Este año en el que se cruza la Copa América con la Eurocopa es un buen momento para analizar por qué el mejor fútbol ya no es suraméricano sino europeo. ¿Qué pasó? ¿Por qué nos robaron la pelota?
En una entrevista que le concedió al maravilloso periodista español Julio Maldonado (Maldini), Xavi Hernández dijo que el fútbol es de los mediocampistas. Que los partidos se ganan en el mediocampo y que, como se juega con un solo balón, el equipo que logre hacérselo por más tiempo, en definitiva tendrá más opciones de ganar. Aunque suene simplista y quizá exagerado en palabras de Xavi, los sucesos de los últimos años en el fútbol dejan entrever que efectivamente el fútbol de hoy le pertenece a los mediocampistas. Es en el mediocampo donde los entrenadores plasman el espíritu y la estrategia de sus equipos: “dime quién te organiza y te diré a qué juegas”.
Pensemos, por un minuto, en los mediocampistas de las más recientes campeonas del Mundo, Alemania y España. La selección de Mesut Özil dio un baño de fútbol moderno en el último mundial. Les costará sangre a los analistas encontrar un equipo alemán que se le parezca al último campeón del mundo, con tantos jugadores necesitados de tener el balón, ansiosos por la posesión. La Alemania invicta que le encajó siete a Brasil fue la consumación a manos de Joachin Löw, de lo que, alrededor de los mediocampistas, inició Jürgen Klinsmann después del mundial de 2002.
De la España campeona en Sudáfrica 2010…Bueno, necesitaríamos un libro entero para ahondar en todos los ingredientes de esa Masía mejorada que confeccionó Vicente Del Bosque para aquel mundial. No descubro nada nuevo cuando digo que La Roja de Sudáfrica dio un puñetazo en la mesa para constatar por siempre que el fútbol se juega con la cabeza y no con los pies. Los últimos dos campeones del mundo: la Alemania de los mediocampistas del Bayern y la España de los mediocampistas del Barcelona ¿Casualidad?
Los últimos dos campeones del mundo: la Alemania de los mediocampistas del Bayern y la España de los mediocampistas del Barcelona ¿Casualidad?
Brasil y Argentina, por su parte, mantienen el poder intrínseco que les concede la historia. Pero en los últimos tres mundiales han sido amorfos y pantanosos. Messi y Neymar los avalan, hoy por hoy, como selecciones poderosas, sin embargo, en lo colectivo han dejado mucho que desear.
Para este análisis nos quisimos enfocar en un punto bisagra, transversal y definitivo en el juego de un equipo: el volante pívot/organizador. ¿Qué entendemos por un volante organizador? Es el jugador de equilibrio, el conocido cabeza de área, la primera articulación entre defensa y ataque y viceversa. En dos palabras: Sergio Busquets.
Estaremos de acuerdo, espero, en que los mediocampistas le dan la imprenta a sus equipos y que en los últimos años en este lado del mundo escasean mediocentros estelares, mientras del otro lado, en Europa, tienen para tirar al techo. Estaremos de acuerdo, también, en que cabe pensar que los tiempos han cambiado. Que han cambiado para mal. Que los de allá nos han robado la pelota y, ya con ella en los pies, se han dedicado a jugar el mejor fútbol del mundo.
¿Quiénes han sido los organizadores de Brasil y España en los últimos mundiales? Quizá revisando la historia reciente de estas dos potencias –una de aquí y otra de allá– tengamos más claridad acerca de cuáles han sido las causas de que el balón se haya mudado de un continente a otro.
2006
Al mundial de 2006, llegó una Brasil que todavía gozaba de la inercia exitosa de la generación dorada de la tres “R”´s (Rivaldo, Ronaldinho y Ronaldo). En Alemania, la organización estuvo a cargo de Emerson, Zé Roberto y Gilberto Silva. Emerson, con 29 años, era un modelo de equilibrio: gran recuperador de balones y muy correcto con los pies. Al acabarse el mundial, a pedido de Capello, llegó al Real Madrid. Zé Roberto, una fiera sin el balón y un artista con él, con 31 años parecía ya haber dado lo mejor de sí. El repitente Gilberto Silva seguía siendo un referente de jerarquía y clase.
A pesar de haber promediado una posición 55,3% en la primera ronda, Brasil cayó en cuartos contra la Francia del gran Zidane. De esa selección se recuerda su desorden, su fiesta y no mucho más. Quizá, sus tres organizadores, especialmente Zé Roberto, hayan sido los últimos grandes talentos que desfilaron por el mediocampo brasileño. El Scratch empezaba a perder la sonrisa.
Mientras Brasil caía en picada, España, aunque no pasó de octavos y estaba lejos de ser el equipo en el que después se convertiría, dejó claro que su juego de posesión ya se encontraba en el horno. En Alemania, España terminó primero de su grupo y el balón estuvo en su poder el 60% de los minutos que disputó. Un número que se explica por sí solo si miramos quiénes fueron los organizadores escogidos por Luis Aragonés: Xabi Alonso, Marcos Senna y Xavi Hernández.
Mientras Brasil caía en picada, España, aunque no pasó de octavos y estaba lejos de ser el equipo en el que después se convertiría, dejó claro que su juego de posesión ya se encontraba en el horno.
Un tridente envidiable con un Marcos Sena sabio y feroz, eje del mejor Villarreal de los últimos años; con un Xabi Alonso revelación que ya jugaba para el Liverpool; y un Xavi Hernández joven, encaminado a convertirse en la bandera del juego de posesión del Barcelona.
La idea estaba clara y el talento parecía ser suficiente para hacerla realidad. La Federación Española aguantó a Aragonés y dos años después, en Ucrania y Polonia, se finiquitó la obra maestra. Xavi Hernández, que se doctoró en el Barcelona de Guardiola, lideró a una España excepcional que se hizo dueña del balón y mostró un fútbol inédito a nivel de selecciones.
2010
Si los nombres de Brasil ya no eran los de antes, la escogencia de Dunga como entrenador tampoco parecía ser la solución para devolverle el color a una hepática verdeamarela. El pragmatismo del ex-capitán, que optó por un juego brusco y vertical, no terminaba de convencer en el país de la samba y la gambeta.
El esquema de Dunga exigía fuerza y fiereza en la mitad. Los organizadores escogidos fueron un envejecido Gilberto Silva, el tosco Felipe Melo y el testimonial Elano. Al final, Brasil fue un reflejo de su mediocampo: un equipo sin fuego que se despidió roto por dentro. No se puede olvidar que Felipe Melo perdió la cabeza infantilmente contra Holanda, dejó a su equipo con 10, se proclamó responsable directo de la pronta eliminación y expuso la naturaleza de la columna vertebral del equipo. El mundial en el país de Mandela desmitificó a Brasil.
Mientras tanto, España subía al Olimpo. No fue el reloj perfecto de la Eurocopa de 2008, pero en el ADN de la Roja ya estaba integrada la idea de posesión y así, amando a la pelota, se hizo con la Copa y con un promedio histórico de posesión: 67%. Mucho habrá tenido que ver que 7 de los 11 jugadores que fueron titulares en la final fueran jugadores del Barcelona. Entre ellos, un tal Sergio Busquets, que desde que debutó en 2008 con Guardiola viene siendo el paradigma moderno del mediocampista central.
Después del mundial, en la Euro de Austria y Suiza, España volvió a demostrar que sus éxitos no eran casualidad sino el resultado de la confianza en un modelo de juego sustentado en jugadores técnicamente privilegiados, que reivindicaron los “nuevos” ideales del fútbol europeo.
2014
Como anfitrión, con Neymar ya no como jugador promesa sino como certeza contundente y socio estelar de Messi en el Barca, Brasil en Brasil tenía la obligación de salir campeón. Entonces, guiados por la melancolía del último gran Scratch, el de las tres “R”s, se volvió a confiar en Scolari.
En grupos, Brasil le ganó a Croacia, empató con México y le ganó a Camerún. En octavos le ganó a Chile por penales y en cuartos despidió a Colombia. En semifinales perdió hasta la risa contra los alemanes.
En los seis partidos que jugó, sus organizadores fueron Paulinho, Luis Gustavo y Hernanes. Aunque la posesión promedio del equipo fue de 53%, perdiéndola únicamente contra Chile, los organizadores brasileros podrían haberse apedillado García y Rodríguez, ser de Perú , Paraguay u Honduras. Nadie se habría dado cuenta. La magia brasilera no apareció por ningún lado.
En la segunda era de Scolari, Brasil estuvo lejos de hacer feliz a sus talentosos. Neymar, desde el hospital, tuvo que pedir que lo sedaran al final del partido contra Alemania. Con ese mediocampo –lo digo muchos meses después, lo sé– la sorpresa habría sido verlo campeón.
En la segunda era de Scolari, Brasil estuvo lejos de hacer feliz a sus talentosos. Neymar, desde el hospital, tuvo que pedir que lo sedaran al final del partido contra Alemania.
Es difícil analizar el desempeño de España en Brasil. Quien se atreva a decir que predijo la eliminación en grupos de La Roja, miente. Fue un equipo pantanoso, sin creatividad ni sorpresa, herido de muerte en el debut. Su camino comprendió la humillante venganza de Holanda 1-5, la derrota contra Chile y el triunfo inocuo contra Australia.
La posesión, esta vez, aunque fue siempre española (56 % en sus tres partidos), no bastó. El fútbol de posesión ya se había estudiado con lupa. Van Gaal y Sampaoli le ganaron en el pizarrón a un Del Bosque que no supo darle la vuelta a la carencia de profundidad de su equipo. Eso sí, España se fue a casa sin traicionarse a sí misma; quizá sin poder hacerlo; fútbol de posesión y España ya son una misma cosa.Con respecto a Sudáfrica se mantuvieron Busquets y Alonso como ejes principales del equipo. El nivel y la forma física de Xavi Hérnandez lo marginaron de la titular y, aunque nadie en el mundo podría remplazarlo, Koke fue un intento digno. En la banca, Javi Martínez acompañó a Xavi. En total, cinco organizadores que serían titulares en cualquier equipo del mundo.
Cuando hoy, en junio de 2016, nos preguntamos por volantes organizadores de primer nivel, el ejercicio se hace mucho más fácil cuando se ponen los ojos en el país de Xavi Hernández. Fàbregas, Thiago, Busquets, Javi Martínez, Gabi, Koke y Ander Herrera llegan a la mente con facilidad. En Brasil, en cambio, sobran dedos de las manos. Y más bien llegan a la cabeza “picapiedras” como Fernando y Fernandinho, o jugadores que no nos hacen parar de la silla como Luiz Gustavo.
La diferencia es cualitativa y cuantitativa. En España son muchos más y son mucho mejores. No hay que dejarse confundir y pensar que ahora nacen mejores jugadores españoles, mientras que la genética brasilera ha perdido su valor. No es así y no lo será nunca. Como Neymar, como Zé Roberto, vendrán más. Lo que más bien hay que pensar es que mientras allá los genios de este deporte, Del Bosque, Aragonés, Guardiola, consumaron la revolución del fútbol total, acá –¡en Brasil!– hay tendencias rígidas y muy pragmáticas impropias de estas tierras. Brasil volverá a ser Brasil cuando mire para adentro y vuelva a reencontrase consigo misma: La Brasil sublevada, la Brasil talentosa, la Brasil en la que éxito e ingenio eran inseparables.
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