Las derrotas son en sí mismas dolorosas, pero cuando se trata de equipos y jugadores acostumbrados al éxito, la herida es más profunda. El proyecto Luis Enrique recibió en Paris una herida de muerte. Acompáñenos a revisar el estado de salud de un equipo cuyos cimientos tiene grandes grietas.
En medio de un momento tan delicado, hay dos noticias buenas para el Barca. La primera es que ya no tiene excusas para no coger el bisturí y examinar al enfermo. La segunda es que desde Cruyff, la historia del club muestra que las mejores cosas han venido después de goleadas devastadores. El Barca ha sabido rehacerse después de los cataclismos: la derrota del Dream Team 0-4 contra el Milan en la final de la Copa de Europa del ´94, el fin de la era Rijkaard tras un 4-1 contra el Real Madrid, el 7-0 global en semifinales de Champions contra el Bayern.
En este artículo explicaremos cómo ha sido la irregular temporada del equipo, las posibles causas del mal momento y qué tiene al Barca tan alejado de su identidad. Porque lo que más le debió haber dolido al equipo fue haber sido superado con armas que ellos mismos solían dominar mejor que nadie.
La Kryptonita del Barca: la presión alta
Una goleada 4-0 muchas veces puede ser fruto de una mala noche propia y una muy buena del rival. Pero en este caso, en el Parque de los Príncipes, se vio un capítulo más de una serie que bien podría llamarse: un equipo incapaz de salir.
En esta temporada, más que en ninguna otra en la última década, los rivales han salido a soplarle la oreja al arquero, a presionar arriba. El Celta de Vigo en Balaídos mostró el camino. En una primera parte, con una presión infernal sobre Ter Stegen y Busquets, el Celta se puso 3-0 al minuto 33.
Sampaoli hizo lo propio en el Sánchez Pizjuán. Vitolo fue una pesadilla para un Sergi Roberto que dio las primeras señales de incomodidad en su posición de lateral. El Barca ese día salió vivo de Sevilla porque Messi amaneció de buen genio. En San Sebastián no salió goleado de milagro. El Betis repitió la receta y Simeone, también, olió la sangre. El Atlético de Madrid, en el segundo tiempo del partido de ida de Copa y en casi todo el partido de vuelta en el Camp Nou, jugó con las líneas muy arriba. Fue un milagro que el Barca pasara a la final.
Ahora, ¿por qué estos partidos terminaron en empates o derrotas justas, y no en goleada como contra el PSG? Por la calidad del rival, claramente.
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Ya no viajan juntos
Luis Enrique, por necesidad, matizó el concepto de “viajar juntos” desde su llegada. El Barca de los volantes se convirtió en el Barca de los delanteros. Pero este año, no sabemos si voluntariamente o no, el equipo se alejó demasiado de él. Esto tiene causas aisladas y estructurales.
El origen de los primeros obedece a que de manera natural e inconsciente los jugadores rellenan con su juego y virtudes los vacíos estructurales del juego de posición. ¿A qué me refiero con esto? A que, por ejemplo, ante la incapacidad de superar la primera línea de presión, es una tentación muy grande buscar a Suárez en largo por su gran capacidad para ganar duelos individuales. Y eso se va convirtiendo en hábito. A que Neymar, ante la imposibilidad de generar superioridad en su zona, opta por regatear no a 25 metros del área sino en la mitad de la cancha. Y eso se convierte en hábito. A que Sergi Roberto, que basta con verlo para entender que es un volante, rara vez trate o pueda ganar la línea de fondo y opte casi siempre por pases conservadores. Con esto, y la posición central de Messi, la banda derecha del Barca es absolutamente inofensiva.
Este tipo de cosas no son malas en sí mismas. La gambeta de Neymar es un gran recurso. Pero cuando se convierten en hábitos más recurrentes que los del modelo de juego del colectivo, la estructura del equipo va cediendo ante el instinto individual.
Los motivos estructurales son hondos y complejos. Por capacidad y espacio es imposible darles toda la atención que merecen. Pero cualquier entusiasta espectador al ver los partidos notará como el equipo está rendido a la inspiración de sus tres delanteros.
El Barca cada vez se ordena menos con el balón. La paciencia y la circulación necesaria para ir “viajando juntos” y encontrar superioridades es fundamental. Con jugadores sin fortaleza física ni especial talento defensivo como Messi, Roberto, Neymar, Iniesta, Rafihna y Denis Suárez, el equipo debe sostener su fortaleza defensiva estando cerca unos de otros y así presionar juntos.
La aplicación de estos y otros principios van acompañados de una ortodoxia y una disciplina metodológica que recae en el cuerpo técnico. No sabemos porqué esto se le ha escapado de las manos a Luis Enrique. Sin conocer las intimidades del día a día de trabajo, sí podemos decir que una de las razones es la falta de adaptación de los refuerzos. Y una mitad de la cancha que ya no está capacitada para dominar los partidos.
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El mediocampo y los refuerzos
Rabiot, Matuidi y Verrati superaron categóricamente con y sin balón a Busquets, Iniesta y André Gomes. La foto de ese partido debe servirle al Barca para mirarse el ombligo y darse cuenta que ya no tiene el mejor mediocampo de Europa. El Bayern, el Real Madrid, el PSG, posiblemente el Chelsea, hoy, tienen más y mejores herramientas en la mitad.
Con un Iniesta a cuenta gotas, un descenso notable en el nivel de Rakitic, un Arda que rinde mucho más de extremo que de interior, un Denis Suárez que de ninguna manera es un volante para controlar el partido y dominar al rival, y sí un volante de marca con buen ida y vuelta, el Barca tiene un problema estructural. Hay una brecha muy grande entre los principios de su modelo de juego y los elementos para ejecutarlo. Un abismo entre la teoría y la praxis.
Busquets cada día se queda más solo en un gremio que antes contaba con cuatro o cinco de su estirpe.
Respecto a los refuerzos, salvo Umtiti, ningún otro ha demostrado el fuelle necesario para defender lo que este equipo ha ganado en los últimos años. Paco Alcácer es la sombra del capitán del Valencia y exquisito delantero que era hace un año. Digne no ha sido mucho más que la versión genérica de Alba.
Y lo peor ha pasado con los fichajes de Denis Suárez y André Gomez. Su falta de adaptación al lenguaje de Busquets, Piqué y Messi es alarmante. El Barca no está para potenciar posibles talentos. El ex-valencia estaba llamado a reforzar un mediocampo que año a año se viene debilitando, pero por el contrario ha aumentado la desnaturalización de la idea que hizo grande a este equipo.
La secretaría técnica y el (siguiente) entrenador deberán afinar muy bien la vista y el sentido intuitivo que tan valioso es en el fútbol. Reforzar bien la mitad de la cancha debe ser la prioridad para la siguiente temporada. Si bien no hay un Modric o un Iniesta disponibles en el mercado, hay jugadores con el juego para hacer posible que el equipo vuelva a viajar junto.
Verrati, Diawara, Thiago Alcántara, Weigl, Banega, son algunos nombres que pueden ayudar a conseguirlo.
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