En sus 76 años de historia, el ‘Rojo’ no ha tenido otro hincha como él. Este es un homenaje tardío a Monseñor Julio Sánchez González y su incomprensible obsesión por Independiente Santa Fe.
Recuerdo como si hubiera sido ayer el día de mi Primera Comunión. La corbata escocesa de lana me llegaba hasta las rodillas, por lo que mi papá optó por amarrarme la parte de atrás al cinturón; mi hermana, que un año antes había pasado por el mismo ritual, me decía que el vino no era tan feo y que igual era poco; mi abuela lloraba por razones que aún me son esquivas.
Adentro de la iglesia mi mamá hablaba con el cura, muerta de la risa, sobre algún tema de la coyuntura nacional. Me llamó y me dijo que el cura quería hablar conmigo. Lo miré y me senté a responder las preguntas que me tenía. Con una sonrisa me preguntó si sabía qué significaban la ostia y el vino y si me había ido a confesar. Cuando entendí que el interrogatorio había terminado quise pararme, pero el cura me detuvo con su mano. Su expresión había cambiado, ahora su cara era la de alguien que se dispone a tratar un tema de vital importancia. Me miró a los ojos y me preguntó: “¿Y usted sí es de Santa Fe?” A lo que yo, frente a Dios y la Iglesia, respondí: “Sí, Padre”.
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El padre Julio Sánchez (nada que ver con el de La W), o ‘El Curita’ –como él insistía en que le dijeran– fue todo un personaje de la vida bogotana en la segunda mitad del siglo XX. Aunque nació en Madrid, Cundinamarca, llegó rapidito a Bogotá y, un rato después del seminario, terminó de capellán del Gimnasio Moderno y el Colegio Alfonso Jaramillo. En el año 66’, el mismo en que el cuadro de sus amores salió primero por cuarta vez, dejó la huella más clara que tuvo sobre la ciudad y fundó el Colegio Emilio Valenzuela.
El padre Julio, más que un sacerdote, fue una figura paterna que entendió como pocos la realidad de la adolescencia y acogió a muchos en su abrazo gigante. Más allá de su absoluta devoción por la fe católica (con la que no hacía chistes) era un hombre del común, de los que fuman en el estadio y bailan en los matrimonios. Uno de sus alumnos me contó que en 1975 el cura intercedió para que lo dejaran ir a ver al Santa Fe de Pandolfi, Sarnari, el ‘Cachaco’ y Cañón; sin embargo, su señor padre, el biológico, se rehusó y soltó una frase que marcaría toda una vida: “Mijo, tranquilo, el próximo año lo dejo ir, va a ver que ese equipo es tan bueno que se va a cansar de verlo ganar”. Ya sabemos cómo terminó eso.
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El cura era comprensivo y respetuoso con las convicciones ajenas. Nunca obligó a sus alumnos a creer en nada, pero vivió su vida siempre de acuerdo a su fe y su Santa Fe. La historia de conversión de varios de sus alumnos al cardenalismo es ya famosa. Se compró un jeep ‘poderoso’ a finales de los 80’s y se lo prestaba al que se lo manejara hasta el estadio, templo en el que podía liberarse de sus problemas y gritarle al árbitro que era un sinvergüenza hasta que los pulmones no le dieran más. Literalmente. Siguió yendo al estadio con su tanque de oxígeno hasta que fue físicamente incapaz de hacerlo. A pocas sillas de Pacheco, otro hincha ilustre, estaba este hombre bajito, con la clerical, el alzacuello blanco y la camiseta puesta en el alma.
Me miró a los ojos y me preguntó: ¿Y usted sí es de Santa Fe?
“Lo único que lo sacaba de casillas era que Santa Fe perdiera. En ese momento era mejor no hablarle.” Así, textualmente, dicta el obituario con el que se despidió el Ministerio de Educación del cura. La afición de Julio, sin duda, era una cosa seria. También en CM& lo despidieron como unos de los grandes hinchas del ‘Rojo’; y uno de sus ex-alumnos –que por como habla debe ser hinchas de Millonarios– en un homenaje de 600 palabras no se resistió a decir que “era un hombre lleno de cualidades, pero tenía el peor de los defectos: ser hincha del Santa Fe”. Un defecto que heredamos yo y muchos otros afortunados que tuvieron la suerte de conocerlo.
Es irónica la coincidencia de que Julio se fuera en enero del 2009, el mismo año en que su ‘Santafecito’ le ganó la Copa Colombia al Pasto por penales y 34 años después de su último título. Desde que el cura Julio está en el cielo, Santa Fe ha vivido sus mejores años. Yo no sé si algo está haciendo allá arriba por el equipo, pero le agradecemos en el alma la línea directa. Ocho años después de su partida, cuando su ‘Santafecito’ vive sus días más gloriosos, venimos a pedirle que nos siga ayudando por allá, que, aquí abajo, nosotros nos encargamos de gritarle al juez. Hasta luego, ‘Curita’.
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