Nacional se esperó hasta la final para volver a ser el equipo que cabalgó la primera ronda. Con categoría le remontó la final a un Cali irreconocible. Punto por punto le explicamos lo que pasó en la cancha.
Nacional volvió a ser Nacional
Los mejores partidos del verde este semestre tienen algo en común: Mateus Uribe jugando en su posición natural, por detrás de Macnelly y en dupla con volante de oficio y equilibrio como Elkin Blanco. Su presencia es el piñón que engrana todo el entramado táctico de Nacional.
En Mateus, Macnelly encuentra un socio y Nacional se hace muy fuerte por adentro. Esto no solo hace que el equipo pueda encontrar espacios por detrás de los volantes de marca rivales, sino que también les permite a los extremos recibir en posición privilegiada. Y cuando Ibargüen y Quiñones reciben y puede encarar hacia adentro… no hay nada que hacer. En cuatro de los cinco goles, todos menos el de penal, hubo incidencia directa de los volantes por afuera.
Espacios en la frontal del área y juego por las bandas, esas fueron las claves del triunfo.
Eso sí, como a lo largo de todo el semestre, la pelota quieta fue la debilidad. Justo después del segundo gol, tras un tiro de esquina y un error táctico inadmisible de Bocanegra, Cali hizo el 2-1 y le echó gasolina a la esperanza. Y justo cuando Ibargüen acababa de volver a empatar la serie — con un GO-LA-ZO de otro planeta—, otra vez, en un tiro de esquina pésimamente defendido, el Cali se perdió una increíble que habría cambiado el partido.
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El buen Cali se quedó en Palmaseca
Las bajas influyeron, claro, pero los que estuvieron en cancha jugaron un partido para el olvido. Hombre por hombre, el Cali no fue ni la décima parte del equipo que apabulló a Nacional en la ida. No fue exceso de confianza, el Atanasio le quedó grande a Cárdenas y sus muchachos.
El equipo salió tímido y resguardado. Pablo Mina no fue salvador, más bien se mostró inseguro. Los centrales estuvieron lentos y erráticos en los cierres y las coberturas. Andrés Pérez y Balanta (después Daniel Giraldo y Aguilar) perdieron su espalda todo el partido. Los laterales no existieron. Sin Orejuela, Sambueza no tuvo socios. Amaya se gastó todo su genio en Palmaseca. A Roa le quedó grande cumplir con la función de Benedetti. Y Duque hizo lo que pudo.
En cuanto al planteamiento, Cárdenas fue ambivalente. El técnico pecó, fue demasiado romántico, demasiado fiel con su idea. Tal vez sin Benedetti y Orejuela mantener el módulo era insostenible. Si el plan era salir a defender el cero, debió haber salido con más músculo y oficio en la mitad. El gol fue demasiado premio para un equipo que escasamente tuvo el balón y que no tuvo otra que apostarle a la pelota quieta.
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Rueda es el puto amo
Reinaldo sabe más que todos. Cuando fue ampliamente superado en Palmaseca, en vez de intentar acortar la diferencia, tomó la decisión de cerrar el partido y acabó pidiendo tiempo. Al final, con el 0-2 en contra se mostró tranquilo y confiado; sabía que en el Atanasio lo ganaba. Y lo hizo. Con contundencia. Reclamando lo que le pertenece. Su equipo fue el mejor del torneo.
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