Desde que se fue Sir Alex Ferguson, el Manchester United ha sido un equipo pálido. Ni Moyes, ni Van Gaal estuvieron a la altura de la circunstancia. Ahora es el turno de Mourinho, un ganador nato que tiene la receta del éxito inmediato. Acá le contamos por qué el portugués es el técnico ideal para el momento que vive el club más ganador del fútbol inglés.
El éxito le llegó siendo joven, pero no de manera prematura. Antes de convertirse en el ganador soberbio que es, Mourinho tuvo que ser un humilde aprendiz: fue entrenador de colegio, traductor/asistente de Sir Bobby Robson y segundo entrenador de Louis Van Gaal en Barcelona. Del holandés aprendió la obsesión por el orden y la metodología y fue gracias al inglés –dice Mou– que le perdió el miedo a perder. En el 2003, cuando a sus 39 años cogió las riendas del Porto sólo él sabía de lo que era capaz. Con una metodología claramente definida y una confianza superlativa en sí mismo, Mourinho ganó el triplete –Copa, Liga y Champions– y comenzó a forjar su leyenda.
Después, en Inglaterra, su liderazgo, soportado en la billetera de Román Abramóvich, hizo del Chelsea un equipo grande. En 2004, en su primera pre-temporada con el equipo de Londres en EEUU –recuerda Mou– nadie fue a verlos, nadie los conocía. Cuatro años después, cuando se fue a Italia, el Chelsea ya era un grande de Inglaterra.
Porque si algo ha tenido José es eso, que es una píldora mágica de competitividad y triunfo. Los 23 trofeos que adornan su sala lo confirman. El Inter de Milán, el Real Madrid y el Chelsea –en su segunda etapa– recurrieron al portugués en momentos de crisis, de sequías importantes, cuando el rumbo no era claro. En los tres casos, su llegada surtió efecto de manera inmediata. En Italia ganó el triplete y le devolvió el autoestima a un Inter deprimido; en España compitió de tú a tú con el mejor Barcelona de la historia, hizo que el Madrid volviera a figurar en Europa y ganó una Liga después de tres años; y regresó al Chelsea para ganar una Liga después de cuatro años de sequía. Y ahora, el Manchester United recurre a él para volver a sentarse en el trono del fútbol mundial.
Pero, ¿por qué Mourinho?
Cuando, después de 26 temporadas al mando, Sir Alex Ferguson dejó de ser el Manager del club, la directiva se propuso volver a iniciar un ciclo largo y escoger a un personaje capaz de mantenerse por varias temporadas a cargo del primer equipo. David Moyes llegó por recomendación explícita de Sir Alex y fracasó estrepitosamente. Después, el turno fue para el experimentado Van Gaal, que tampoco estuvo a la altura. ¿Por qué recurrir ahora a un entrenador que nunca ha podido mantenerse más de tres temporadas en un club? Fácil, porque el club está en crisis y la crisis es el hábitat ideal para Mourinho. Crisis, dinero, buenos jugadores y un proyecto deportivo ambicioso, todo junto, un coctel irrechazable para el que se denomina a sí mismo como ‘The Special One’.
El United no soporta un año más en la sombra de la Premier y Mourinho sabe como ser competitivo en un período corto de tiempo. Así son sus ciclos: exitosos e intensos. Paradójicamente es eso mismo lo que le impide mantenerse conectado por más de tres años con sus futbolistas. Su gen competitivo, su obsesión por la metodología y el nivel de compromiso que demanda su liderazgo son tan desgastantes a nivel emocional, que es insostenible que los futbolistas lo resistan por un tiempo prolongado. Los jugadores, inclusive los que lo quieren y lo admiran, se van vaciando paulatinamente. Con Mou es un ‘todo o nada’. Su salida rocosa del Madrid y el infierno que vivió en sus últimos meses en Londres, así lo demuestran.
Los jugadores, inclusive los que lo quieren y lo admiran, se van vaciando paulatinamente.
Quizás no dure 15 años en el banquillo de Old Trafford, quizás no sean más de tres, pero lo cierto es que con Mourinho ahí sentado, de entrada, los trofeos y la gloria se sienten más próximos…
La incógnita del 4-2-3-1
La familia Glazer ha desembolsado este verano 200 millones de euros para terminar de pulir una plantilla de lujo que se adapte a las exigencias de José. Pogba (120 MM), Mkhitaryan (42 MM), Bailly (38 MM) y Ibrahimovic (Libre) fueron peticiones explícitas de un técnico que, como ya se vio contra el Leicester City en la Community Shield, volverá a apostar por su ya emblemático 4-2-3-1.
Desde su época en el Inter de Milán, Mourinho se casó con este esquema y parece que en Manchester no cambiará. El dilema –si es que lo es para el entrenador– no será en torno al sistema, sino, más bien, en torno a los jugadores que lo conformarán.
En Real Madrid y en su segunda etapa en Chelsea jugó con dos extremos naturales en la línea de tres –Ronaldo/Di María y Hazard/Willian. Ahora, los jugadores predilectos para ocupar las bandas parecerían ser Depay y Mkhitaryan, sin embargo, la reciente llegada de Pogba, con seguridad, pondrá a pensar al portugués. Si bien Pogba puede jugar de volante de contención –en el doble cinco–, en la reciente Eurocopa demostró que alejarse tanto del área y adquirir tanta responsabilidad defensiva le impide ser el volante determinante que deslumbró al mundo en la Juve. Después de lo que se pagó por él, es claro que Pogba va a jugar, la pregunta es dónde.
Una alternativa plausible sería retrasar a Rooney para que acompañe a Carrick –o a quién quiera que vaya a hacer el trabajo sucio– en la primera línea de volantes, para adelantar a Pogba y ubicarlo en el carril central, detrás de Ibrahimovic. En los últimos años Rooney ha ido retrasando su posición y en la Era Van Gaal, sobre todo al final, se le vio jugando de contención. Además, Mourinho es muy del agrado de complementar a un volante destructor con otro de corte creativo. Así lo hizo en el Chelsea con Fàbregas y Matic.
Después de lo que se pagó por él, es claro que Pogba va a jugar, la pregunta es dónde.
El segundo gran dilema que tendrá Mourinho será el del delantero. Mourinho convenció a Ibrahimovic de venir a rematar sus años mozos en el Manchester United. Con ‘Ibra’ el club se hizo de un delantero soberbio –un gol suyo ya le dio el título de la Community Shield–, pero que ya está en el ocaso de su carrera y que probablemente le quitará protagonismo al joven Rashford. Una de las grandes críticas que se le hicieron en su última etapa en Chelsea fue la de haber perjudicado a los jugadores jóvenes de la casa. Mourinho deberá ser inteligente y gestionar de manera prudente la carrera de uno de los últimos grandes talentos del fútbol inglés que, además, es un consentido de la afición.
Escoja a quién escoja, juegue con el sistema con el que juegue, Mourinho deberá ganarse a una afición exigente, sedienta de buen juego y que desde hace tres años no sale satisfecha del Teatro de los Sueños. El nuevo técnico deberá estar a la altura de la circunstancia cuando todo el estadio coree enardecido el emblemático: “¡Attack!, ¡Attack!, ¡Attack!”. En Manchester, parquear el bus ya no será una opción.
El telón está a punto de levantarse y los ingredientes de la función no pueden ser mejores: un técnico exitoso con ganas de dejar atrás la peor temporada de su carrera y un club en busca de un presente que corresponda con su pasado. ¡Ah! Y como no podía faltar, también habrá un archienemigo merodeando por la ciudad. Desde su primer día, y aunque ninguno lo quiera aceptar, Guardiola y Mourinho reanudarán una vieja disputa por demostrar quién es el mejor. A partir de este fin de semana, Manchester será la capital mundial de fútbol y el señor José Mourinho mucho tiene que ver al respecto.
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