En el partido más interesante de la jornada, el gran Liverpool de Klopp le ganó 2-1 a un Chelsea falto de imaginación.
Para seguir pisando fuerte, Conte plantó sus habituales cuatro hombres atrás, con la novedad de David Luiz acompañando a Cahill. En la mitad, en la primera línea, alineó a Kanté y a Matic; en la segunda línea usó a William a Oscar y a Hazard; en punta apostó por Diego Costa: 4-2-3-1.
Klopp salió a Stamford Bridge con cuatro hombres atrás, sorprendiendo con Milner como lateral izquierdo; en la mitad plantó a Henderson como jefe y cabeza de área, secundado por Wijnaldum y Lallana de interior suelto; Coutinho y Mané fueron los extremos y Sturridge la punta de lanza. Un plástico 4-3-2-1.
Desde el primer minuto, cuando en una transición rapidísima Sturridge tuvo el primer remate, el Liverpool avisó sentirse local y estar decidido a ir por los tres puntos. En los primeros quince minutos jugó con la doble bien puesta, presión alta y transiciones rápidas. Fue mejor de comienzo a fin del primer tiempo porque supo imponer su ambición táctica en el partido.
Con Henderson como único hombre de equilibrio –es el jugador que más pases da en la Premier League–, siempre que aceleró atacó con mínimo cinco hombres. Mané y Coutinho cumplieron con el desequilibrio y la intensidad que exige Klopp y Sturridge fue el ‘falso 9’ que todos quieren tener: incombustible para frustrar el primer pase rival, inteligente para pivotear y venenoso cuando se tira a las bandas.
El Chelsea fue superado porque, además de sufrir con la intensidad sincronizada y la plasticidad en ataque del Liverpool , no tuvo la creatividad necesaria para romper el 4-5-1 que los de Klopp plantean cuando pierden el balón. Aunque ver jugar a Kanté hace parar de la silla y es hoy por hoy el pulmón del Chelsea, el mal partido de Matic hizo que los circuitos de juego se vieran truncados. Además, Oscar, que hoy fue el enganche, deambuló intermitente y errante, lo que llevó al local a tener un juego predecible, resignado a la velocidad por las bandas y poco más. Para cerrar la turbulencia, Diego Costa sufrió a chorros con Lauren y con Matip.
Los goles del Liverpool llegaron en una combinación por la izquierda que Coutinho capitalizó con un pase de Sniper a la cabeza de Lauren, que sorprendió entrando por la derecha; y con un gol de antología de Henderson, que hizo de un rebote una obra de arte de museo. Con un Liverpool en llamas y un Chelsea confundido, el primer tiempo dijo adiós.
El segundo tiempo dejó ver que Conte reprendió a los suyos y el Chelsea salió a hacer valer la localía. La presión del Liverpool se replegó y mutó de zona 3 a zona 2. Kanté siguió siendo el tanque de oxígeno blue y el Chelsea logró arrinconar a un Liverpool que se desnaturaliza cuando no es el dueño del balón. Después de quince minutos frenéticos –aunque no lúcidos– del Chelsea, Matic hizo su mejor aparición en el partido, recibió el balón en la mitad, giró con maestría, se asoció con Hazard, llegó al fondo y habilitó a Diego Costa.
Los brazos apretados y la sonrisa de Conte tras el gol hacían pensar que en su cabeza proyectaba la remontada. Cuatro minutos después, su proyección casi se hace real luego de que Oscar, de cabeza, habilitó a Diego Costa, que esta vez perdió con Courtois.
Pero la remontada no llegó porque el vértigo por el vértigo del Chelsea fue entendido por el Liverpool, que se enteró de que para terminar su asalto en Stamford Bridge debía volver a recuperar el balón. Desde el minuto 70′, con Origi en cancha, con Lucas Leyva, los visitantes volvieron a mostrar su amistad con el balón y sus variantes de mitad de cancha para arriba. Marearon al Chelsea y le apagaron su ímpetu que –hay que decirlo– fue de comienzo a fin vacío de variantes y creatividad.
Ni Pedro, ni Fabregas, ni Moses que entraron todos juntos faltando diez minutos evitaron la invasión Red. Este Liverpool puede pensar en grande.
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