Después de la derrota frente al Tottenham, el Manchester City tenía la necesidad de volver a sentirse omnipotente. Un gran Everton se lo impidió. Koeman le recordó a su pupilo que en Inglaterra las cosas son a otro precio.
Después de la caída en White Hart Lane, Guardiola cambió el esquema y apostó por un 3-4-2-1. Otamendi, Stones y Clichy fueron los centrales; Gündogan y Fernandinho jugaron en el doble cinco; por las bandas los carrileros fueron Sané y Sterling; un poco más adelantados y jugando por adentro De Bruyne y Silva; y arriba, entrando y saliendo del área, Iheanacho. El ‘Kun’ y Nolito, que venían de jugar con sus selecciones, arrancaron en el banquillo.
Koeman, por su parte, salió con un 4-3-3. Barry fue el mediocentro y lo acompañaron Gueye y Cleverly de interiores. Arriba, Lukaku de punta de lanza y de extremos, Deulofeu y Bolasie, ambos con la obligación táctica de referenciar a los carrileros del City.
La iniciativa, como no podía ser diferente, fue del local. El City fue hacia delante desde el primer minuto y, como su disposición táctica lo predecía, el peso ofensivo se centró en las bandas, especialmente en la derecha con Sané. El jovencísimo alemán arrancó confiado, se junto con De Bruyne, y en los primeros quince minutos demostró que es un diablo.
Las incursiones de Sané, sin embargo, fueron lo único vertiginoso del City en la primera parte. Pasado el primer cuarto de hora, el peligro se diluyó en una posesión inocua. El City fue dueño del balón, pero no supo hacer daño. El Everton, replegado, permitía que Fernandinho y Gündogan condujeran sin resistencia, pero ya en tres cuartos de cancha, ni Silva ni De Bryune eran capaces de dar el último pase. Iheanacho fue laborioso e hizo una gran labor táctica sacando a los centrales del área con sus movimientos, pero con el balón fue un fantasma.
En defensa, el Everton jugó a juntar hombres cerca del arco de Stekelenburg para impedir las asociaciones por adentro y rechazar el fuego aéreo cruzado. Y en ataque apostó por las transiciones rápidas verticales para intentar aprovechar el retroceso lento de Sané y Sterling y jugársela mano a mano con los tres centrales del City. Con muy poco, Lukaku dejó ver que la defensa de Pep podía tambalear.
Más allá de un penal que Stekelenburg le tapó a De Bruyne y de dos o tres tiros tibios, el City no generó nada…
El arranque de la segunda mitad dejó ver a un Everton más atrevido. En los primeros cinco minutos soltó a los laterales y le disputó el balón al City. Entonces Guardiola, ante el implacable paso del tiempo, se vio obligado a ingresar al ‘Kun’ Agüero.
Koeman, en repuesta , sacó a Deulofeu, ingresó a McCarthy y cambió a un 4-4-2 con Bolasie de segundo punta. La fórmula le salió redonda, siete minutos después, tras un rechazó largo, el congolés aprovechó una salida en falso de Stones y, con un leve roce al balón, dejó a Lukaku mano a mano con Clichy. Golazo. Pero entonces, cuando peor jugaba el City, Jagielka cometió su segundo penal de la noche. Y, aunque increíble, Stekelenburg volvió a aparecer. Esta vez la víctima fue Agüero.
El gol, quizás, perjudicó al visitante, pues inmediatamente después perdió la voluntad ofensiva y se volvió a atrincherar. Ante la urgencia y para sumar volumen de ataque, Pep sacó a Sané y metió a Nolito: 3-4-1-2. El español no necesitó más que un centro perfecto de Silva para empatar el partido.
El ingreso de Nolito aumentó el volumen de ataque. El City aprovechó el conformismo del Everton y, a punta de ganas y no mucho más, inclinó la cancha en los últimos minutos. Sin embargo, la sensación, igual que en la primera parte, fue la de un equipo sin profundidad y sin ideas claras.
Al final, el punto le supo a gloria al Everton. El Manchester City de Guardiola, en cambio, se dio cuenta que está empantanado.
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