Perú tiene argumentos suficientes para hacernos llorar. Si nos descuidamos, nos vuelan la cabeza.
Gareca ya encontró su equipo
A diferencia de Pékerman, Gareca hace varias fechas que ya encontró su equipo: un 4-2-3-1 que salvo ausencias puntuales de los indiscutibles se ha mantenido.
Hombre por hombre, somos mejores, pero al día de hoy, en lo que se refiere a un plan de juego, a una idea, Perú es más que Colombia. Mientras nostros dábamos tumbos y rotábamos y rotábamos para encontrar un once que funcionara bien, Gareca se casó con una idea y construyó un equipo equilibrado que sabe a qué juega, de local y de visitante.
Perú llevaba cinco partidos invicto por Eliminatorias y en 2017 todavía no sabe lo que es perder de local. Además, contra Colombia recupera a Christian Cueva, André Carrillo y Christian Ramos, tres jugadores de peso en el esquema.
Sus volantes
Perú es un equipo sólido que se sustenta en la versatilidad de sus volantes, todos de buen pie para jugar y atacar, pero de pulmones grandes y piernas fuertes para marcar y robar cuando el partido lo requiere. En la Perú de Gareca no hay caciques, solo obreros.
Colombia, si no se para bien y sale a especular, va a sufrir con el despliegue y la dinámica de Yotún y Tapia, los dos volantes de primera línea; el primero más suelto y el segundo guarda el equilibrio. Delante de ellos, Christian Cueva jugando por adentro es un peligro; si logra recibir a la espalda de nuestros volantes estamos fritos. Por afuera, Carrillo y Flores, que todavía es duda, son volantes de ida y vuelta, férreos en marca y punzantes en el uno contra uno. Sus centros hacen feliz a Paolo.
Contagiados por la euforia del Estadio Nacional de Lima, estos cinco serán un peligro.
Gallese, es un porterazo
Si Perú salió viva de La Bombonera fue gracias a Pedro David Gallese. La verdad fue un milagro. Argentina los acorraló y los puso sufrir. Las ausencias de Cueva y Carrillo hicieron que Perú nunca pudiera tener el balón lejos de su área. Y entonces…
Cuando parecía que todo se caía, que el Mundial se iba al diablo, una y otra vez, aparecía Gallese. El mano a mano que le sacó al ‘Papu’ Gómez va a ir al museo de historia del fútbol peruano (y argentino).
Mientras el golero de ellos viene lleno de confianza y vigor el nuestro estará disputando una lucha interna que arrancó tras el error grosero que nos costó el 1-1 en Barranquilla. David es mejor, pero Gallese llega hecho un toro.
El Guerrero
Falcao y Paolo. Alguno de los dos —a menos de que algo extraordinario ocurra— se va a retirar sin haber ido a un Mundial. Ese sueño frustrado Paolo lo venderá muy caro, si acaso lo vende.
Este es otro de esos que levanta a un muerto, que alza un estadio lleno si hace falta, que hace un gol hasta con los dientes. Nosotros tenemos al Tigre, ellos tienen al Guerrero. Van a rodar cabezas en Lima.
El factor anímico
Hasta antes de ganar aquellos puntos en el escritorio contra Bolivia, Perú era un zombie, estaba muerto, virtualmente eliminado. De repente, tres puntos le dieron vida, y como los enfermos terminales que se recuperan milagrosamente de una enfermedad incurable Perú decidió vivir al límite. Ese jugar al todo por el todo, ese vivir sin miedo, lo tiene a una victoria de ir al Mundial.
Los peruanos están sedientos. En 2018 se cumplirán 36 años desde la última vez que fueron a un Mundial, y desde 1998 ni siquiera sueñan con ello. El Estadio Nacional de Lima va a ser una caldera, un infierno, los peruanos van a salir con el cuchillo entre los dientes.
Si nos descuidamos, si no salimos con dolor de patria, con el escudo en la mano, seremos presa fácil.
Foto:
Trome