Se busca: Héctor Landazuri

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Este prometía tanto o más que Ospina…

 

Si hace 15 años a usted, lector, le hubieran preguntado quién sería el arquero de la Selección Colombia en el 2018, sin espacio para la duda, hubiera disparado el nombre de Héctor Landazuri. Es que en el 2003, primero en el sudamericano Sub-20 en Uruguay y después en el Mundial de Emiratos Arabes de la categoría, el arquero caleño la rompió y se postuló como joya a tener en cuenta.

 

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Por eso, y porque la rompía también en el Envigado, el Once Caldas pagó por él y lo quiso para reemplazar a ni más ni menos que Juan Carlos Henao, recién coronado campeón de América.

 

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En el Blanco Blanco cumplió con las expectativas, se adueñó por completo del puesto y se metió en las entrañas de la exigente tribuna del Palogrande. Su gran orgasmo le llegó en el 2009 cuando, en la cara del Junior, fue campeón por primera y única vez. Del Once se despidió con más de 120 partidos a cuestas, habiendo jugado Copa Libertadores y como arquero resonante del fútbol colombiano (a pesar de que a la Selección absoluta solo fue una vez, en 2007, para un partido de preparación en la era Pinto). ¿Su próxima parada? El Deportivo Cali. Corrijo: el Infierno.

 

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Landazuri, en el sudamericano de Uruguay de 2003, junto a rostros como Castrillón, Edixon Perea y Abel Aguilar.

 

En Cali, tentado por la salsa, las mujeres hermosas y la noche estrellada, se dejó golear por la fiesta y todo se le jodió cuando llegó tarde y borracho a un entrenamiento. Esta vez no hubo segundas oportunidades y salió de la ciudad desterrado y harapiento. Con la cruz de la indisciplina tatuada en la frente, deambuló errático, y sin hacer pie, por el Bucaramanga, el Chicó y el club La Paz de Bolivia. ¿Fue su  fondo? ¡Tú…Tranquilo!, que la cosa se pone peor.

 

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En 2016, por los restos de prestigio que le quedaban a su nombre, un empresario se interesó en él y lo convenció de viajar a México para fichar por el San Luis de Potosí. Después de un año sin jugar, hacerlo cobrando en pesos mexicanos era una oportunidad sin par para resurgir. Pero no fue sino aterrizar en México para que Dios le volviera a dejar claro que no existe: el San Luis echó a su técnico, su fichaje se cayó y el empresario lo dejó tirado entregado a su mala suerte.

 

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Sin nada, desplazado por el fútbol y por la vida, Héctor agarró un bus y largó hacia Honduras para probar suerte. Allá el guión macabro siguió su curso y lo terminaron de limpiar: le robaron la billetera, lo que tenía de ropa y el celular… 25 días estuvo sin entrenar, con el alma hecha polvo, hasta que el CD Victoria apareció y lo quiso entre los suyos para intentar salvarse del descenso.

 

Siguiendo su destino roto, su nuevo club lo defraudó y después del primer mes no le volvieron a pagar; en Honduras, según el mismo Hector, le tocó la putez de pasar hambre. Entonces volvió a Colombia con la mirada pérdida y la pelota manchada, y se metió de clavado en la lista maldita de los fenómenos que no pudieron ser.

 

Lo último que supimos de él es que estuvo por Venezuela volando de palo a palo en el Gran Valencia. Aunque ya tiene 34 años, si lo ve, dígale que en Hablaelbalón lo estamos buscando. Que seguimos pensando que algo más tiene por dar, que su fuego no se ha apagado del todo, que el fútbol le debe una despedida más digna.

 

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Foto:

Vanguardia.com


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