No nos digamos mentiras: la patada de Maxi Núñez fue violencia extrema. Su guayo derecho impactó la totalidad de la cara de Álvaro Angulo. Una cosa que solo sucede en las películas de Van Damme. Sin embargo, no hay que crucificarlo. No se trata de justificar su actuar, ni mucho menos la violencia en el deporte. Los que jugamos fútbol sabemos que la calentura hace parte de un juego de mucho contacto físico. Si no se trata de crucificarlo, entonces ¿de qué se trata? De sancionarlo justamente. De hacerle entender a él y a todos los jugadores que no se puede agredir a otro.
Por su explosión violenta Núñez recibió cuatro fechas de suspensión y una multa de $737.717 (un salario mínimo). Pongamos esto en contexto. El semestre pasado, Javier López le propinó un derechazo -a lo Floyd Mayweather- a John Edison Mosquera y lo dejó viendo por un solo ojo. Luego, Mosquera golpeó a otro jugador en el camerino. Ambos, López y Mosquera, recibieron cuatro fechas de suspensión y una multa de $689.454. Cuando en el 2012, Gerardo Bedoya le pegó un codazo y una patada en la cabeza a Jhonny Ramírez, recibió 11 fechas de suspensión (inicialmente eran 15 pero fueron rebajadas) y una multa de $1.227.850 pesos.
Ahora, hace un par de semanas Vikonis le escupió a un hincha y recibió cuatro fechas de sanción y una multa de $983.623 pesos. Pareciera que todo tipo de agresión se juzga con el mismo rasero: las misma cantidad de partidos y una multa cercana al millón de pesos. Sin embargo, cuando Darío Rodríguez simuló que recibió un codazo y logró la expulsión de Abel Aguilar, recibió dos fechas de suspensión, perdiéndose así las semifinales, y la escandalosa multa de $41.367.000 pesos. ¿Qué pone en perspectiva esto? Que la Dimayor es muy laxa con la violencia entre jugadores.
Según el Código Disciplinario de Dimayor (Capítulo III, Artículo 63), habrá “suspensión de cuatro (4) a diez (10) fechas y multa de treinta (30) a cuarenta (40) salarios mínimos diarios legales vigentes al momento de la infracción en caso de vías de hecho (codazos, puñetazos, patadas etc.) contra los jugadores rivales…”. Para empezar, que la sanción mínima sean cuatro fechas es un insulto. Una patada con esa sevicia que compromete la integridad física de un jugador merece más. Ahora, “actuar con intención de causar una decisión incorrecta de un oficial de partido o contribuir en un error de juicio y en consecuencia hacerlo adoptar una decisión incorrecta” tiene una suspensión de dos (2) semanas a tres (3) meses y multa de sesenta (60) a ochenta (80) salarios mínimos legales mensuales vigentes (OJO: los salarios acá son mensuales mientras que las agresiones son diarias).
La desproporción es terrible. ¿Por qué proteger tanto el proceso arbitral? ¿Bajo qué entendido puede ser más importante que la integridad física de los jugadores? En los cinco años que pasaron entre la sanción de Bedoya y la reforma del código de agosto 2016, la Dimayor decidió que la violencia entre jugadores había que castigarla con menos severidad. A nuestro entender, un craso error. Además, ¿por qué a todos les aplican la sanción mínima? Realmente es peligroso. La Dimayor es un circo, un nido de decisiones dudosas que no podemso ver sin suspicacia, todos lo sabemos, pero ¿mirar para otro lado cuando los jugadores se agreden? Un irresponsabilidad con los jugadores y el espectáculo.
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