Así jugaba Chapecoense, el equipo que se ganó el cielo

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El accidente del Chapecoense le sacudió las fibras a todo el mundo del fútbol. Por una semana, todos los equipos y aficionados nos pusimos los mismos colores. En Hablaelbalón le hicimos el mejor homenaje que pudimos: recordar su propuesta futbolística, repasar la puesta en escena que le permitió a un equipo humilde de Brasil llegar a una final continental.

 

Su trágico final, a menos de 48 horas de su mayor cita con la historia, nos conmovió, unió al planeta fútbol. Sentidos homenajes alrededor del mundo recordaron a cada uno de los héroes fallecidos. Sin embargo, poco se ha hablado de las virtudes futbolísticas de este gran equipo que conquistó el continente.

 

Esta tragedia nos dejó una lección: Respetémonos en vida

 

Un equipo pragmático y solidario

El fútbol moderno se ha igualado muchísimo. La diferencia entre los grandes y los chicos se ha reducido. El futbolero atento ha notado que casi todos los torneos de clubes y selecciones tienen a su Chapecoense: equipos que sin tener jugadores cualitativamente brillantes, saben sufrir, son solidarios, aprietan los dientes en cada jugada y despliegan de manera unánime la propuesta de su entrenador. Equipos que, desde la solidaridad y el compromiso, llegan lejos. Muy lejos. El Leicester City en Inglaterra, el Chapecoense en Brasil.

 

El entrenador Caio Júnior logró construir un equipo corto para defender y muy práctico para atacar. El camino a la final de la Copa Sudamericana no fue sencillo. Chapecoense dejó en el camino a equipos difíciles –Independiente, San Lorenzo y Junior–, a los cuales, en momentos puntuales de las series, logró someter con personalidad. Una de las grandes virtudes de este equipo es que lograba mantener su propuesta a lo largo de los 90 minutos.

 

El sistema siempre fue el mismo y el once fue casi invariable a lo largo de la Copa: un 4-3-3, que mutaba a un 4-2-3-1, dependiendo de la posición y los movimientos del capitán Cléber Santana.

 

En el arco estuvo siempre Danilo, un arquero de muy buenos reflejos y muy buen manejo del área. Contra Independiente y San Lorenzo tuvo noches espectaculares. Inolvidables.

 

En el centro de la defensa, Neto y Thiego. Dos típicos centrales brasileños. Muy contundentes y fiables por arriba y agresivos en el uno a uno. Con balón, si no había una línea clara de pase, la orden era pelotear al nueve de referencia.

 

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Giménez, en el lateral derecho, era un jugador sin mucha técnica, sin ida y vuelta, pero muy limpio y puntual a la hora de marcar. Ideal para equilibrar el juego de Dener, el lateral por izquierda, que sí era un producto de la escuela de laterales brasileños. De buena zancada, zurda elástica, atrevido y de centres peligrosos. Una de las grandes armas del Chapecoense.

 

La mitad de la cancha era una roca. Cuando Caio Júnior decidía jugar con doble cinco lo hacía con Josimar y Matheus Biteco o Gil. Cuando jugaba con tres volantes lo hacía con estos dos y Cléber Santana de interior por izquierda. En repliegue, siempre uno de los tres volantes salía a presionar a la altura de los delanteros, obligando a jugar en largo al rival. Gil era un volante de mucha ida y vuelta, potente físicamente y de zancada larga. Josimar era más posicional, se encargaba de realizar los relevos y las ayudas. Cléber era junto a ‘Tiaguinho’, el jugador más interesante. Siempre cabeza levantada, buena toma de decisiones y una conducción muy técnica. El eje del equipo.

 

Adelante, los extremos eran Tiaguinho por izquierda y Ananías por derecha. En punta, se rotaba entre Kempes y el goleador histórico del club, Bruno Rangel. ‘Tiaguinho’ era el jugador más desequilibrante en el uno contra uno. Habilidosísimo. Siempre un dolor de cabeza para el lateral derecho del rival. Ananías era menos habilidoso, pero muy bueno para ganar segundas jugadas, una habilidad fundamental para el modelo de juego de Caio Júnior.

 

Así, con personalidad, superó al Junior y le dio la vuelta a la llave:

 

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Las virtudes del Chapeco

El Chapecoense no era un equipo estético, no se preocupaba por elaborar demasiado. La consigna era clarísima: terminar las jugadas. Casi siempre los ataques terminaban en centros, lo cual supuso dos grandes beneficios: (1) el equipo se hizo muy peligroso en el juego aéreo y (2) al no elaborar demasiado y terminar siempre las jugadas con un centro, un remate al arco o un pase frontal, era muy difícil agarrarlo mal parado y contragolpearlo.

 

La mitad de la cancha era tan solo una zona de tránsito. El equipo buscaba a Cléber Santana para que uniera el mediocampo con los delanteros. El capitán burlaba líneas conduciendo, pero muchas veces buscaba en largo a los extremos. ‘Tiaguinho’ era especialista en ganarse, él solo, el pan; o ganaba un tiro de esquina o le sacaba una falta al rival. La dinámica de los tres de arriba era clave. Los centrales tendían a jugar en largo para generar un duelo aéreo entre los cuatro defensores rivales y los tres delanteros. La apuesta era por ganar la segunda jugada y así lograr que el equipo avanzara.

 

Otro punto fuerte de este Chapecoense fue la banda izquierda, la banda feliz, en donde se generaba el juego más vistoso del equipo. El tándem Dener-‘Tiaguinho’, ofrecía desequilibrio y talento. El primero más potente, el segundo más habilidoso. Eran la vía de escape y los elementos más sorpresivos de la propuesta del entrenador. Contra San Lorenzo se supieron divertir, la rompieron.

 

Por último, hubo un elemento clave para el éxito de este equipo. Un factor determinante que le ayudó a superar las series –en especial aquella contra el Junior–. Su estadio. El Arena Condá de Chapecó era (es y seguirá siendo)  un fortín. De verde, siempre lleno y siempre empujando a los suyos. El equipo no caía de local desde el 23 de octubre contra Santos por el Brasileirao. En Arena Condá todo parecía posible.

 

Esta semana, a petición de Atlético Nacional, la Conmebol le otorgó a Chapecoense el título de Copa Suramericana. Un muy bonito homenaje póstumo, un detalle que nos recuerda que, al final, no todo en el fútbol se trata de títulos. Sí. Pero que por favor no se cometa el error de creer que solo así era posible. Las contingencias de la vida rompieron los sueños de un grupo de jugadores desconocidos, pero trabajadores, comprometidos con la idea de un entrenador preparado y sapiente. El Nacional de Rueda, el flmante campeón de América, habría tenido que sudar sangre para sacarle la Copa a este equipo.

 

El Chapecoense murió en pleno cumplimiento del deber. Hablar de su juego era lo mejor que podíamos hacer.

 

En memoria de todos los fallecidos en la trgedia área del 28 de noviembre de 2016.

 

Foto:

semana.com


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