo echaron. Como lo echarían a usted si hace mal su trabajo en cualquiera que sea la empresa en la que trabaje.
Jackson, por voluntad (o por falta de voluntad) de su tobillo izquierdo, hizo mal su trabajo. En 2016 los chinos le pagaron 40 millones de euros al Atleti de Madrid por poder tener al moreno en sus estadios. Hoy, dos años después, sus números dan miedo: 16 partidos y cuatro golitos. Un fiasco.
Si uno devuelve el cassette el desenlace parece increíble. De ser un nueve de área referente en Europa a ser un desempleado. Sorprende incluso más porque a Jackson Martínez lo conocemos y en su historia no hay nada de vicios, nada de noche, solo disciplina, biblia y humildad. Algo así solo lo explica una lesión, una de las crueles, de las que no parecen graves, que arrancan con dolores leves y terminan comiéndote por dentro.
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Es algo misterioso. Todo sobre la lesión es hermético y sombrío. Jackson no ha dicho mucho. Sabemos que arrancó en México con una molestia soportable en el tobillo. “Te infiltramos y ya”. A partir de ahí, ya no paró más. Muchas infiltraciones y nunca una recuperación definitiva. Como si se hubiera vuelto adicto a forzar su tobillo. Pero el adicto no era él, el adicto es el fútbol, el negocio millonario que no puede parar. Muchas infiltraciones y muchos goles, esa era su obligación. El maldito vicio de infiltrar a los futbolistas…
Llegó a Porto y todo fue p’arriba. Demasiados goles. ¿Y el tobillo? Igual. Con el tobillo roto jugó esa noche en la que dio un recital contra el Bayern Múnich. Los Dragones ganaron 3-1 y tras el partido, en rueda de prensa, Guardiola elogió al colombiano y recordó el hecho de que había jugado infiltrado. En ese momento a todos nos pareció normal. ¿Pero lo era? ¿Es normal jugar lesionado?
A nadie le importó, ni siquiera al departamento médico del Atlético de Madrid. De Portugal fue a España y la bomba explotó: suplencia, falta de adaptación, Simeone le puso la cruz… y una lesión. Una lesión vieja, la de siempre. En 2015, un choque inocente contra el chileno Francisco Silva, en un partido con Colombia, rompió la pita y nada volvió a ser lo mismo.
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En el Atleti jugó un par de partidos más. No hubo goles ni grandes noches. Algo pasaba con Jackson, algo en su tobillo izquierdo. No hubo infiltraciones mágicas que valieran. Los españoles se cansaron y lo vendieron a Oriente. Arrogantes, los circenses empresarios chinos debieron creer que ellos sí iban a poder solucionar la misteriosa lesión. En abril de 2016 se operó por primera vez, en julio, por segunda. Nada pasó…
Volvamos al principio. Está semana se decidió que Jackson había hecho mal su trabajo y por eso se le rescindió el contrato. La pregunta es si después de tanto tiempo, y con la lesión a flor de piel, será capaz de volverle a cumplir en algún equipo. Ni idea. Ojalá en Colombia algún médico logre dar en la tecla. Su Dios le ha enviado una prueba ruda.
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Sport / EFE