A los hinchas de Millos menores de 30 años:
“La mitad fueron en blanco y negro”, “ustedes viven del cuento de Di Stéfano”, “dos las compró el ‘Mexicano’”, “Millos no tiene dinero, no tiene con qué comer, solo come arroz con huevo y se va para la B”, “Real Madrid 8 – Millonarios 0”, entre tantas otras dagas al orgullo, que usted, amigo de Millonarios, ha tenido que soportar desde que le juró amor eterno al ‘Embajador’.
Pero hoy, con la estrella 15 fresca, radiante, recién salida del taller, le queremos hablar en especial a los hinchas menores de 30 años. Sí. A usted que creció sintiendo que le mintieron porque decidió hacerse del ‘más ganador’, del ‘más grande’, pero su infancia y adolescencia fueron un peregrinaje por el sufrimiento y la derrota. A usted que tuvo que padecer lo que sus papas y abuelos sortearon. Que tuvo que llegar tantas veces al colegio y la Universidad con el culo entre las piernas. Con excusas repetidas y gastadas. Con sus amigos haciendo un festín con su dolor.
A usted que tantos días sobre el concreto del Nemesio o enfrente del televisor que lo acompañó en todos esos tristes domingos, puteó a grito pelado a tantos dirigentes deshonestos e incapaces. A tanto jugador indolente que nadie le supo explicar qué camiseta se ponía. Sí. A usted que en estos 30 años le salió cayo en el corazón porque no hay hincha más sufrido en este mundo que el de un gigante en crisis.
Llegó la 14 de la mano de Torres y la zurda de Mayer, y usted pensó que Millos por fín despertaba de su parálisis de 25 años. Celebró y lloró. Como una virgen en su primer orgasmo, entendió lo que se sentía ser campeón. Y cuando pasó la borrachera de la gloria, volvieron las frustraciones: las eliminaciones inverosímiles contra el Junior, el mediocre equipo de Israel, el escupitajo en la cara de Cocca al club un primero de enero y la inmerecida y dolorosa eliminación contra Nacional con gol de Dayro en el último suspiro. Otra vez el sufrimiento como estado natural.
Pero ni en sus mejores sueños imaginaba el 17 de diciembre del 2017. En el semestre de los grandes desembolsos, de los Lillo, los Teo y los Chará, Russo sin grandes armas pero con cálculo y pulso de estratega, armó un equipo en todo el sentido futbolístico de la palabra. Un equipo que donde hizo falta talento siempre hubo entrega. El equipo de Duque y Cadavid. El que nunca dejó de meter pierna y luchar todas las divididas. El de Mosquera, Huérfano y los canteranos. Solidario para defender y eléctrico para atacar. El que le dio la 15, contra el máximo rival. De visitante pero en casa.
Celébrelo. Celébrelo mucho. Después de tantas veces que el guionista del fútbol se ensañó contra su equipo, escribió un capitulo corto pero perfecto. Celébrelo hasta raspar su garganta, porque no hay un hincha en este mundo que se merezca más un título, que un hincha de Millonarios menor de 30 años.
Foto: golpro.com