Mucho se ha dicho acerca de la ‘muerte del 10’. Para Luis Alejandro Díaz, prescindir de la figura táctica del 10 es una locura. Nos regaló esta líneas donde sustenta su opinión.
La eterna discusión sobre el reemplazo de Carlos Valderrama se ha confundido muchas veces con la idea un tanto confusa de que un enganche no sirve. Y es que a estas alturas, justo cuando la Selección Colombia pudo volver a surgir con una generación medianamente buena, con experiencia internacional y decididamente más europea que la que hubo a finales de los ochenta, el problema del 10 parece ser secundario por un asunto de variantes y posibilidades. Que si jugamos con volantes laterales, con ochos, con tres delanteros y tres puntas, que si James Rodríguez es 10 o no, que si a Macnelly todavía le da el ritmo en Nacional, etc. Hoy en día todos tenemos una opinión pero la verdad radica en la calidad de los jugadores y en la forma en que son utilizados.
En aras de “europeizar” y “reconceptualizar” el fútbol latinoamericano, muchos enganches naturales que aparecen en los procesos de divisiones inferiores han sufrido un “reacomodamiento”, es decir, han sido acoplados a sistemas que prescinden del 10 como armador y del 10 como figura táctica. El problema radica en que los talentos naturales que surgen en las canteras tienen que adaptarse a una posición distinta, renunciando así a eso que los hace diferentes. El talento es gobernado por la rigidez táctica. Esto hace que se rompa con la idea primigenia del fútbol: divertirse y jugar por gusto. Un gran error, que pasa incluso ahora en Brasil o en Argentina, lugares en los que el 10 sigue siendo una religión: imaginen a Brasil sin Zico, Rivaldo, Silas, o a Argentina sin Riquelme o D’alessandro.
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El 10 no es solo un hombre libre que va por ahí, “imaginando” los pases gol y ejecutando. El 10 es una figura táctica, tal vez la más importante del fútbol, que se ha venido reemplazando porque se intenta tener más equilibrio y generar más marca en el mediocampo. Lo que sucede ahora es que el miedo a perder elimina la posibilidad más clara para ganar. Nadie está obligado a jugar con enganche, ni mucho menos, pero ¿por qué no intentarlo si hay materia prima? Alemania, con su fama de fútbol físico y fuerte, dejó de participar en las finales de las Copas del Mundo cuando dejó de producir enganches. Desde 1974 con Günter Netzer, en 1982 y 86 con Felix Magath, hasta los noventa con Andy Möller, Hässler y Bein, Alemania marcó la parada. Las selecciones del 98 y el 2002 no generaron creadores de juego, y entonces la DFB (Federación de Fútbol Alemán) decidió revitalizar el sistema e invertir en el desarrollo de talentos. El resultado son personajes como Mesut Özil, Weigl o Kroos. Que ganen o no es cuestión de las cosas del fútbol, pero seguro la gente los prefiere a Frings, Neuville y compañía.
Lo más importante del técnico de fútbol es aprovechar el talento de sus jugadores en beneficio del equipo, y no hay jugador que resulte más beneficioso para un grupo de once, que el 10. Hace jugar a todos, genera ese fútbol que le gusta a la gente, y a pesar de su carácter individual, no podrá ganar solo un partido. Nadie puede. El fantasista es importante hasta en Italia, un lugar en el que tipos como Baggio, Totti, o Del Piero no han podido ser jamás eliminados por un sistema válido, que sin embargo depende todo el tiempo del imaginativo. Si lo hay, si se produce, hay que usarlo. ¡El 10 y 10 más!
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