En Etihad no se sacaron diferencias. Ni Pep ni Mourinho lograron cumplir con la tarea: sumar de a tres para continuar en la lucha por conseguir sus objetivos. En el 0-0, lo más destacado fue la expulsión del “juvenil” Fellaini.
Un partido triste
Cuando nos dijeron que Mourinho y Guardiola iban a coexistir en Manchester, pensamos que el United-City iba a convertirse en el Clásico del Mundo. Pero no.
Por proximidad en el calendario, y por el morbo extra que le da el duelo entre ‘Mou’ y ‘Pep’, fue imposible no comparar este partido con el Real Madrid-Barcelona de la semana pasada. Y el resultado fue desalentador. Mientras los españoles nos recordaron por qué el fútbol es lo más lindo, los ingleses casi nos produjeron un bostezo de 90 minutos.
Fue un partido predecible, de esos en los que un equipo se tira atrás y el otro no tiene ni la creatividad ni la rebeldía para abrir el cerrojo. Si en algún momento hubo emoción fue en los últimos diez minutos, porque este tipo de partidos suele ganarlos el más amarrete.
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Un United sólido y sin ambición
En Etihad vimos a la peor versión del entrenador portugués: el Mourinho mezquino al que no le da vergüenza meterse atrás, defenderse todo el partido y celebrar el 0-0.
Eso sí, el 4-1-4-1, con Carrick detrás de Fellaini y Herrera –que la rompe–, fue un sistema sólido en defensa que le cedió la pelota al City, pero que nunca se vio en apuros. El United dio una clase magistral de cómo defenderse.
Sin embargo, más allá del resultado, que con seguridad tiene muy feliz a su entrenador, es muy triste ver a un gigante como el United jugando como un equipo chico, diminuto. En el primer tiempo le pegó una vez al arco y ya; en el segundo se fue en blanco.
Mourinho será un monstruo, una leyenda, el técnico más ganador, lo que sea, pero no hace feliz a la pelota.
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El City Anti-Guardiola
Este City es un equipo pálido que tiene la pelota, pero que no viaja junto. El primer tiempo, antes de que Mourinho parqueara el bus, el partido dejó ver que el equipo de Guardiola está roto. No hay conexión entre la primera línea de volantes y los hombres de ataque, los laterales no dan soluciones por las bandas y el juego ofensivo se sustenta en las cabalgatas ‘carrolocas’ de Sterling y Sané (ambos de PÉSIMO partido).
El segundo tiempo el City lo jugó todo en campo del United, pero no por ser un equipo brillante, sino porque Mourinho le regaló tres cuartos de la cancha. Ni así hubo manera de romper el cerrojo.
Los ataques del local terminaron siempre en malas decisiones de Sterling y Sané o en remates suaves a la mitad del arco de De Gea, que son un síntoma claro de la falta de movilidad y de intención.
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